LIBERTAD
Sin demócratas no hay democracia, sin Justicia independiente, menos
Analizar la sociedad y la política en esta década del siglo XXI con los quevedos del ecuador del siglo XIX me parece la política más reaccionaria que pudiera aplicarse en este otoño de 2020. Pablo Iglesias y sus cuates morados viven en el anacronismo político. Creen estos parvulitos comunistas, que solo leyeron los titulares de Karl Marx, nunca profundizaron en las teorías del judío converso de Tréveris, porque no lo entendían, que el Manifiesto Comunista mantiene su vigencia cuando avanzamos en estos otoño pandémico.
Aquel libelo, también sectario, nada científico, se escribió en 1848. Karl Popper, en 1992, afirmó que “La teoría marxista era absolutamente falsa y pretenciosa. El marxismo murió de marxismo". El filósofo austriaco, confesó en su momento que “me salvé por poco de caer en la trampa ratonera de la ideología marxista". El que esto firma también resultó seducido por el marxismo. Me caí el caballo cuando la realidad me demostró la falsedad de mi deseo. Antaño, odiaba a la derecha, quería una Justicia controlada por el poder político, una prensa pública y un régimen republicano, pero sin participación de partidos conservadores. Un totalitario de libro.
Todavía hay gente muy mayor, contribuyendo a este enorme engaño. Hay personas que anhelan, desean, claman por una dictadura del proletariado, y otras que buscamos profundizar, hasta el tuétano, la actual democracia, que muestra excrecencias, granos, pus que habría que limpiar. No queremos a tipos como Vyshinski como fiscales del Estado en España. ¿Libertad o totalitarismo? Yo me rebelén contra la servidumbre. No me gusta ser una oveja más del rebaño humano.
Popper fue uno de los grandes genios del siglo XX. Esos asertos los pronunció en una visita a España, cuando ya era un anciano. Su tremenda inteligencia demostró lo que fue el marxismo y sus hijos. No obstante, todavía hay parvulitos que, por odio o porque carecen de talento, creen en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, como el judío ortodoxo en La Biblia o el católico en los Evangelios o el musulmán en El Corán, porque tienen fe, nunca porque la razón esclareciera sus mentes.
Ahora, en este otoño seco, el Gobierno de España quiere dar otra puñalada a Montesquieu. En su día, Guerra lo intentó. Recordemos que fue Felipe González, en 1985, en querer controlar a la Justicia, porque el horizonte penal de numerosos dirigentes socialistas y de él mismo, con los GAL, presentaba negros nubarrones. Después el PP, con Aznar, y más tarde, como ministro de Justicia, con Gallardón, mantuvo ese reparto de magistrados, de acuerdo a unas determinadas inclinaciones ideológicas. Había, al parecer, jueces progresistas y conservadores. Uno de ultra izquierda, íntimo del prevaricador Garzón y de la fiscal general del Estado, De Prada, elaboró la causa para la Moción de Censura contra Rajoy por el caso Gürtel. El Supremo esclareció la trama ayer mismo: “No puede afirmarse la autoría del Partido Popular como autor de delitos de corrupción y prevaricación irregular, cuando esta posibilidad de que fuera destinatario de sobornos no fue objeto de acusación”.
Los políticos, a derecha e izquierda, el centro es pura entelequia, han convertido esta democracia en pura filfa. PSOE, primero, y después el PP, deconstruyeron la Transición, al acabar con la independencia de la Justicia. Sin división de poderes no existe democracia alguna. Hoy mismo, en Francia, modelo de democracia, la Policía, ha iniciado registros, en el marco de una investigación judicial, en el domicilio del actual ministro de Salud, su predecesora y el ex primer ministro y en el del director general de la Salud, por la posible mala gestión de la pandemia del Covid-19.
En España, resultaría imposible, porque la propia Fiscalía General del Estado, dirigida por una ex ministra de Justicia del actual Gobierno, hecho insólito, inaudito, en nuestra democracia, lo ha impediría. A nuestra democracia le falta calidad, verdad, profundidad. Nuestra democracia resulta inviable, porque los partidos políticos españoles ni son demócratas, ni lo son sus dirigentes. Y la Justicia, más si el ejecutivo social-comunista alcanza su objetivo, gozará de independencia para vigilar al poder ejecutivo. Si la Ley no se halla por encima del hombre, la tiranía tomará el poder. El mejor Consejo General del Poder Judicial sería el que no existiera. Los jueces deberían elegir entre ellos su forma de gobernarse para ser libérrimos.
Solo un proceso judicial como “Mani pulite” (Manos limpias), ejecutado por una serie de magistrados, que llevó ante la Justicia italiana, a unos 4.000 políticos y empresarios, protagonistas de una extensa red de corrupción, en la que estaban implicados los partidos más importantes, con protagonismo destacado del socialista Bettino Craxi y grupos empresariales, lograría construir una verdadera democracia.
Pero nuestros magistrados, en breve, perderán, si es que les quedaba alguna, su independencia. La suerte está echada. El actual Gobierno de Pedro y Pablo, apóstoles del neocomunismo del siglo XXI, tiene las manos libres para aplicar sus proyectos de ingeniería social para España. ¡Qué Dios reparte suerte! Siendo ateo, como es mi caso, tendré que refugiarme entre las palabras.
Eugenio-Jesús de Ávila
Analizar la sociedad y la política en esta década del siglo XXI con los quevedos del ecuador del siglo XIX me parece la política más reaccionaria que pudiera aplicarse en este otoño de 2020. Pablo Iglesias y sus cuates morados viven en el anacronismo político. Creen estos parvulitos comunistas, que solo leyeron los titulares de Karl Marx, nunca profundizaron en las teorías del judío converso de Tréveris, porque no lo entendían, que el Manifiesto Comunista mantiene su vigencia cuando avanzamos en estos otoño pandémico.
Aquel libelo, también sectario, nada científico, se escribió en 1848. Karl Popper, en 1992, afirmó que “La teoría marxista era absolutamente falsa y pretenciosa. El marxismo murió de marxismo". El filósofo austriaco, confesó en su momento que “me salvé por poco de caer en la trampa ratonera de la ideología marxista". El que esto firma también resultó seducido por el marxismo. Me caí el caballo cuando la realidad me demostró la falsedad de mi deseo. Antaño, odiaba a la derecha, quería una Justicia controlada por el poder político, una prensa pública y un régimen republicano, pero sin participación de partidos conservadores. Un totalitario de libro.
Todavía hay gente muy mayor, contribuyendo a este enorme engaño. Hay personas que anhelan, desean, claman por una dictadura del proletariado, y otras que buscamos profundizar, hasta el tuétano, la actual democracia, que muestra excrecencias, granos, pus que habría que limpiar. No queremos a tipos como Vyshinski como fiscales del Estado en España. ¿Libertad o totalitarismo? Yo me rebelén contra la servidumbre. No me gusta ser una oveja más del rebaño humano.
Popper fue uno de los grandes genios del siglo XX. Esos asertos los pronunció en una visita a España, cuando ya era un anciano. Su tremenda inteligencia demostró lo que fue el marxismo y sus hijos. No obstante, todavía hay parvulitos que, por odio o porque carecen de talento, creen en el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, como el judío ortodoxo en La Biblia o el católico en los Evangelios o el musulmán en El Corán, porque tienen fe, nunca porque la razón esclareciera sus mentes.
Ahora, en este otoño seco, el Gobierno de España quiere dar otra puñalada a Montesquieu. En su día, Guerra lo intentó. Recordemos que fue Felipe González, en 1985, en querer controlar a la Justicia, porque el horizonte penal de numerosos dirigentes socialistas y de él mismo, con los GAL, presentaba negros nubarrones. Después el PP, con Aznar, y más tarde, como ministro de Justicia, con Gallardón, mantuvo ese reparto de magistrados, de acuerdo a unas determinadas inclinaciones ideológicas. Había, al parecer, jueces progresistas y conservadores. Uno de ultra izquierda, íntimo del prevaricador Garzón y de la fiscal general del Estado, De Prada, elaboró la causa para la Moción de Censura contra Rajoy por el caso Gürtel. El Supremo esclareció la trama ayer mismo: “No puede afirmarse la autoría del Partido Popular como autor de delitos de corrupción y prevaricación irregular, cuando esta posibilidad de que fuera destinatario de sobornos no fue objeto de acusación”.
Los políticos, a derecha e izquierda, el centro es pura entelequia, han convertido esta democracia en pura filfa. PSOE, primero, y después el PP, deconstruyeron la Transición, al acabar con la independencia de la Justicia. Sin división de poderes no existe democracia alguna. Hoy mismo, en Francia, modelo de democracia, la Policía, ha iniciado registros, en el marco de una investigación judicial, en el domicilio del actual ministro de Salud, su predecesora y el ex primer ministro y en el del director general de la Salud, por la posible mala gestión de la pandemia del Covid-19.
En España, resultaría imposible, porque la propia Fiscalía General del Estado, dirigida por una ex ministra de Justicia del actual Gobierno, hecho insólito, inaudito, en nuestra democracia, lo ha impediría. A nuestra democracia le falta calidad, verdad, profundidad. Nuestra democracia resulta inviable, porque los partidos políticos españoles ni son demócratas, ni lo son sus dirigentes. Y la Justicia, más si el ejecutivo social-comunista alcanza su objetivo, gozará de independencia para vigilar al poder ejecutivo. Si la Ley no se halla por encima del hombre, la tiranía tomará el poder. El mejor Consejo General del Poder Judicial sería el que no existiera. Los jueces deberían elegir entre ellos su forma de gobernarse para ser libérrimos.
Solo un proceso judicial como “Mani pulite” (Manos limpias), ejecutado por una serie de magistrados, que llevó ante la Justicia italiana, a unos 4.000 políticos y empresarios, protagonistas de una extensa red de corrupción, en la que estaban implicados los partidos más importantes, con protagonismo destacado del socialista Bettino Craxi y grupos empresariales, lograría construir una verdadera democracia.
Pero nuestros magistrados, en breve, perderán, si es que les quedaba alguna, su independencia. La suerte está echada. El actual Gobierno de Pedro y Pablo, apóstoles del neocomunismo del siglo XXI, tiene las manos libres para aplicar sus proyectos de ingeniería social para España. ¡Qué Dios reparte suerte! Siendo ateo, como es mi caso, tendré que refugiarme entre las palabras.
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