Nélida L. Del Estal Sastre
Sábado, 27 de Junio de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

Bosco y Julieta

[Img #40980] Me encontraba en una terraza de verano en el centro, cuando me dio por observar, vamos, lo que hago siempre, a los viandantes y a los que, como yo, disfrutaban de su caña, refresco o de lo que fuese. Es interesante ver los rostros de la gente, imaginar sus conversaciones, incluso decirlas en voz baja a tu interlocutor poniendo vocecillas impostadas para que se parta de risa, animándole a que siga con tu “gansada” de la tarde. En algo hay que entretenerse y yo de imaginación ando sobrada. Pues bien, que encontrándome yo en esa tesitura jocosa ví a una pareja de lo más peculiar rodeada del resto de la familia, todos los integrantes de la misma estaban felices.

Era día de encuentros y disfrute compartido, de besos a lo “codo con codo”, pero de una gran ternura y casi necesidad vital. Uno de los integrantes de esa familia especial de abuela, hijos, nueras y nietos, era Bosco, un perro precioso, bonachón y al que todos trataban como a uno más de la familia. Un Golden Retriever beige, muy parecido a los perros labradores, pero con el pelo menos alisado y más fosco. Una preciosidad enorme de can, la verdad.

Me dejó acariciarlo varias veces, se nos arrimaba a la mesa con una tranquilidad pasmosa. Siempre me gustaron los perros grandes y bonachones, esos que te miran con infinita ternura…Esa que tan poco tiene que ver con la mirada ladina de la gente corriente, la gente de a pie, esa que te escruta de arriba abajo para ver si encuentra alguna falla en tu arquitectura corporal o de atuendo.

Todo hasta que apareció una de las nietas del grupo, Julieta. Vivaracha, despierta, juguetona y expectante, mirando la escena. Una monada con un vestidito de colores, pelo por encima de los hombros, tirando a corto, y una coletita que pendía de uno de los lados de su perfecta y simétrica carita de no más de 4 años. Pensé entonces que algo debería de escribir sobre ellos dos después de un acontecimiento que despertó las carcajadas de todos los que allí nos encontrábamos.

Bosco ladró y como es un perro de cierta envergadura, hizo que Julieta cayera con sus posaderas inmaculadas en el duro suelo. Bosco y Julieta fueron lo más divertido de la tarde, una de mis primeras tardes después de inaugurar esta “nueva normalidad”.

Curioso eufemismo absurdo. La normalidad no es nueva. Lo nuevo es ver a toda las personas con su mascarilla de rigor, cosa que no ví. Sólo espero no tener que volver a confinarme por culpa de esa gentuza que, no respetándose ni a ellos mismos, no respeta a los demás. Misantropía modo “on” en marcha.

Nélida L. Del Estal Sastre

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