PASIÓN POR ZAMORA
Hay que escribir y hablar claro sobre Zamora
Las críticas, casi siempre viscerales, nacidas en el hígado, rara vez surgidas tras un análisis racional, y las loas de lectores me inspiran. Escribir sobre Zamora, sin duda, me resulta una labor triste, porque su estado económico y social deprime a todo zamorano que tenga sensibilidad, conciencia, memoria. ¡Cómo no criticar, con razones, a los políticos que dicen representarnos; a los partidos nacionales que se olvidaron de que aquí viven españoles, tan dignos como los de Valladolid, Burgos, Gerona o San Sebastián!
Hablar o escribir sobre una Zamora en la que todo es paz y tranquilidad –como la que se respira en los cementerios-; desarrollo y progreso, juventud y futuro, considero que me convertiría en un hipócrita, en un felón de la realidad. Digo lo que pienso. No me callo. El silencio para los monasterios y conventos, para los pusilánimes y los enfermos. Mis críticas se fundamentan en la realidad, en datos contrastados. La despoblación galopante de la provincia, la escasa actividad económica, la destrucción del sector primario forman parte de una realidad, triste, que te convoca a la melancolía, que nadie puede ni negar ni esconder , siempre que sea una persona seria y ética.
Y me considero un tío sensato y formal. Por lo tanto, que no se espere de mí que escriba sobre una Zamora irreal, producto de la imaginación calenturienta de un badulaque. Verbigracia: que el sector agropecuario se halla entre los más importantes del país; que los jóvenes terminan sus carreras y encuentran trabajo aquí, que se abren comercios que registran importantes ventas y no se cierra ninguno y que grandes empresas se instalan en nuestros polígonos industriales, y, por supuesto, que los políticos zamoranos defienden a su tierra en las Cortes de Castilla y León, Congreso de los Diputados y Senado, incluso oponiéndose a sus respectivos gobiernos y a sus partidos, porque Zamora es lo primero en la escala de sus valores.
Insistiré, por supuesto, en la realidad que me rodea, en esa calle de San Torcuato, la que fue la segunda arteria comercial de la ciudad, donde hay más de 20 locales vacíos, en alquiler, porque se cerraron los comercios que los ocupaban; en que el turismo que nos llega es de bocadillo y bota de vino, que necesitamos promocionar Zamora de otra manera distinta, para lo que es necesario escuchar y poner en práctica las ideas de las personas que dominan la materia, que todos conocemos, pero a las que los políticos ignoran.
Y no me olvidaré de que hay que salir de nuestros límites provinciales para llamar a las puertas de las asociaciones empresariales de las grandes ciudades para ofrecerles nuestros polígonos como espacios ideales para sus nuevas inversiones. Aquí no vendrá nadie si no cambiamos de criterios. Y eso lo saben en Zamora 10, ese organismo, azuzado por los políticos, que sigue en la pelea por nuestro futuro. Hay caciques a las que no le interesa otra provincia distinta, más poblada, más desarrollada, con agricultura y ganadería modernas y pujantes. Prefieren que los pueblos se queden sin gente, que se construyan nuevas residencias de la tercera edad, un chollo económico, para dejar allí a los ancianos. Esta gente reaccionaria prefiere la paz de los cementerios a una ciudadanía alegre y eufórica, feliz y libérrima. Muestro la evidencia de la crueldad. No hay más.
Nunca mentiré sobre la realidad del estado económico y social de Zamora, que se agravará si el Gobierno regresa al confinamiento, a la alerta, como el ministro Garzón dejó caer, en nefastas declaraciones, afirmando que no se descartaba adoptar, de nuevo, esa drástica medida.
¡Qué quieren hacernos creer que la economía de Zamora crece, que el sector primario se desarrolla, que las materias primas se transforman aquí, que los jóvenes encuentran trabajo en su tierra, que las pensiones son equiparables a las de otras provincias de España, que la actividad industrial aumenta, que los partidos políticos nacionales se preocupan de nuestro desarrollo, que lo de Monte La Reina está hecho, que la transformación en autovía de la N-122 entre Zamora y la frontera lusa se hará realidad en esta legislatura, que los terrenos de Adif se cederán al Ayuntamiento, merced a la gestión de Antidio Fagúndez, y que el desierto demográfico se transformará en un vergel de nuevos zamoranos…! No sé mentir: no me dedico a la política. Carece de futuro aquel político que diga la verdad. Mentir da más votos. La gente digiere mejor el embuste que la sinceridad.
Y si anhelamos que todo cambie, no imitemos a Lampedusa. Sobran políticos e instituciones, cobijo de pelotas y mediocres, gastos superfluos, bicocas públicas. Cuando arrojemos este lastre a la zahúrda del tiempo, empezaremos a distinguir horizontes de grandeza. Entonces, cambiaré mi discurso. Mientras, me ocuparé de denunciar el triste presente de Zamora, de proponer ideas para encontrar la salida a este laberinto, dominado por el minotauro de la apatía, y criticar a los que convirtieron a nuestra tierra en el ano de España.
No sé mentir sobre Zamora. Hay que hablar y escribir claro sobre la deriva de nuestra tierra hacia el abismo económico y social. No queda tiempo. Nos hallamos en nuestra particular milla verde.
Eugenio-Jesús de Ávila
Las críticas, casi siempre viscerales, nacidas en el hígado, rara vez surgidas tras un análisis racional, y las loas de lectores me inspiran. Escribir sobre Zamora, sin duda, me resulta una labor triste, porque su estado económico y social deprime a todo zamorano que tenga sensibilidad, conciencia, memoria. ¡Cómo no criticar, con razones, a los políticos que dicen representarnos; a los partidos nacionales que se olvidaron de que aquí viven españoles, tan dignos como los de Valladolid, Burgos, Gerona o San Sebastián!
Hablar o escribir sobre una Zamora en la que todo es paz y tranquilidad –como la que se respira en los cementerios-; desarrollo y progreso, juventud y futuro, considero que me convertiría en un hipócrita, en un felón de la realidad. Digo lo que pienso. No me callo. El silencio para los monasterios y conventos, para los pusilánimes y los enfermos. Mis críticas se fundamentan en la realidad, en datos contrastados. La despoblación galopante de la provincia, la escasa actividad económica, la destrucción del sector primario forman parte de una realidad, triste, que te convoca a la melancolía, que nadie puede ni negar ni esconder , siempre que sea una persona seria y ética.
Y me considero un tío sensato y formal. Por lo tanto, que no se espere de mí que escriba sobre una Zamora irreal, producto de la imaginación calenturienta de un badulaque. Verbigracia: que el sector agropecuario se halla entre los más importantes del país; que los jóvenes terminan sus carreras y encuentran trabajo aquí, que se abren comercios que registran importantes ventas y no se cierra ninguno y que grandes empresas se instalan en nuestros polígonos industriales, y, por supuesto, que los políticos zamoranos defienden a su tierra en las Cortes de Castilla y León, Congreso de los Diputados y Senado, incluso oponiéndose a sus respectivos gobiernos y a sus partidos, porque Zamora es lo primero en la escala de sus valores.
Insistiré, por supuesto, en la realidad que me rodea, en esa calle de San Torcuato, la que fue la segunda arteria comercial de la ciudad, donde hay más de 20 locales vacíos, en alquiler, porque se cerraron los comercios que los ocupaban; en que el turismo que nos llega es de bocadillo y bota de vino, que necesitamos promocionar Zamora de otra manera distinta, para lo que es necesario escuchar y poner en práctica las ideas de las personas que dominan la materia, que todos conocemos, pero a las que los políticos ignoran.
Y no me olvidaré de que hay que salir de nuestros límites provinciales para llamar a las puertas de las asociaciones empresariales de las grandes ciudades para ofrecerles nuestros polígonos como espacios ideales para sus nuevas inversiones. Aquí no vendrá nadie si no cambiamos de criterios. Y eso lo saben en Zamora 10, ese organismo, azuzado por los políticos, que sigue en la pelea por nuestro futuro. Hay caciques a las que no le interesa otra provincia distinta, más poblada, más desarrollada, con agricultura y ganadería modernas y pujantes. Prefieren que los pueblos se queden sin gente, que se construyan nuevas residencias de la tercera edad, un chollo económico, para dejar allí a los ancianos. Esta gente reaccionaria prefiere la paz de los cementerios a una ciudadanía alegre y eufórica, feliz y libérrima. Muestro la evidencia de la crueldad. No hay más.
Nunca mentiré sobre la realidad del estado económico y social de Zamora, que se agravará si el Gobierno regresa al confinamiento, a la alerta, como el ministro Garzón dejó caer, en nefastas declaraciones, afirmando que no se descartaba adoptar, de nuevo, esa drástica medida.
¡Qué quieren hacernos creer que la economía de Zamora crece, que el sector primario se desarrolla, que las materias primas se transforman aquí, que los jóvenes encuentran trabajo en su tierra, que las pensiones son equiparables a las de otras provincias de España, que la actividad industrial aumenta, que los partidos políticos nacionales se preocupan de nuestro desarrollo, que lo de Monte La Reina está hecho, que la transformación en autovía de la N-122 entre Zamora y la frontera lusa se hará realidad en esta legislatura, que los terrenos de Adif se cederán al Ayuntamiento, merced a la gestión de Antidio Fagúndez, y que el desierto demográfico se transformará en un vergel de nuevos zamoranos…! No sé mentir: no me dedico a la política. Carece de futuro aquel político que diga la verdad. Mentir da más votos. La gente digiere mejor el embuste que la sinceridad.
Y si anhelamos que todo cambie, no imitemos a Lampedusa. Sobran políticos e instituciones, cobijo de pelotas y mediocres, gastos superfluos, bicocas públicas. Cuando arrojemos este lastre a la zahúrda del tiempo, empezaremos a distinguir horizontes de grandeza. Entonces, cambiaré mi discurso. Mientras, me ocuparé de denunciar el triste presente de Zamora, de proponer ideas para encontrar la salida a este laberinto, dominado por el minotauro de la apatía, y criticar a los que convirtieron a nuestra tierra en el ano de España.
No sé mentir sobre Zamora. Hay que hablar y escribir claro sobre la deriva de nuestra tierra hacia el abismo económico y social. No queda tiempo. Nos hallamos en nuestra particular milla verde.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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