SEGUNDA B
Un Zamora CF, orgulloso, que jugó una hora con un hombre menos, frenó al Pontevedra
Hasta la expulsión, muy rigurosa, por doble amonestación, del central Piña, el cuadro rojiblanco llevó el peso del partido; después aportó sus cualidades más sólidas para que un equipo fuerte y veterano no pasase el empate en el Ruta de la Plata.

Hasta el minuto 35, expulsión de Piña, rigurosa, por doble amonestación, convencido hallábame de que el Zamora podía ganar el partido; a partir de ese momento, punto de inflexión, asumí que los rojiblancos deberían jugar a no perderlo. Pero esta plantilla demuestra su brutal capacidad de trabajo cuando las dificultades caen como la lluvia esta tarde noche sobre el estadio Ruta de la Plata. Si las huestes de Movilla remontaron ante Guijuelo y Racing de Ferrol, hoy, empatar con un equipo cuajado de jugadores veteranísimos, con currículums importante en el fútbol profesional, cabe considerarlo como la tercera remontada de esta primera fase de la competición.
Vayamos al inicio. Susto antes de transcurrir el primer minuto, cuando el Pontevedra, en un error defensivo, de los escasos surgidos durante todo el partido, pudo marcar, pero el cuero salió desviado cuando Jon Villanueva parecía vendido. Pero, a partir de ese instante, regresó el Zamora que me está entusiasmando: presión casi cruenta en la medular, pero también sobre la defensa visitante, fortaleza en la retaguardia y rápidas transiciones en ataque, siempre que el rival conceda espacios o cometa errores. Así, en el minuto 13, Dani Hernández, en una falta ejecutada desde el lateral izquierdo del ataque rojiblanco, obligaba a Mario a una excelente intervención.
Los rojiblancos llevaba el ritmo del partido, pero los escasos movimientos en ataque del Pontevedra olían a peligro, si bien Jon apenas se vio obligado a prodigiosas intervenciones, porque los gallegos erraban en los pases definitivos. El choque entro en un toma y daca muy interesante, porque a una excelente acción visitante, respondía el cuadro local con otra jugada digna de mención, merced al enorme trabajo de Juanan, la calidad de Dani Hernández y el peligro de Sergio y Escudero, más el aporte en banda de Vallejo.
El partido gustaba. De nivel superior. Exhibición táctica de Movilla, que el técnico Jesús Ramos intentaba contrarrestar. Parecía una partida de ajedrez. Pero llegó el minuto 35 y el árbitro cobró como tarjeta una mano en la medular rojiblanca de Piña, que ya había visto la primera con anterioridad. El central, a la calle. El Zamora se quedó sin un hombre importante en la retaguardia, que mermó su capacidad para sumar los tres puntos. Había que conformarse con un reparto de botín. Porque quedaban 55 minutos, más el descuento, casi una hora, para aguantar a un cuadro de la importancia del equipo de “Pasarón”.
Movilla recurrió a Carlos Ramos para que realizase la labor de Piña, como central diestro. La medular perdió potencial creativo, aunque Vallejo centró su posición desde la banda diestra para ayudar a esa coloso llamado Juanan. Sergio García y Dani Hernández, obligados a un doble esfuerzo: impedir que la defensa gallega saliese con el balón franco y que sus hombres de centro de campo conectarán con los puntas.
La segunda mitad fue hermosa para un aficionado al fútbol. Movilla jugó con sus peones de forma inteligente. Cerró los caminos que conducían por dentro al rival, forzándole a que entrase por bandas o que jugase en largo. No había forma de meterle mano a este Zamora, diezmado, pero aguerrido, aunque mirase ya de lejos el área visitante. No obstante, Sergio García, mucho más activo en la segunda mitad, pudo marcar el gol del año, en un lanzamiento desde el centro del campo, al ver como Mario había abandonado su marco. El meta gallego reculó y realizó un paradón extraordinario, evitando el gol rojiblanco. Corría el minuto 51. El Zamora, herido, todavía mostraba peligro, como el toro bravo, que lanza gañafones incluso con la estocada hasta la bola.
El árbitro y sus líneas empezaron a colaborar con el Pontevedra, al juzgar con distinto rasero las entradas gallegas y pasar por alto fueras de juego del ataque visitante. En una de estos errores, se produjo una jugada de gran peligro para la integridad del marco rojiblanco, al rematar Rufo, de cabeza, un balón al larguero, desviado por Jon Villanueva.
Movilla aguantó con el equipo inicial hasta el minuto 68, momento en el que Escudero dejaba su puesto a Herrera, que se colocó entre los centrales del Pontevedra para incordiar su salida del balón, porque el Zamora seguía presionando a la zaga rival, jugando con 10 hombres desde el minuto 35. Hubo algunos robos de balón que pudieron hacer mucho daño al Pontevedra, casi siempre en acciones de Sergio García, que abandonaría el campo en ese tramo final del partido, para que tomara el relevo Valentín, que más fresco que su compañero, potenció la presión sobre los zagueros gallegos.
El árbitro, que ya había anulado un gol al Pontevedra en la primera entrega del partido, por fuera de juego, hizo lo propio en minuto 79, por falta clarísima a Crespo, en una acción de Rufo, un tipo duro, un ariete de los que se pegan con la defensa y que siempre estuvo haciendo equilibrios en la cuerda del fuera de juego.
Dos minutos después, otra gran acción de Sergio García “acojonó” al cancerbero Mario, cuando el disparo del zamorano, salió demasiado cruzado.
Los cambios efectuados por Jesús Ramos, técnico gallego, tampoco cambiaron el partido, porque el Pontevedra careció del suficiente talento para acogotar a un Zamora que jugó una hora con un hombre menos.
Al final, me quedará con la duda de que habría sucedido si el cuadro rojiblanco hubiese jugado todo el partido con once hombres. Pero eso no deja de ser una ucronía futbolística, o lo que pudo ser y no fue. Eso sí, por primera vez en la competición, unos mil aficionados pudieron asistir al partido de su equipo en su feudo.

Hasta el minuto 35, expulsión de Piña, rigurosa, por doble amonestación, convencido hallábame de que el Zamora podía ganar el partido; a partir de ese momento, punto de inflexión, asumí que los rojiblancos deberían jugar a no perderlo. Pero esta plantilla demuestra su brutal capacidad de trabajo cuando las dificultades caen como la lluvia esta tarde noche sobre el estadio Ruta de la Plata. Si las huestes de Movilla remontaron ante Guijuelo y Racing de Ferrol, hoy, empatar con un equipo cuajado de jugadores veteranísimos, con currículums importante en el fútbol profesional, cabe considerarlo como la tercera remontada de esta primera fase de la competición.
Vayamos al inicio. Susto antes de transcurrir el primer minuto, cuando el Pontevedra, en un error defensivo, de los escasos surgidos durante todo el partido, pudo marcar, pero el cuero salió desviado cuando Jon Villanueva parecía vendido. Pero, a partir de ese instante, regresó el Zamora que me está entusiasmando: presión casi cruenta en la medular, pero también sobre la defensa visitante, fortaleza en la retaguardia y rápidas transiciones en ataque, siempre que el rival conceda espacios o cometa errores. Así, en el minuto 13, Dani Hernández, en una falta ejecutada desde el lateral izquierdo del ataque rojiblanco, obligaba a Mario a una excelente intervención.
Los rojiblancos llevaba el ritmo del partido, pero los escasos movimientos en ataque del Pontevedra olían a peligro, si bien Jon apenas se vio obligado a prodigiosas intervenciones, porque los gallegos erraban en los pases definitivos. El choque entro en un toma y daca muy interesante, porque a una excelente acción visitante, respondía el cuadro local con otra jugada digna de mención, merced al enorme trabajo de Juanan, la calidad de Dani Hernández y el peligro de Sergio y Escudero, más el aporte en banda de Vallejo.
El partido gustaba. De nivel superior. Exhibición táctica de Movilla, que el técnico Jesús Ramos intentaba contrarrestar. Parecía una partida de ajedrez. Pero llegó el minuto 35 y el árbitro cobró como tarjeta una mano en la medular rojiblanca de Piña, que ya había visto la primera con anterioridad. El central, a la calle. El Zamora se quedó sin un hombre importante en la retaguardia, que mermó su capacidad para sumar los tres puntos. Había que conformarse con un reparto de botín. Porque quedaban 55 minutos, más el descuento, casi una hora, para aguantar a un cuadro de la importancia del equipo de “Pasarón”.
Movilla recurrió a Carlos Ramos para que realizase la labor de Piña, como central diestro. La medular perdió potencial creativo, aunque Vallejo centró su posición desde la banda diestra para ayudar a esa coloso llamado Juanan. Sergio García y Dani Hernández, obligados a un doble esfuerzo: impedir que la defensa gallega saliese con el balón franco y que sus hombres de centro de campo conectarán con los puntas.
La segunda mitad fue hermosa para un aficionado al fútbol. Movilla jugó con sus peones de forma inteligente. Cerró los caminos que conducían por dentro al rival, forzándole a que entrase por bandas o que jugase en largo. No había forma de meterle mano a este Zamora, diezmado, pero aguerrido, aunque mirase ya de lejos el área visitante. No obstante, Sergio García, mucho más activo en la segunda mitad, pudo marcar el gol del año, en un lanzamiento desde el centro del campo, al ver como Mario había abandonado su marco. El meta gallego reculó y realizó un paradón extraordinario, evitando el gol rojiblanco. Corría el minuto 51. El Zamora, herido, todavía mostraba peligro, como el toro bravo, que lanza gañafones incluso con la estocada hasta la bola.
El árbitro y sus líneas empezaron a colaborar con el Pontevedra, al juzgar con distinto rasero las entradas gallegas y pasar por alto fueras de juego del ataque visitante. En una de estos errores, se produjo una jugada de gran peligro para la integridad del marco rojiblanco, al rematar Rufo, de cabeza, un balón al larguero, desviado por Jon Villanueva.
Movilla aguantó con el equipo inicial hasta el minuto 68, momento en el que Escudero dejaba su puesto a Herrera, que se colocó entre los centrales del Pontevedra para incordiar su salida del balón, porque el Zamora seguía presionando a la zaga rival, jugando con 10 hombres desde el minuto 35. Hubo algunos robos de balón que pudieron hacer mucho daño al Pontevedra, casi siempre en acciones de Sergio García, que abandonaría el campo en ese tramo final del partido, para que tomara el relevo Valentín, que más fresco que su compañero, potenció la presión sobre los zagueros gallegos.
El árbitro, que ya había anulado un gol al Pontevedra en la primera entrega del partido, por fuera de juego, hizo lo propio en minuto 79, por falta clarísima a Crespo, en una acción de Rufo, un tipo duro, un ariete de los que se pegan con la defensa y que siempre estuvo haciendo equilibrios en la cuerda del fuera de juego.
Dos minutos después, otra gran acción de Sergio García “acojonó” al cancerbero Mario, cuando el disparo del zamorano, salió demasiado cruzado.
Los cambios efectuados por Jesús Ramos, técnico gallego, tampoco cambiaron el partido, porque el Pontevedra careció del suficiente talento para acogotar a un Zamora que jugó una hora con un hombre menos.
Al final, me quedará con la duda de que habría sucedido si el cuadro rojiblanco hubiese jugado todo el partido con once hombres. Pero eso no deja de ser una ucronía futbolística, o lo que pudo ser y no fue. Eso sí, por primera vez en la competición, unos mil aficionados pudieron asistir al partido de su equipo en su feudo.































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