Nélida L. Del Estal Sastre
Lunes, 09 de Noviembre de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

El sueño

[Img #45714] Ayer, releyendo “La interpretación de los sueños” de Sigmund Freud, recordé lo que tantas noches mirando al techo de mi habitación me digo para conciliar el tan ansiado y perseguido descanso: “sueña bonito, como si todo lo que te ha ocurrido a lo largo de este día hubiese sido placentero y amable”. Entonces me pongo a ello, con los ojos como platos, con el corazón palpitante…Me pongo a ello. Pero cuanto más lo intento, más me persigue la realidad y menos me acompañan los unicornios.

Decía Freud que el sueño que tengamos puede ser una preocupación que atormente a nuestro consciente o preconsciente. Si al día siguiente nos aguarda una reunión importante, un encuentro decisivo, el sueño puede colmar nuestras expectativas y hacer que culmine con éxito la empresa que nos hemos propuesto y hacia la que hemos derivado todas nuestras energías. Pero a nuestro querido amigo Freud le interesaban más los sueños profundos, los del inconsciente. Éstos suponen una satisfacción simbólica de un deseo reprimido.

Cuando, por fin, logramos entrar en esa fase de sueño profundo del inconsciente, hay acciones que manifestamos abiertamente en nuestro delirio onírico, pero también existen acciones que se mantienen latentes, porque nuestro cerebro, aún dormido, puede que nos pase la factura de una cierta autocensura.

A mí, hace no mucho tiempo, me quitaba el sueño el hecho de no poder agradar a todos, comprender a todos, atender a todos al cien por cien de mis fuerzas y con mi mejor disposición. Pero me di cuenta, quizá ya un poco tarde, de que intentar agradar y complacer a todos es una aberración que va en detrimento de mi propia felicidad o estabilidad emocional. Agradar a todo el mundo es tarea imposible, es más, es irreal, dañino y peligroso. Es agotador porque muchas veces, el criterio de los otros se impone al tuyo por no alzar tu voz, tan válida como cualquier otra, tan importante como cualquier otra.

A veces, nos guardamos en nuestro interior los argumentos para defender las ideas que nos sustentan como personas, pero no los exteriorizamos por temor a herir a los demás. Sólo piensa que, quizá, al intentar no herir a los demás te estás hiriendo a ti mismo. Sé leal a ti. Los que te respetan y te quieren no se alejarán, sólo aquellos acostumbrados a adorar su propio ombligo y, por lo tanto, prescindibles a todas luces en tu mundo y en tu vida. Tu opinión importa, tu descanso, también. De vez en cuando hay que saber decir en voz alta, mirando a los ojos a tu interlocutor y sin ningún tipo de rubor ni pesadumbre, un sonoro “Que te den”.

Nélida L. del Estal Sastre

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

El Día de Zamora

Ir al contenido
Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.