Salto al vacío

La vida te somete algunas veces a pruebas en las que habrás de definirte como persona, en las que tendrás que decidir entre lo malo y lo peor, entre lo que se supone correcto y lo que no lo es tanto. Pruebas y más pruebas, vallas y más vallas, obstáculos y piedras. Pero solo nos dan una vida, que puede ser  longeva o corta, fructífera o inútil.  Tendrás que tomar caminos y sortear encrucijadas. Se te tomará en cuenta o no contarás para nadie. Te amará quien no deseas o amarás a quien no te quiere. Es azar. Lotería perversa.

No hay tiempo para seguir empeñados en jugar al ensayo o error. No se puede retomar la partida desde el comienzo como si nada hubiera pasado antes. Todo lo que has experimentado formará parte de tu esencia, esa que querrás y defenderás a toda costa o aquella que detestarás por no concederte lo que ansiabas.  Habrá personas a las que podrás mirar a la cara sin ambages y otras a las que preferirás olvidar porque se llevaron consigo parte de tu existencia, parte de tu propio cuerpo.

Es como si fueras pululando por las calles faltándote una parte de tu memoria, sin saber cuál es la dirección correcta porque perdiste el rumbo y tienes la obligación de recuperarlo antes de que den las doce de la noche y tu vestido de estrellas se convierta en harapos. Perseguimos la perfección en todo. Pensamos, tontos de nosotros, que los demás buscarán lo mismo y sentirán del mismo modo. Finalmente, llegará la derrota y la decepción.

Es una relación de causalidad de la que extraeremos un aprendizaje para lograr mantener un mínimo de cordura y de equilibrio emocional. Pero la vida no es fácil. Siempre te cobra una factura que quizá no puedas pagar con dinero de este mundo. 

Nélida L. Del Estal Sastre