CON LOS CINCO SENTIDOS
Solsticio de verano
Nelida del Estal Sastre
Cuando estoy escribiendo estas líneas, solo han pasado unas horas desde el comienzo del solsticio de verano. Decían los ancestros que esta era la mejor época para los casamientos. Se agasajaba a los novios con miel para alumbrar la máxima fertilidad en la reciente esposa. Por eso se llama “luna de miel”, al corto y apasionado período que transcurre entre la pareja recién desposada.
Son varias noches, estas de final de junio, de ritos al sol y de “ajuntamientos” entre la mujer, la tierra, el yin y, por otra parte, el cielo, el hombre, el yang. No sé por qué extraña razón se piensa que la mujer es la tierra y el hombre el cielo. Quizá sea porque la mujer es fertilizada y crea vida en ella para todos, mientras el hombre cree estar en un plano superior… La sabiduría popular también tiene que tener su tufillo a machismo, en fin. Por muy bucólico que resulte el conjunto, parece que la mujer siempre habrá de estar por debajo del hombre por los siglos de los siglos. En la noche de San Juan, lo damos todo. Quemamos apuntes de estudiantes universitarios (yo lo he llegado a hacer, una vez superado cada año). Pero también reconozco que hago una cosa que me enseñó una amiga de la infancia: escribe en una hoja lo que de ti quieres cambiar, lo que deseas conseguir o conservar, tus anhelos ocultos y dobla esa hojita hasta hacerla casi imperceptible. Deposítala 24 horas antes de la noche de San Juan en un congelador. La noche de la hoguera, saca la notita minúscula del congelador y échala a una chimenea con salida al exterior o a una fogata común con más personas. Tus deseos y querencias llegarán hasta el cielo. Se supone que habrán de ser escuchados. Cuenta mucho en estas cosas la predisposición del que quema el objeto o la nota y la calidad de su creencia. En mi caso, es nula. ¡Ja!
Cuando estoy escribiendo estas líneas, solo han pasado unas horas desde el comienzo del solsticio de verano. Decían los ancestros que esta era la mejor época para los casamientos. Se agasajaba a los novios con miel para alumbrar la máxima fertilidad en la reciente esposa. Por eso se llama “luna de miel”, al corto y apasionado período que transcurre entre la pareja recién desposada.
Son varias noches, estas de final de junio, de ritos al sol y de “ajuntamientos” entre la mujer, la tierra, el yin y, por otra parte, el cielo, el hombre, el yang. No sé por qué extraña razón se piensa que la mujer es la tierra y el hombre el cielo. Quizá sea porque la mujer es fertilizada y crea vida en ella para todos, mientras el hombre cree estar en un plano superior… La sabiduría popular también tiene que tener su tufillo a machismo, en fin. Por muy bucólico que resulte el conjunto, parece que la mujer siempre habrá de estar por debajo del hombre por los siglos de los siglos. En la noche de San Juan, lo damos todo. Quemamos apuntes de estudiantes universitarios (yo lo he llegado a hacer, una vez superado cada año). Pero también reconozco que hago una cosa que me enseñó una amiga de la infancia: escribe en una hoja lo que de ti quieres cambiar, lo que deseas conseguir o conservar, tus anhelos ocultos y dobla esa hojita hasta hacerla casi imperceptible. Deposítala 24 horas antes de la noche de San Juan en un congelador. La noche de la hoguera, saca la notita minúscula del congelador y échala a una chimenea con salida al exterior o a una fogata común con más personas. Tus deseos y querencias llegarán hasta el cielo. Se supone que habrán de ser escuchados. Cuenta mucho en estas cosas la predisposición del que quema el objeto o la nota y la calidad de su creencia. En mi caso, es nula. ¡Ja!




















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