REPÚBLICO
¿Monarquía o República? Otro debate anacrónico
Un estado republicano no garantiza el final de la injusticia ni afirma la igualdad entre los ciudadanos, ni tampoco la monarquía constitucional
Un monarca constitucional jamás podrá ser comunista o fascista. Un rey no absolutista quizá tendrá una ideología conservadora, liberal o socialdemócrata. Juan Carlos I mantuvo una estupenda relación con Felipe González, y, sin embargo, nunca le gustó Aznar.
Un presidente de una república democrática, no totalitaria podría ser marxista, nacionalsocialista, de derechas o de izquierda democrática, como fue el PSOE anterior a Zapatero, nunca como el PSOE de la II República, partido revolucionario, golpista -6 de octubre de 1934- y antidemocrático. Insisto: nn presidente de cualquier república democrática militará en partido de derecha o de izquierda. ¿De acuerdo?
Por lo tanto, su gobernanza jamás se distinguirá por un equilibrio político; sus decisiones siempre resultarán sospechosas para las formaciones políticas que no comulguen con su ideología. Verbigracia: ¿Pedro Sánchez, como presidente de la III República, mientras que Pablo Casado presidiera el Gobierno, dejaría al ejecutivo desarrollar su programa y administrar su presupuesto? Pongamos el caso contrario: ¿Mariano Rajoy, como presidente de esa III República, se cruzaría de brazos ante un ejecutivo socialcomunista como el actual, con un individuo como Pablo Iglesias, jinete de las contradicciones, capaz de admitir dinero de una república teocrática donde se cuelgan a los homosexuales en la vía pública y las féminas carecen de los mismos derechos que los varones?
El problema de España no es de elegir entre monarquía o república, sino entre libertad y totalitarismo, entre una democracia profunda, de calidad, donde el rico y el pobre sean juzgados por una Justicia sin presiones políticas, sin condicionamientos del ejecutivo ni del legislativo; un régimen con una Sanidad perfeccionada y una educación pública con docentes profesionales, alumnos que obedezcan a sus profesores y, por supuesto, con una enseñanza privada para que los padres puedan elegir qué tipo de educación quieren para sus hijos.
Una monarquía, como la nuestra, si se trata de cuestiones económicas, sale unas tres veces más barata que un República como la Francesa. No obstante, los gastos ocasionados por cualquier Presidencia del Estado jamás deberían cuestionar una forma de Jefatura del Estado. Tampoco la libertad merma o crece si el presidente es elegido por el ciudadano o la Constitución contempla a un rey, hereditario, como Jefe del Estado. Inquiero: ¿Un ciudadano británico, danés, holandés, sueco, noruego se siente menos independiente o libre, que un hombre que vive en Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Vietnam? Si a usted le dieran a elegir entre tener pasaporte del Reino Unido o de Corea del Norte cuál pediría. Voy más allá: a quién preferiría como presidente de la III República a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Felipe de Borbón.
Más cuestiones que no debemos descartar: Elija entre una teocracia, pongamos la de Irán; una república popular, tipo la Alemania Democrática, administrada por comunistas, una monarquía como la española, con una Constitución que tolera y paga sueldos, extraordinarios, a enemigos declarados del Estado, como PNV, BNG, Bildu y todos los catalanes, incluido ese sucedáneo felón del PSOE, el de los chicos bien de la burguesía catalana que siempre fue, es y será el PSC, o una República Federal como la alemana, donde los partidos comunistas o nazis son ilegales.
La izquierda ultra española, huérfana, a lo largo de toda su historia, de filósofos de alcance mundial, verbigracia, sin un Gramsci, Althusser o Aron- tampoco la derecha española dio mucho más de sí- jamás elaboró un diseño de Estado que fuera más allá de una república, para unos federal, para otros confederal, o asimétrica, como quería Maragall. Los osados izquierdistas, casi todos comunistas, porque el PSOE apenas existió durante el franquismo, se “tragaron” al monarca que dejó Franco, que después se autodaría un golpe de Estado para parecer demócrata, porque la izquierda española carecía de fuerza para imponer una república, después del fiasco de la del 14 de abril de 1931.
Aquí la democracia no la trajo el pueblo, sino la economía, los intereses del gran capital, nacional y extranjero. Los españoles quieren vivir en paz, ganar dinero, tener derecho a la propiedad privada y a la libertad individual, entrar en Internet, amar y morirse un par de veces.
El capitalismo, además de ciertas injusticias, ofrece democracia, con el apellido que se quiera añadir; propiedad privada y derechos individuales y de residencia, elecciones, más o menos libres; sindicatos, posibilidad de huelgas, de, en definitiva, elegir . El comunismo, por el que aboga Pablo iglesias y el PSOE de 1917, 1934 y 1936, impone un Estado con un único partido, sin elecciones libres, sin propiedad privada, con un solo tipo de educación y, con mucha suerte, algún viaje al extranjero, siempre que seas un miembro del partido único o cercano al poder. Por supuesto, dudo de que todo ciudadano pudiera acceder a Internet e informarse por las redes sociales.
Yo confieso que soy repúblico, como Garcia- Trevijano. Pero si me dieran a elegir entre Pablo Iglesias como presidente de una República Soviética, o una monarquía como la actual, con todos sus inmensos defectos, ya identificados en anteriores párrafos, preferiría ver el 24 de diciembre, a media noche, a Felipe VI deseándome feliz Navidad que a ese burgués que lleva el comunismo, una locura de ideología, en el ADN. No sé usted. Allá penas.
Cualquier día ese prodigio de intelectual que es el líder de Unidas Podemos se apropiará de esa frase de Largo Caballero, otro demócrata modélico: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.
Si así sucede, porque Pedro Sánchez lo admite, me iré a pasar los últimos años de mi vida a la hermana nación lusa, a la región de Tras os Montes. Está muy cerca. Allí gobierna una izquierda europea, avanzada, ni sectaria ni vengativa como la nuestra.
En todo caso, el debate abierto por la ultraizquierda de Unida Podemos entre Monarquía y República lo defino como anacrónico, cuando muchos españoles padecen el coronavirus y millones engrosarán las inquietantes listas del paro a la caída de la hoja. Y sé que, cuantas más cargas fiscales caigan sobre la ciudadanía, más se hundirá la nación. Pero ya sabemos que Iglesias necesita de grandes catástrofes sociales para asaltar los cielos. Empírico.
Corolario: una república no garantiza el final de la injusticia, ni la afirmación de la igualdad entre todos los españoles. Si así fuera, todos seríamos repúblicos o republicanos. Despierta en mí una lógica empírica.
Eugenio-Jesús de Ávila
Un monarca constitucional jamás podrá ser comunista o fascista. Un rey no absolutista quizá tendrá una ideología conservadora, liberal o socialdemócrata. Juan Carlos I mantuvo una estupenda relación con Felipe González, y, sin embargo, nunca le gustó Aznar.
Un presidente de una república democrática, no totalitaria podría ser marxista, nacionalsocialista, de derechas o de izquierda democrática, como fue el PSOE anterior a Zapatero, nunca como el PSOE de la II República, partido revolucionario, golpista -6 de octubre de 1934- y antidemocrático. Insisto: nn presidente de cualquier república democrática militará en partido de derecha o de izquierda. ¿De acuerdo?
Por lo tanto, su gobernanza jamás se distinguirá por un equilibrio político; sus decisiones siempre resultarán sospechosas para las formaciones políticas que no comulguen con su ideología. Verbigracia: ¿Pedro Sánchez, como presidente de la III República, mientras que Pablo Casado presidiera el Gobierno, dejaría al ejecutivo desarrollar su programa y administrar su presupuesto? Pongamos el caso contrario: ¿Mariano Rajoy, como presidente de esa III República, se cruzaría de brazos ante un ejecutivo socialcomunista como el actual, con un individuo como Pablo Iglesias, jinete de las contradicciones, capaz de admitir dinero de una república teocrática donde se cuelgan a los homosexuales en la vía pública y las féminas carecen de los mismos derechos que los varones?
El problema de España no es de elegir entre monarquía o república, sino entre libertad y totalitarismo, entre una democracia profunda, de calidad, donde el rico y el pobre sean juzgados por una Justicia sin presiones políticas, sin condicionamientos del ejecutivo ni del legislativo; un régimen con una Sanidad perfeccionada y una educación pública con docentes profesionales, alumnos que obedezcan a sus profesores y, por supuesto, con una enseñanza privada para que los padres puedan elegir qué tipo de educación quieren para sus hijos.
Una monarquía, como la nuestra, si se trata de cuestiones económicas, sale unas tres veces más barata que un República como la Francesa. No obstante, los gastos ocasionados por cualquier Presidencia del Estado jamás deberían cuestionar una forma de Jefatura del Estado. Tampoco la libertad merma o crece si el presidente es elegido por el ciudadano o la Constitución contempla a un rey, hereditario, como Jefe del Estado. Inquiero: ¿Un ciudadano británico, danés, holandés, sueco, noruego se siente menos independiente o libre, que un hombre que vive en Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Vietnam? Si a usted le dieran a elegir entre tener pasaporte del Reino Unido o de Corea del Norte cuál pediría. Voy más allá: a quién preferiría como presidente de la III República a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias o Felipe de Borbón.
Más cuestiones que no debemos descartar: Elija entre una teocracia, pongamos la de Irán; una república popular, tipo la Alemania Democrática, administrada por comunistas, una monarquía como la española, con una Constitución que tolera y paga sueldos, extraordinarios, a enemigos declarados del Estado, como PNV, BNG, Bildu y todos los catalanes, incluido ese sucedáneo felón del PSOE, el de los chicos bien de la burguesía catalana que siempre fue, es y será el PSC, o una República Federal como la alemana, donde los partidos comunistas o nazis son ilegales.
La izquierda ultra española, huérfana, a lo largo de toda su historia, de filósofos de alcance mundial, verbigracia, sin un Gramsci, Althusser o Aron- tampoco la derecha española dio mucho más de sí- jamás elaboró un diseño de Estado que fuera más allá de una república, para unos federal, para otros confederal, o asimétrica, como quería Maragall. Los osados izquierdistas, casi todos comunistas, porque el PSOE apenas existió durante el franquismo, se “tragaron” al monarca que dejó Franco, que después se autodaría un golpe de Estado para parecer demócrata, porque la izquierda española carecía de fuerza para imponer una república, después del fiasco de la del 14 de abril de 1931.
Aquí la democracia no la trajo el pueblo, sino la economía, los intereses del gran capital, nacional y extranjero. Los españoles quieren vivir en paz, ganar dinero, tener derecho a la propiedad privada y a la libertad individual, entrar en Internet, amar y morirse un par de veces.
El capitalismo, además de ciertas injusticias, ofrece democracia, con el apellido que se quiera añadir; propiedad privada y derechos individuales y de residencia, elecciones, más o menos libres; sindicatos, posibilidad de huelgas, de, en definitiva, elegir . El comunismo, por el que aboga Pablo iglesias y el PSOE de 1917, 1934 y 1936, impone un Estado con un único partido, sin elecciones libres, sin propiedad privada, con un solo tipo de educación y, con mucha suerte, algún viaje al extranjero, siempre que seas un miembro del partido único o cercano al poder. Por supuesto, dudo de que todo ciudadano pudiera acceder a Internet e informarse por las redes sociales.
Yo confieso que soy repúblico, como Garcia- Trevijano. Pero si me dieran a elegir entre Pablo Iglesias como presidente de una República Soviética, o una monarquía como la actual, con todos sus inmensos defectos, ya identificados en anteriores párrafos, preferiría ver el 24 de diciembre, a media noche, a Felipe VI deseándome feliz Navidad que a ese burgués que lleva el comunismo, una locura de ideología, en el ADN. No sé usted. Allá penas.
Cualquier día ese prodigio de intelectual que es el líder de Unidas Podemos se apropiará de esa frase de Largo Caballero, otro demócrata modélico: “La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.
Si así sucede, porque Pedro Sánchez lo admite, me iré a pasar los últimos años de mi vida a la hermana nación lusa, a la región de Tras os Montes. Está muy cerca. Allí gobierna una izquierda europea, avanzada, ni sectaria ni vengativa como la nuestra.
En todo caso, el debate abierto por la ultraizquierda de Unida Podemos entre Monarquía y República lo defino como anacrónico, cuando muchos españoles padecen el coronavirus y millones engrosarán las inquietantes listas del paro a la caída de la hoja. Y sé que, cuantas más cargas fiscales caigan sobre la ciudadanía, más se hundirá la nación. Pero ya sabemos que Iglesias necesita de grandes catástrofes sociales para asaltar los cielos. Empírico.
Corolario: una república no garantiza el final de la injusticia, ni la afirmación de la igualdad entre todos los españoles. Si así fuera, todos seríamos repúblicos o republicanos. Despierta en mí una lógica empírica.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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