Vicente Merino: un empresario a quien deberían imitar los jóvenes zamoranos

Septiembre, mes clave para asir el futuro industrial de nuestra provincia, o parte de ella, su noreste. La Diputación ha de celebrar un pleno en el que se apruebe la compra definitiva a Iberdrola del erial de Barcial del Barco, propiedad de la multinacional que preside el charro Sánchez Galán. Cabe suponer que la oposición, PSOE e IU, al gobierno de Requejo con el PP apoye ese gasto, poco más de 300.000 euros, que se devolverán a la institución en su momento, porque jamás en nuestra provincia se habrá invertido tanto dinero en un proyecto como el del ingeniero zamorano leonés Vicente Merino Febrero. Durante su construcción, se crearán miles de puestos de trabajo y, una vez en funcionamiento, dará trabajo a 200 personas y labores a miles de empresarios.

No dudo que Iberdrola, una vez que la Diputación exprese por escrito su deseo de adquirir ese terreno, no ponga ningún impedimento. La compañía, que tanta energía extrajo de nuestra geografía durante el siglo XX, mantiene una deuda con esta provincia. No nos regalará nada, porque se le pagará ese erial con el dinero de todos los zamoranos. Nuestro futuro, como ya he escrito, pasa por la transformación de nuestras materias primas en Zamora.

Merino lo vio. Merino lo buscó. Lo encontró, pero también halló enemigos poderosos que detuvieron la noble marcha del proyecto. Si la Junta de Herrera y del fallecido Villanueva, más los caciques locales, vicarios del consejero de Pucela, hubieras sido gente diligente, políticos auténticos, no malandrines de la cosa pública, la Biorrefinería de Barcial del Barco ya produciría, desde hace tiempo, bioetanol, petróleo verde, y piensos de calidad, con lo que nuestros remolacheros habrían ganado dinero con su cultivo y otros muchos profesionales del sector primario.

Ahora bien, pongamos que a Iberdrola se le cruza el cable y no vende ese erial a la Diputación. ¿Qué hacer? Que habría preguntado Lenin a principios del siglo pasado para desarrollar su estrategia revolucionaria para tomar el poder. Aquí y ahora no se trata de asaltar los cielos, frase que copió Iglesias, un hombre sin ideas, de la Grecia Clásica y la toma del Olimpo, que, a su vez, fraguó entre el romanticismo alemán, que hizo propia Marx. Pues criticar a la multinacional que preside Sánchez Galán, charro, por lo tanto, perfecto conocedor de las carencias de la provincia hermana del norte, de Zamora.

Me imagino que Francisco José Requejo, presidente de la Diputación, habrá hablado con el delegado de la compañía en Castilla y León. En su día, le dio su palabra. Ha pasado el tiempo. Me imagino que cumplirá, porque es hombre de honor. Solo queda un trámite más: que la institución provincial aprueba, en Pleno, ese gasto: poco más de 300.000 euros, quizá demasiado dinero para un terreno tan baldío. Pero en esa tierra yerma se haya el futuro de parte de nuestra provincia.  Si hay un alumbramiento feliz, felicitará a Requejo por su perseverancia, su cercanía al proyecto industrial de Merino, su fe en la inversión privada, virtudes que jamás tuvo la ex presidenta de la cosa, Martín Pozo, y ahora senadora, de la que nunca más se supo.

Y, por supuesto, Vicente Merino, si alcanza su objetivo, debería ponerse como ejemplo de lo que significa la paciencia, la fe, la fuerza por hacer que un deseo se convierta en realidad. Algún día contará, negro sobre blanco, la historia de su proyecto. Esta provincia necesita más gente como el ingeniero zamorano y leonés. No olvidemos que nunca jamás hubo una inversión tan importante de capital privado en la mancillada, olvidada y maltratada provincia de Zamora.

Eugenio-Jesús de Ávila