FESTIVIDAD DE LA CRUZ
Al Nazareno hortelano de San Frontis
Atendiendo la solicitud de la Cofradía del Señor y de la Santa Cruz, he escrito para su página web de hoy día 14, festividad de la Cruz, la siguiente oración, que dedico a los devotos del Nazareno y a los vecinos del barrio, en particular a la memoria de uno de ellos, fallecido recientemente, mi querido Emilio Petisco Molina
Con la cruz como enseña, salías antaño hasta las huertas y campos que marcaban tu barrio a bendecir con tu mirada los esfuerzos del hombre por sacar de la tierra un fruto tan bien trabajado como merecido y, a veces, tan débil e imprevisto. Entonces madrugaba el sol para verte en la mañana niña del tres de mayo, de litúrgico acento en la Invención de tu cruz, que alzaron las populares cruces de mayo, solo sostenidas en pie por una larga y popular veneración.
Regresaban satisfechos los hortelanos y jornaleros a sus faenas tras haberte llevado con ellos a ver pisar la primera luz, los surcos de sus tierras, ya en promisión y saber o creer que tus pies allí detenían las embestidas del granizo, las mordeduras de la sequía o del agua desbarrancada de la tormenta.
Tenían una fe ciega en Ti. Con ella vivían los días de quebranto, las jornadas de gozo y la tensa espera, a veces desilusionada, del fruto escaso o justo o, a lo mejor, también el rédito mezquino, injusto de su trabajo.
Luego la Iglesia cambió tu paso de rogativa de mayo con esperanzas de cosecha, a septiembre, a hoy, cuando el fruto, poco o mucho, está ya recogido. Hoy, 14 de septiembre de este año que parece, aunque suene a blasfemia, más del demonio que tuyo, saldrás sólo a la memoria y al corazón de los tuyos, los sanfrontinos de antes y los de ahora, separados por la muerte pero uncidos todos al yugo de tu cruz bendita, unos aquí en la tierra que trabajan y otros allá donde reina la luz resplandeciente en que convertiste esa tu cruz al hombro por el barrio.
Hoy no saldrás pero no hace falta porque, anda que no conoces a tus vecinos y sabes lo que quieren y necesitan: que llegue la sementera a tiempo y la lluvia a punto, en su momento, ni antes ni después, que el sol empequeñezca los fríos y nieblas de esta tierra, que las heladas sean breves y leves y que el barbecho sea agradecido al año siguiente.
Aunque hoy, sobre todo, te pedirán por su salud, ahora que crecen en sus casas y terrenos, junto a sus familias y trabajos, los abrojos y cizañas de una epidemia tan imprevisible y angustiosa que recorre el mundo y lo conmueve y que en tu barrio y en tu ciudad ha dejado su funesta huella.
Hoy, Nazareno hortelano y sanfrontino, nos muestras una vez más, sin salir de casa, sin caperuces ni rogativas, desde la atalaya diminuta de tu altar, la bondad de tu mirada, la firmeza de tus pasos y la convicción con que tus manos abrazan la cruz. Que esas virtudes, bondad, firmeza, convicción, nos conforten y animen en momentos tan duros como éstos, que de ellos sabes Tú también un rato largo.
Luis Felipe Delgado de Castro
Con la cruz como enseña, salías antaño hasta las huertas y campos que marcaban tu barrio a bendecir con tu mirada los esfuerzos del hombre por sacar de la tierra un fruto tan bien trabajado como merecido y, a veces, tan débil e imprevisto. Entonces madrugaba el sol para verte en la mañana niña del tres de mayo, de litúrgico acento en la Invención de tu cruz, que alzaron las populares cruces de mayo, solo sostenidas en pie por una larga y popular veneración.
Regresaban satisfechos los hortelanos y jornaleros a sus faenas tras haberte llevado con ellos a ver pisar la primera luz, los surcos de sus tierras, ya en promisión y saber o creer que tus pies allí detenían las embestidas del granizo, las mordeduras de la sequía o del agua desbarrancada de la tormenta.
Tenían una fe ciega en Ti. Con ella vivían los días de quebranto, las jornadas de gozo y la tensa espera, a veces desilusionada, del fruto escaso o justo o, a lo mejor, también el rédito mezquino, injusto de su trabajo.
Luego la Iglesia cambió tu paso de rogativa de mayo con esperanzas de cosecha, a septiembre, a hoy, cuando el fruto, poco o mucho, está ya recogido. Hoy, 14 de septiembre de este año que parece, aunque suene a blasfemia, más del demonio que tuyo, saldrás sólo a la memoria y al corazón de los tuyos, los sanfrontinos de antes y los de ahora, separados por la muerte pero uncidos todos al yugo de tu cruz bendita, unos aquí en la tierra que trabajan y otros allá donde reina la luz resplandeciente en que convertiste esa tu cruz al hombro por el barrio.
Hoy no saldrás pero no hace falta porque, anda que no conoces a tus vecinos y sabes lo que quieren y necesitan: que llegue la sementera a tiempo y la lluvia a punto, en su momento, ni antes ni después, que el sol empequeñezca los fríos y nieblas de esta tierra, que las heladas sean breves y leves y que el barbecho sea agradecido al año siguiente.
Aunque hoy, sobre todo, te pedirán por su salud, ahora que crecen en sus casas y terrenos, junto a sus familias y trabajos, los abrojos y cizañas de una epidemia tan imprevisible y angustiosa que recorre el mundo y lo conmueve y que en tu barrio y en tu ciudad ha dejado su funesta huella.
Hoy, Nazareno hortelano y sanfrontino, nos muestras una vez más, sin salir de casa, sin caperuces ni rogativas, desde la atalaya diminuta de tu altar, la bondad de tu mirada, la firmeza de tus pasos y la convicción con que tus manos abrazan la cruz. Que esas virtudes, bondad, firmeza, convicción, nos conforten y animen en momentos tan duros como éstos, que de ellos sabes Tú también un rato largo.
Luis Felipe Delgado de Castro























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