PASIÓN POR ZAMORA
Un par de ideas utópicas para embellecer Zamora
Regreso esta tarde, cuando el sol se pierden por las Pajarancas, a nuestra Zamora, a la suya y a la mía, a la de todos, rojos y azules, inteligentes y cortos, guapos y feos, para ofrecer ideas, que quizá se consideren dentro del marco de la utopía, pero que contribuirían a embellecer nuestra ciudad, a decorarla, rejuvenecerla, transformarla y, si me permite, convertirla en una urbe erótica, atractiva, adorable.
Mi primera propuesta, no en el orden jerárquico, se fundamenta en la entrada por la avenida de Galicia. Las primeras impresiones que recogerá cualquier viajero, traducidas en palabras, podrían ser: “¡Horrible, feísima, desfasada…pero cómo vive gente en esos edificios, construidos hace 70 años!”. Pido perdón a los dueños e inquilinos de esas viviendas. Pero quiero proponer un cambio estético en esa presentación por el norte de nuestra Zamora. Me propongo que se derriben todos esos inmuebles, a izquierda y derecha, que se construyan viviendas sociales en otras zonas de la ciudad para que esas familias ocupen pisos más espaciosos y modernos, y ajardinar esos terrenos, plantar árboles de diferentes especies y construir fuentes dignas de nuestra ciudad.
Me temo que esas viviendas nunca podrían recuperarse como sucedió con las de Los Bloques. Por lo tanto, hay que pensar de otra manera, buscar otras soluciones, otras salidas para los vecinos y para esa zona del barrio de San José Obrero.
Segunda propuesta. Como paseo todos los días por la periferia de la ciudad, me duele que los alrededores de la iglesia de Santiago de los Caballeros hallense tan abandonados, eriales, cardos y vegetación salvaje, que ofrecen una imagen deplorable de la ciudad. Todos los días cientos o miles de zamoranos pasean por esa zona y, antes de la pandemia, el tren turístico también circulaba por el Puente de los Poetas. ¿Y qué observan? Pues que unos terrenos privados, en una zona tan hermosa, tan dejados, tan olvidados, condenan a nuestra ciudad al ridículo, a la fealdad, a lo inexplicable. ¿Qué pido? Pues que el Ayuntamiento haga una oferta de adquisición a sus propietarios. No creo que exijan, más en estos momentos, la luna en forma de miles de euros. Y después, más y más jardines y árboles y fuentes. Y, si hubiera terrenos públicos, más sencillo para transformarlos.
La imagen de esa parte de la ciudad, tan cercana al adiós del Duero de su ciudad del alma, me resulta deplorable. Cierto que ese puente nunca tuvo que construirse ahí, tan abajo; pero había intereses espurios de los constructores que compraron esas tierras, porque creyeron que darían otro pelotazo con el nuevo puente, aguas debajo de la ciudad, como sucedió con el viaducto de Los Tres Árboles, cuando era ministro del MOPU el ínclito Luis Ortiz.
Critico, porque me lo pide mi profesión, mi inteligencia y mi concepto de la política y mi amor por la justicia, al poder y a la sociedad de la que formo parte. Me critico también a mí, como periodista, como ciudadano, porque le fallé a mi ciudad y a mi gente. Todos los días me juzgo, antes de que el sueño me empape del perfume del subconsciente. Y me suelo condenar.
Pero también propongo ideas para cambiar mi ciudad. No me queda mucho tiempo de patearla, bien porque me iré, amargado la vulgaridad que la ahoga, de ese optimismo egoísta, ya porque me vendrá a buscar las parcas. Considero, pues, que ahora debo aportar ideas, hoy un par de ellas, para morirme con la conciencia tranquila, sin traicionarme a mí mismo, que es la felonía que ni el mismísimo Dios, si existiera, perdonaría.
Eugenio-Jesús de Ávila
Regreso esta tarde, cuando el sol se pierden por las Pajarancas, a nuestra Zamora, a la suya y a la mía, a la de todos, rojos y azules, inteligentes y cortos, guapos y feos, para ofrecer ideas, que quizá se consideren dentro del marco de la utopía, pero que contribuirían a embellecer nuestra ciudad, a decorarla, rejuvenecerla, transformarla y, si me permite, convertirla en una urbe erótica, atractiva, adorable.
Mi primera propuesta, no en el orden jerárquico, se fundamenta en la entrada por la avenida de Galicia. Las primeras impresiones que recogerá cualquier viajero, traducidas en palabras, podrían ser: “¡Horrible, feísima, desfasada…pero cómo vive gente en esos edificios, construidos hace 70 años!”. Pido perdón a los dueños e inquilinos de esas viviendas. Pero quiero proponer un cambio estético en esa presentación por el norte de nuestra Zamora. Me propongo que se derriben todos esos inmuebles, a izquierda y derecha, que se construyan viviendas sociales en otras zonas de la ciudad para que esas familias ocupen pisos más espaciosos y modernos, y ajardinar esos terrenos, plantar árboles de diferentes especies y construir fuentes dignas de nuestra ciudad.
Me temo que esas viviendas nunca podrían recuperarse como sucedió con las de Los Bloques. Por lo tanto, hay que pensar de otra manera, buscar otras soluciones, otras salidas para los vecinos y para esa zona del barrio de San José Obrero.
Segunda propuesta. Como paseo todos los días por la periferia de la ciudad, me duele que los alrededores de la iglesia de Santiago de los Caballeros hallense tan abandonados, eriales, cardos y vegetación salvaje, que ofrecen una imagen deplorable de la ciudad. Todos los días cientos o miles de zamoranos pasean por esa zona y, antes de la pandemia, el tren turístico también circulaba por el Puente de los Poetas. ¿Y qué observan? Pues que unos terrenos privados, en una zona tan hermosa, tan dejados, tan olvidados, condenan a nuestra ciudad al ridículo, a la fealdad, a lo inexplicable. ¿Qué pido? Pues que el Ayuntamiento haga una oferta de adquisición a sus propietarios. No creo que exijan, más en estos momentos, la luna en forma de miles de euros. Y después, más y más jardines y árboles y fuentes. Y, si hubiera terrenos públicos, más sencillo para transformarlos.
La imagen de esa parte de la ciudad, tan cercana al adiós del Duero de su ciudad del alma, me resulta deplorable. Cierto que ese puente nunca tuvo que construirse ahí, tan abajo; pero había intereses espurios de los constructores que compraron esas tierras, porque creyeron que darían otro pelotazo con el nuevo puente, aguas debajo de la ciudad, como sucedió con el viaducto de Los Tres Árboles, cuando era ministro del MOPU el ínclito Luis Ortiz.
Critico, porque me lo pide mi profesión, mi inteligencia y mi concepto de la política y mi amor por la justicia, al poder y a la sociedad de la que formo parte. Me critico también a mí, como periodista, como ciudadano, porque le fallé a mi ciudad y a mi gente. Todos los días me juzgo, antes de que el sueño me empape del perfume del subconsciente. Y me suelo condenar.
Pero también propongo ideas para cambiar mi ciudad. No me queda mucho tiempo de patearla, bien porque me iré, amargado la vulgaridad que la ahoga, de ese optimismo egoísta, ya porque me vendrá a buscar las parcas. Considero, pues, que ahora debo aportar ideas, hoy un par de ellas, para morirme con la conciencia tranquila, sin traicionarme a mí mismo, que es la felonía que ni el mismísimo Dios, si existiera, perdonaría.
Eugenio-Jesús de Ávila



















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