ZAMORANA
¡Ya está bien de fiestas y festejos!
Pongámonos serios y dejemos de lado la frivolidad, no son tiempos de chufla ni de jolgorio, ni tampoco de fiestas. Nos estamos jugando la salud en esa ruleta rusa que decide quien va a vivir y quien morirá por la insensatez de algunos que no saben existir sin ocio. Hemos de aparcar las salidas en grupo, las fiestas y los encuentros masivos porque estamos inmersos en una pandemia que está dejando una estela de muertos que no podemos ni debemos olvidar.
Tenemos una cultura de fiesta tan imbuida en nuestra forma de vida, que parece que no supiéramos vivir sin celebraciones y festejos. El virus llegó, pero un día se irá o si permanece, será mucho menos letal; es cuestión, pues, de esperar unos meses hasta que esta hecatombe haya pasado para reanudar la vida que teníamos antes, una vida sin restricciones y plena de libertad; es decir, la que todos sin excepción queremos; pero antes hay que atender a las recomendaciones de quienes nos indican cómo frenar este mal, no extenderlo y reconocer que está en nuestras manos acabar con él.
A pesar de la incertidumbre que como ciudadanos en manos de gobernantes ineficaces padecemos, a pesar de las contradicciones en las recomendaciones que nos hacen hoy para variarlas mañana, a pesar de lo difícil que resulta ver cómo aumentan las cifras de parados, cómo van cerrando negocios y hundiéndose la economía… a pesar y por todo ello, ahora es obligado un esfuerzo general de mentalización colectiva para cumplir las normas a nuestro alcance. No es fácil, pero todos sabemos que la vida no es fácil y es en estos momentos de zozobra cuando hay que dar la talla; para la fiesta valemos todos, pero ahora toca afrontar y resistir esta situación tan difícil; e incluso yendo un poco más allá, se lo debemos a todas las personas que la pandemia se ha llevado por delante, esas gentes anónimas, sin rostro, que han fallecido y cuya historia se resuelve en los medios de comunicación en la frialdad de tan solo un número, pero que deja tras de sí una deshilvanada historia de familias deshechas de dolor. Los informativos deberían contar esas historias para que aquellos inconscientes que piensan que esto es un montaje, los negacionistas o los egoístas ignorantes comprueben que está muriendo gente, que se ha sembrado un dolor inimaginable, que los profesionales de la salud lo están dando todo para que luego unos irresponsables se dediquen a festejar dios sabe qué, botellón en mano, porque “hay que divertirse”.
Como he dicho, el virus pasará, luego será preciso restañar heridas y tratar las secuelas tanto físicas como psicológicas que ha dejado tras de sí y que van haciéndose notorias a medida que se hacen estudios sobre un tema tan novedoso y súbito como éste. Va a haber mucho trabajo por delante y esta pandemia ha puesto a prueba también nuestras debilidades como país: carecemos de una industria propia, de una infraestructura económica que nos permita ser autónomos, y vender sol y turismo nos ha servido durante mucho tiempo, pero hay que renovarse, reinventar, invertir en empresas autóctonas, dar a conocer fuera de España nuestras fortalezas que son muchas pero se ocultan con un cierto pudor, como si no fuéramos lo bastante buenos como país para presumir de ellas. Es necesario crear empleos decentes, eliminar la precariedad, apoyar institucionalmente a los empresarios para que inviertan con seguridad y creen empleo porque son ellos los que disponen del capital y; por supuesto, no podemos seguir dejando de lado a la educación, la sanidad y la justicia como tres pilares fundamentales, a mi juicio, de la buena marcha de un país; es prioritario hacer una fuerte inversión en los tres porque son el presente y futuro que nos implica a todos.
“Primero lo importante, lo secundario, después” era la frase de un cuento infantil que les inculqué a mis hijos desde pequeños y considero muy válida en éste y otros momentos. Los presupuestos Generales del Estado están ahí, muy bien publicitados con el postureo que caracteriza al tándem Pedro-Pablo, pero ya sabemos que han pasado de largo por temas tan importantes como la despoblación, aunque el presupuesto para el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico vaya a contar en 2021 con 12.307 millones de euros, de los que más de la mitad (6.805 millones) proceden del Fondo de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Unión Europea; ¡a ver si son capaces de repartirlos con sensatez y eficacia!.
Como consecuencia de la pandemia, ha resultado una evidencia que mucha gente ha abandonado las grandes ciudades utilizando el teletrabajo para instalarse en pueblos pequeños, huyendo de la masificación y el peligro pandémico que ésta conlleva; pues aprovechemos esta circunstancia para fortalecer a pueblos que se están vaciando, dotémosles de recursos para que la estancia de esas personas se prolongue, y vengan otros y se repueblen zonas ahora casi vacías… sin embargo este hecho, fundamental en nuestro país, hasta ahora lo han olvidado; también han hecho caso omiso a los requerimientos de ciudades pequeñas que precisan de una fuerte inversión para no ser las siguientes en sufrir el abandono de sus habitantes: Zamora es un ejemplo y, a pesar de las buenas palabras de los discursos, la memoria de los gobernantes es frágil y esta circunstancia también la han olvidado. Tienen muy presente, no obstante, en favor de la progresía de la que hacen gala, el dotar presupuestariamente con cantidades astronómicas unas partidas que, sin desmerecer a las demás, no son ahora prioritarias, y me refiero por poner un ejemplo, a la suma que se le otorgará al ministerio que preside la señora Montero.
En tiempos difíciles se impone tener la mente fría, huir de protagonismos, conocer las prioridades, estudiar cómo afrontarlas y ponerles remedio; este es un aforismo obvio e incuestionable que deberían tener grabado a cincel los políticos que dicen gobernar este malhadado país.
Mª Soledad Martín Turiño
Pongámonos serios y dejemos de lado la frivolidad, no son tiempos de chufla ni de jolgorio, ni tampoco de fiestas. Nos estamos jugando la salud en esa ruleta rusa que decide quien va a vivir y quien morirá por la insensatez de algunos que no saben existir sin ocio. Hemos de aparcar las salidas en grupo, las fiestas y los encuentros masivos porque estamos inmersos en una pandemia que está dejando una estela de muertos que no podemos ni debemos olvidar.
Tenemos una cultura de fiesta tan imbuida en nuestra forma de vida, que parece que no supiéramos vivir sin celebraciones y festejos. El virus llegó, pero un día se irá o si permanece, será mucho menos letal; es cuestión, pues, de esperar unos meses hasta que esta hecatombe haya pasado para reanudar la vida que teníamos antes, una vida sin restricciones y plena de libertad; es decir, la que todos sin excepción queremos; pero antes hay que atender a las recomendaciones de quienes nos indican cómo frenar este mal, no extenderlo y reconocer que está en nuestras manos acabar con él.
A pesar de la incertidumbre que como ciudadanos en manos de gobernantes ineficaces padecemos, a pesar de las contradicciones en las recomendaciones que nos hacen hoy para variarlas mañana, a pesar de lo difícil que resulta ver cómo aumentan las cifras de parados, cómo van cerrando negocios y hundiéndose la economía… a pesar y por todo ello, ahora es obligado un esfuerzo general de mentalización colectiva para cumplir las normas a nuestro alcance. No es fácil, pero todos sabemos que la vida no es fácil y es en estos momentos de zozobra cuando hay que dar la talla; para la fiesta valemos todos, pero ahora toca afrontar y resistir esta situación tan difícil; e incluso yendo un poco más allá, se lo debemos a todas las personas que la pandemia se ha llevado por delante, esas gentes anónimas, sin rostro, que han fallecido y cuya historia se resuelve en los medios de comunicación en la frialdad de tan solo un número, pero que deja tras de sí una deshilvanada historia de familias deshechas de dolor. Los informativos deberían contar esas historias para que aquellos inconscientes que piensan que esto es un montaje, los negacionistas o los egoístas ignorantes comprueben que está muriendo gente, que se ha sembrado un dolor inimaginable, que los profesionales de la salud lo están dando todo para que luego unos irresponsables se dediquen a festejar dios sabe qué, botellón en mano, porque “hay que divertirse”.
Como he dicho, el virus pasará, luego será preciso restañar heridas y tratar las secuelas tanto físicas como psicológicas que ha dejado tras de sí y que van haciéndose notorias a medida que se hacen estudios sobre un tema tan novedoso y súbito como éste. Va a haber mucho trabajo por delante y esta pandemia ha puesto a prueba también nuestras debilidades como país: carecemos de una industria propia, de una infraestructura económica que nos permita ser autónomos, y vender sol y turismo nos ha servido durante mucho tiempo, pero hay que renovarse, reinventar, invertir en empresas autóctonas, dar a conocer fuera de España nuestras fortalezas que son muchas pero se ocultan con un cierto pudor, como si no fuéramos lo bastante buenos como país para presumir de ellas. Es necesario crear empleos decentes, eliminar la precariedad, apoyar institucionalmente a los empresarios para que inviertan con seguridad y creen empleo porque son ellos los que disponen del capital y; por supuesto, no podemos seguir dejando de lado a la educación, la sanidad y la justicia como tres pilares fundamentales, a mi juicio, de la buena marcha de un país; es prioritario hacer una fuerte inversión en los tres porque son el presente y futuro que nos implica a todos.
“Primero lo importante, lo secundario, después” era la frase de un cuento infantil que les inculqué a mis hijos desde pequeños y considero muy válida en éste y otros momentos. Los presupuestos Generales del Estado están ahí, muy bien publicitados con el postureo que caracteriza al tándem Pedro-Pablo, pero ya sabemos que han pasado de largo por temas tan importantes como la despoblación, aunque el presupuesto para el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico vaya a contar en 2021 con 12.307 millones de euros, de los que más de la mitad (6.805 millones) proceden del Fondo de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Unión Europea; ¡a ver si son capaces de repartirlos con sensatez y eficacia!.
Como consecuencia de la pandemia, ha resultado una evidencia que mucha gente ha abandonado las grandes ciudades utilizando el teletrabajo para instalarse en pueblos pequeños, huyendo de la masificación y el peligro pandémico que ésta conlleva; pues aprovechemos esta circunstancia para fortalecer a pueblos que se están vaciando, dotémosles de recursos para que la estancia de esas personas se prolongue, y vengan otros y se repueblen zonas ahora casi vacías… sin embargo este hecho, fundamental en nuestro país, hasta ahora lo han olvidado; también han hecho caso omiso a los requerimientos de ciudades pequeñas que precisan de una fuerte inversión para no ser las siguientes en sufrir el abandono de sus habitantes: Zamora es un ejemplo y, a pesar de las buenas palabras de los discursos, la memoria de los gobernantes es frágil y esta circunstancia también la han olvidado. Tienen muy presente, no obstante, en favor de la progresía de la que hacen gala, el dotar presupuestariamente con cantidades astronómicas unas partidas que, sin desmerecer a las demás, no son ahora prioritarias, y me refiero por poner un ejemplo, a la suma que se le otorgará al ministerio que preside la señora Montero.
En tiempos difíciles se impone tener la mente fría, huir de protagonismos, conocer las prioridades, estudiar cómo afrontarlas y ponerles remedio; este es un aforismo obvio e incuestionable que deberían tener grabado a cincel los políticos que dicen gobernar este malhadado país.
Mª Soledad Martín Turiño

















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122