CONFESIONES ÍNTIMAS
Se me van acabando las ganas de vivir
El sol es un caballero; yo, también. Se va todas las noches, pero regresa siempre al alba. Yo dejo de amar para volver a amar. Y, cuando se despide el astro rey, como ocurre en Montamarta, besa el labio inferior del embalse del Esla antes de mojar sus cabellos en el Atlántico. Yo, cuando digo adiós, no vuelvo al lugar del crimen de la pasión.
Yo, lo confieso, soy un sol ya entregado a la luna. Ya no conquisto tierras femeninas ni aguas frescas y transparentes. Me voy y vengo. Pero sin muchas ganas. Me siento querido por una mujer que tiene por savia sangre de Zamora. Ella es un poco Selene. Pero más caliente. Conozco su cara oculta: sensual, hermosa y sensible. No necesito más ternura, ni cariño, ni detalles. Me colma. No sé por qué me ama. A mí, cuando se ama, siempre me resulta excesivo, porque no merezco tanta pasión, inmensos arrebatos, frenesí desmedido. Si solo doy lo que tengo, y poseo tan poco. Un alma vieja, ya enjuta, cansada de mi cuerpo, hastiada de mis huesos, que anhela irse a otra reencarnación, y abandonar este yo que ya es, este yo que fue, este yo que quiso ser tú.
Me quedan pocas puestas de sol, escasos besos que estrellar sobre una boca femenina, tenue luz con la que iluminar unos senos femeninos. Mi yo se decolora. En breve, formaré un arco iris después de hacerle el amor a la lluvia. No doy mucho más de sí. Se me ha ido acabando el amor, el calor, las ganas de vivir. Quizá un amanecer de estos, ya no me encontraréis al alba. En fin. The End.
Eugenio-Jesús de Ávila
El sol es un caballero; yo, también. Se va todas las noches, pero regresa siempre al alba. Yo dejo de amar para volver a amar. Y, cuando se despide el astro rey, como ocurre en Montamarta, besa el labio inferior del embalse del Esla antes de mojar sus cabellos en el Atlántico. Yo, cuando digo adiós, no vuelvo al lugar del crimen de la pasión.
Yo, lo confieso, soy un sol ya entregado a la luna. Ya no conquisto tierras femeninas ni aguas frescas y transparentes. Me voy y vengo. Pero sin muchas ganas. Me siento querido por una mujer que tiene por savia sangre de Zamora. Ella es un poco Selene. Pero más caliente. Conozco su cara oculta: sensual, hermosa y sensible. No necesito más ternura, ni cariño, ni detalles. Me colma. No sé por qué me ama. A mí, cuando se ama, siempre me resulta excesivo, porque no merezco tanta pasión, inmensos arrebatos, frenesí desmedido. Si solo doy lo que tengo, y poseo tan poco. Un alma vieja, ya enjuta, cansada de mi cuerpo, hastiada de mis huesos, que anhela irse a otra reencarnación, y abandonar este yo que ya es, este yo que fue, este yo que quiso ser tú.
Me quedan pocas puestas de sol, escasos besos que estrellar sobre una boca femenina, tenue luz con la que iluminar unos senos femeninos. Mi yo se decolora. En breve, formaré un arco iris después de hacerle el amor a la lluvia. No doy mucho más de sí. Se me ha ido acabando el amor, el calor, las ganas de vivir. Quizá un amanecer de estos, ya no me encontraréis al alba. En fin. The End.
Eugenio-Jesús de Ávila






















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.80