Sábado, 27 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Martes, 21 de Julio de 2020
REPÚBLICO

Políticos zamoranos que se olvidaron de su tierra

A la Zamora de esta centuria le habría hecho falta un político que amase a su tierra tanto como Carlos Pinilla: Martínez-Maíllo no lo imitó, ahora le tocaría a Fagúndez

[Img #41849]Parece asumido, incluso por personas que votan al PSOE, de izquierdas de casi toda la vida, que Carlos Pinilla fue el único político que amó a su tierra y…lo demostró. Nunca con palabras; solo hechos. Así lo conocimos.  Ahí están sus obras públicas. En esta ciudad se le quitó hasta una calle...por ser franquista. Quizá si hubiera amado a Stalín, asesino dentre asesinos, la tendría en el centro de la ciudad.

Esta Zamora ignora, desconoce su historia. Cierto que fue falangista, como tantos y tantos en el PSOE tras la muerte de Franco. Pinilla también fue senador por AP. Como falangista, fue socializante. Si el lector leyese a José Antonio, con el que se carteó Indalecio Prieto, o al intelectual zamorano Ramiro Ledesma Ramos, encontrará vínculos con la extrema izquierda. De hecho, la bandera de la Falange  copió los colores de la CNT. Cambio solo la geometría. Hoy, en pleno 2020, la Falange auténtica mantiene acuerdos económicos y políticos con Unidas Podemos. García-Trevijano, gran politólogo español, repúblico puro, manifestó en 2017 que la formación de Iglesias representaba la revolución pendiente falangista.

A lo que voy, después de Pinilla, hemos tenido otros políticos con fuerza, con poderío, en Madrid. Verbigracia: Martínez-Maíllo. Fue la mano derecha o el lóbulo occipital de Mariano Rajoy durante unos años, hasta que la moción de censura lo apartó de la primera línea del frente político. Ahora presenta libros sobre el Banco Central Europeo. Se desconocía que nuestro paisano fuese erudito en menesteres bancarios. 

En mi candidez juvenil e ingenuidad de hombre maduro, auguré que Fernando se convertiría en el Carlos Pinilla del siglo XXI, que defendería a nuestra provincia ante la alta política y la baja autoestima cual zamorano de pura cepa, que abogaría por traer a Zamora inversiones extraordinarias que ocasionasen un punto de inflexión en nuestra historia. Me equivoqué gravemente. La aportación de Martínez-Maíllo consistió en una mañana en el Ramos Carrión para hablar de despoblación, con presencia de los principales gerifaltes del PP y del Gobierno; más la Capa de Honor alistana regalada a don Mariano y la recepción a la junta directiva de Zamora10, con promesa de recibimiento en La Moncloa, visita que jamás se produjo, porque llegó la moción de censura y el adiós prematuro de Rajoy y su delfín, don Fernando.

Ese fue el triste balance de un zamorano en la cúspide del poder político nacional. Ahora, aunque no ha alcanzado todavía la cumbre, Antidio Fagúndez debería ser nuestro hombre en Madrid, la personalidad política que arrancase a Pedro Sánchez tres promesas: recuperación como instalación militar de Monte La Reina, transformación en autovía de la N-122 entre Zamora y la frontera lusa y cesión de los terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril al Ayuntamiento de la capital, con el objetivo de industrializarlos. La zona me resulta pintiparada para el despegue económico de nuestra ciudad. Y no me olvido de la restauración absoluta del recinto amurallado de la ciudad del Romancero ni del 1,5% cultural, para recuperar el puente de piedra y modernizar el Mercado de Abastos.

El diputado nacional zamorano debería acudir, cuanto antes, al Ministerio de Cultura, para exigir al responsable, con educación, virtud que posee en grado sumo Fagúndez, un Plan de Restauración de la Muralla de Zamora. Ese encuentro, al margen de las otras inversiones que debería plantear a su presidente, testigo de cargo de tales promesas durante sus estancias en nuestra tierra.

Reitero que la decadencia de Zamora se inicia con la democracia, con las desinversiones del Estado, más la cobardía de los políticos zamoranos, de todos los partidos, con voz y voto en Madrid y Valladolid; la entrada en Europa por la puerta de atrás para la agricultura y ganadería de nuestra provincia; el injusto reparto de los Fondos Europeos por parte de la Junta de Castilla y León, que se destinaron al eje Valladolid-Burgos; el pasotismo antropológico de los zamoranos, siempre cruzados de brazos, críticos en la barra del bar o cafetería, en las tertulias de amigos; el “muaismo” de nuestra gente y la falta de talento, genio y libertad de la prensa local, al servicio del poder, del que fuera o fuese, sin olvidarme de la ausencia de empresarios jóvenes, con excepciones honorables, en nuestra ciudad y provincia, donde los negocios se ejecutaron al amparo de las instituciones públicas, donde el riesgo no existía. El compadreo entre los políticos que administraron la Diputación y los empresarios de obras públicas marcó a una clase empresarial, incapaz de evolucionar en libertad, sin la protección del amigo político de turno.

Zamora se ha ido quedando sin gente, sin prensa crítica y libérrima, sin políticos que la representen, sin futuro, sin nada. Solo nos queda el proyecto de Vicente Merino Febrero, tan cerca de realizarse, tanto que la prensa del poder ya lo refleja en su portada, a cuatro columnas, y la esperanza de que el Gobierno cumpla con sus promesas, más ahora que llegará el dinero de Europa, a cambio, por supuesto, de cumplir con ciertos criterios. Se trata de gastar bien, con inteligencia. Sé que a Europa le interesaba el proyecto de Monte La Reina, que había dinero para tal menester. Por lo tanto, el Gobierno socialista lo tiene fácil. Otra cosa es que Unidas Podemos quiera hacer el camino verde que va a la ermita entre el campamento Toro y Zamora. Esa idea nos devolverá margaritas al campo, pero no creará ni un solo puesto de trabajo.

Nuestra provincia envejece. Los zamoranos callan. Unos se mueren, otros pasan y unos cuantos mantenemos el tipo denunciando y criticando las acciones políticas y proponiendo progreso, avances y futuro.  Pero todo tiene su fin. Yo no soy eterno. Ni lo querría. ¡Qué aburrimiento!

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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