Mi gran hombre

 Mañana, a las 19.30 de la tarde hará unos cuantos años que vine a ver este mundo por vez primera. Me faltan ya cosas, pero me faltan personas que lo fueron y lo son todo en mi vida, aunque ya no pueda compartir conversaciones y risas con ellos.

Te echo de menos a tí, que aún estando ya malito, me felicitaste y en menos de veinte días te me fuiste. Por eso mi cumpleaños es alegre y triste al tiempo, es una paradoja perversa. Vivo el aquí y el ahora, porque casi me lo arrebatan, pero me agarré con fuerza a la vida y ya no temo ni al miedo.

Pero te echo de menos en esta noche rara y calurosa en exceso. Ninguno de los dos soportábamos este calor, ¿verdad?, decías que éramos demasiado sibaritas para ser pobres en dinero, pero ricos en sentimientos. Mañana brindaré por tí, porque allá donde te encuentres sé que velas mis sueños cada noche, lo noto en el frío que me recorre el alma cuando pienso que estoy sola. Te llevaron de mi vera demasiado pronto, sin darme siquiera tiempo a hacerme a la idea de una vida sin tí. Cuando tanto nos quedaba por decir y por compartir.

Donde quiera que te encuentres, espero que seas feliz, si es que eso es posible en personas que no creemos en nada como tú y como yo. Pero dicen que en momentos de flaqueza, recurres a la fe. Así que yo recurro a ella esta noche para que donde quiera que la tierra te haya llevado, donde quiera que las aves te hayan transportado, seas feliz, viendo cómo aquí abajo todo va más o menos bien. Te echo de menos, tanto que duele, pero te prometo que intentaré ser feliz. Te doy mi palabra gran hombre.

Nélida L. del Estal Sastre