COSAS MÍAS
Vente a morir a Zamora
La Zamora que fue. La Zamora que se nos escapa. La Zamora que fenece. La Zamora que me vio nacer y no sé si morir, se evapora, se licúa o se seca. El equipo de gobierno lo sabe. Ayer, la noticia más impactante de la Junta de Gobierno Local la constituyó la ampliación del cementerio San Atilano. Lógico. Cada día somos más mayores. Se muere mucha gente, personas que nunca se habían muerto. En esta ciudad se muere más despacio. El adiós a la vida del zamorano se realiza como a cámara lenta. Zamora vive, desde hace tiempo, por inercia. Nada cambia. Todo permanece. La antítesis del todo fluye de Heráclito. Eso es mi Zamora, nuestra Zamora.
Cierran comercios, franquicias; no habrá más fogones en el Bier, Vaquero, empresa emblemática, una referencia en la perfumería y droguería de nuestra ciudad, bajará la trapa de su tienda en el Riego, que se abrió no ha mucho tiempo; San Torcuato se alquila. De seguir así la dinámica económica, de aquí a unos años solo tendrá clientela la iglesia que da nombre a la que fue segunda arteria comercial de Zamora. No obstante, las almas pías también se reducen, porque los espíritus envejecen y ascienden a otra dimensión. Zamora se convertirá en la ciudad de las cigüeñas y de los pardales, de los ancianos y de la ucronía, lo que pudo haber sido y no fue.
Y llegará un día en el que nos roben en el Duero, que nos quiten las nieblas, el románico y la historia. Aquí se nos perdió la fe, nos tiñeron el verde de la esperanza del negro del luto y nos vistieron de menesterosos para hacer caridad.
Alguien pensó un día que Zamora podría ser una excelente ciudad para contraer matrimonio. Ya no lo es para nacer. Solo nos queda invitar al personal a que venga morir a Zamora, que se muere muy lento y, me temo, que un par de veces.
Eugenio-Jesús de Ávila
La Zamora que fue. La Zamora que se nos escapa. La Zamora que fenece. La Zamora que me vio nacer y no sé si morir, se evapora, se licúa o se seca. El equipo de gobierno lo sabe. Ayer, la noticia más impactante de la Junta de Gobierno Local la constituyó la ampliación del cementerio San Atilano. Lógico. Cada día somos más mayores. Se muere mucha gente, personas que nunca se habían muerto. En esta ciudad se muere más despacio. El adiós a la vida del zamorano se realiza como a cámara lenta. Zamora vive, desde hace tiempo, por inercia. Nada cambia. Todo permanece. La antítesis del todo fluye de Heráclito. Eso es mi Zamora, nuestra Zamora.
Cierran comercios, franquicias; no habrá más fogones en el Bier, Vaquero, empresa emblemática, una referencia en la perfumería y droguería de nuestra ciudad, bajará la trapa de su tienda en el Riego, que se abrió no ha mucho tiempo; San Torcuato se alquila. De seguir así la dinámica económica, de aquí a unos años solo tendrá clientela la iglesia que da nombre a la que fue segunda arteria comercial de Zamora. No obstante, las almas pías también se reducen, porque los espíritus envejecen y ascienden a otra dimensión. Zamora se convertirá en la ciudad de las cigüeñas y de los pardales, de los ancianos y de la ucronía, lo que pudo haber sido y no fue.
Y llegará un día en el que nos roben en el Duero, que nos quiten las nieblas, el románico y la historia. Aquí se nos perdió la fe, nos tiñeron el verde de la esperanza del negro del luto y nos vistieron de menesterosos para hacer caridad.
Alguien pensó un día que Zamora podría ser una excelente ciudad para contraer matrimonio. Ya no lo es para nacer. Solo nos queda invitar al personal a que venga morir a Zamora, que se muere muy lento y, me temo, que un par de veces.
Eugenio-Jesús de Ávila

























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