CON LOS CINCO SENTIDOS
La libertad de surcar las aguas
Nunca me gustó la caza. No me gusta que a un animal se le mate por diversión y mucho menos que se diga abiertamente y sin pudor alguno, que cazar es un deporte. Eso para mi modo de entender la naturaleza de las cosas es absolutamente inaceptable. Sentir pasión por matar animales, hacerse fotos con las piezas cobradas, como trofeos muertos y derribados, me asquea tanto que me dan arcadas.
Estuve años viviendo en lugares donde la caza era algo supremo, de pijos, de gente con mucha pasta y mucho tiempo libre, y mucha mala baba. Tenía que ir a bodas, bautizos o comuniones en restaurantes o casas particulares en las que la cabeza de un precioso venado estaba disecada y presidía la mesa. A veces, era la cabeza de un jabalí o un corzo joven.
Comprendo la caza cuando la especie que se pretende matar está, a su vez, matando el ganado del que nos alimentamos, ese que tenemos en establos y granjas. Pero ocurre que esos animales que se acercan tanto al lugar de hábitat del ser humano lo hacen por nuestra culpa. Sí, la culpa es nuestra. Les hemos ido arrebatando poco a poco un territorio que no era el nuestro, que era salvaje y precioso, que era suyo y no de nuestra propiedad. Y claro, al quitarles su casa, vendrán a arrebatarnos la nuestra.
No quiero polémicas sobre la caza. No soy animalista ni nada que se le parezca, sólo respeto que el animal se defienda cuando se le ataca y eso es lo que está haciendo. Sobrevivir. Como nosotros. Amén. Poner a la caza, para sus defensores, en una denominación pareja al “deporte”, a la altura de Rafa Nadal, Serena Williams, Pau Gasol o el tristemente desaparecido hoy Jordi Llopart, es no tener ni puñetera idea de nada. De nada. El ser humano, como cualquier animal, mata, sí, pero para alimentarse. Tenemos mataderos de cerdos, ovejas, cabras, vacas, pollos, gallinas, bueyes…Claro, pero nos alimentamos de ellos, como ellos harían con nosotros ante un caso de necesidad vital. Es obvio. Es la naturaleza pujando por sobrevivir y perpetuarse, como lo hace también a través del coito. En los animales es instintivo, en los seres humanos…pues también, para qué nos vamos a engañar. Cada vez somos menos humanos y más animales.
Pero hay una disciplina en la pesca en la que el pez no sufre en absoluto. No se “cobran” piezas muertas ni se hace un festín con ellas para regocijo de nadie. No. Tengo un amigo Instructor Internacional de lanzado de Mosca. Tendríais que ver el respeto con el que trata a cada trucha, salmón o tímalo con el que se encuentra en las aguas gélidas de cualquier río de aquí o de allá, de Zamora, de cualquier otra provincia o del extranjero. Pesca con cebos que no son tales, porque no dañan como los convencionales, son imitaciones hechas a mano de insectos naturales, y la pesca es siempre por encima del agua.
Se trata de pequeños anzuelos sin muerte, sin arpón para no dañar al pez, para que no sufra de ninguna de las maneras. Hay algunos peces de una extraordinaria belleza digna de ser retratada en fotografías, pero devueltos después, a la mayor brevedad, a su medio natural para que la corriente de las aguas los lleve de nuevo junto a los suyos, que no andarán lejos… Este trato exquisito y la recuperación con mucho mimo y cuidado del pez han sido fielmente retratados en varias películas que hoy podrían perfectamente considerarse como películas de culto, no solamente para los aficionados, para todos.
Parte del espíritu de los pescadores a mosca, se ha llevado a la gran pantalla en “The River Why”, en la que un hombre, cansado de la vida en la gran ciudad, vuelve a las raíces que le vieron crecer para buscar su yo interior a través de la pesca en esta modalidad. Pero si he de elegir una película que trata fielmente este sentimiento de absoluto respeto y admiración por el pez es “El Río de la vida”. Fantástica película en la que Robert Redford dirige a un joven Brad Pitt que tiene su propia vida, como la de su hermano, distante, diferente, pero a los que une la pasión por la pesca. Es una película apacible que te devuelve esa sensación de estar en paz con la naturaleza aunque los demonios internos te mantengan alejado mucho tiempo del olor del río, del rumor de su transcurso por los meandros, del sonido de las hojas de los árboles que lo circundan, de los trinos de los pájaros que se posan en las ramas… Si me preguntas si esta modalidad de pesca es un deporte, mi respuesta es un sí rotundo. Es algo más profundo.
Hay respeto, hay cuidado, hay armonía con la naturaleza, no se mata por matar, no se daña, no se muestra ninguna supremacía del hombre sobre el pez, sino una suerte de admiración por la belleza y por dejar las cosas como dios quiso entenderlas, si es que dios existe. P.D. La fotografía que ilustra mi artículo de hoy no es otra que la de mi amigo José Nieto, con una de esas bellezas en sus manos, a las que deposita con mimo en las aguas. Gracias por descubrirme este fascinante mundo.
Nélida L. Del Estal Sastre
Nunca me gustó la caza. No me gusta que a un animal se le mate por diversión y mucho menos que se diga abiertamente y sin pudor alguno, que cazar es un deporte. Eso para mi modo de entender la naturaleza de las cosas es absolutamente inaceptable. Sentir pasión por matar animales, hacerse fotos con las piezas cobradas, como trofeos muertos y derribados, me asquea tanto que me dan arcadas.
Estuve años viviendo en lugares donde la caza era algo supremo, de pijos, de gente con mucha pasta y mucho tiempo libre, y mucha mala baba. Tenía que ir a bodas, bautizos o comuniones en restaurantes o casas particulares en las que la cabeza de un precioso venado estaba disecada y presidía la mesa. A veces, era la cabeza de un jabalí o un corzo joven.
Comprendo la caza cuando la especie que se pretende matar está, a su vez, matando el ganado del que nos alimentamos, ese que tenemos en establos y granjas. Pero ocurre que esos animales que se acercan tanto al lugar de hábitat del ser humano lo hacen por nuestra culpa. Sí, la culpa es nuestra. Les hemos ido arrebatando poco a poco un territorio que no era el nuestro, que era salvaje y precioso, que era suyo y no de nuestra propiedad. Y claro, al quitarles su casa, vendrán a arrebatarnos la nuestra.
No quiero polémicas sobre la caza. No soy animalista ni nada que se le parezca, sólo respeto que el animal se defienda cuando se le ataca y eso es lo que está haciendo. Sobrevivir. Como nosotros. Amén. Poner a la caza, para sus defensores, en una denominación pareja al “deporte”, a la altura de Rafa Nadal, Serena Williams, Pau Gasol o el tristemente desaparecido hoy Jordi Llopart, es no tener ni puñetera idea de nada. De nada. El ser humano, como cualquier animal, mata, sí, pero para alimentarse. Tenemos mataderos de cerdos, ovejas, cabras, vacas, pollos, gallinas, bueyes…Claro, pero nos alimentamos de ellos, como ellos harían con nosotros ante un caso de necesidad vital. Es obvio. Es la naturaleza pujando por sobrevivir y perpetuarse, como lo hace también a través del coito. En los animales es instintivo, en los seres humanos…pues también, para qué nos vamos a engañar. Cada vez somos menos humanos y más animales.
Pero hay una disciplina en la pesca en la que el pez no sufre en absoluto. No se “cobran” piezas muertas ni se hace un festín con ellas para regocijo de nadie. No. Tengo un amigo Instructor Internacional de lanzado de Mosca. Tendríais que ver el respeto con el que trata a cada trucha, salmón o tímalo con el que se encuentra en las aguas gélidas de cualquier río de aquí o de allá, de Zamora, de cualquier otra provincia o del extranjero. Pesca con cebos que no son tales, porque no dañan como los convencionales, son imitaciones hechas a mano de insectos naturales, y la pesca es siempre por encima del agua.
Se trata de pequeños anzuelos sin muerte, sin arpón para no dañar al pez, para que no sufra de ninguna de las maneras. Hay algunos peces de una extraordinaria belleza digna de ser retratada en fotografías, pero devueltos después, a la mayor brevedad, a su medio natural para que la corriente de las aguas los lleve de nuevo junto a los suyos, que no andarán lejos… Este trato exquisito y la recuperación con mucho mimo y cuidado del pez han sido fielmente retratados en varias películas que hoy podrían perfectamente considerarse como películas de culto, no solamente para los aficionados, para todos.
Parte del espíritu de los pescadores a mosca, se ha llevado a la gran pantalla en “The River Why”, en la que un hombre, cansado de la vida en la gran ciudad, vuelve a las raíces que le vieron crecer para buscar su yo interior a través de la pesca en esta modalidad. Pero si he de elegir una película que trata fielmente este sentimiento de absoluto respeto y admiración por el pez es “El Río de la vida”. Fantástica película en la que Robert Redford dirige a un joven Brad Pitt que tiene su propia vida, como la de su hermano, distante, diferente, pero a los que une la pasión por la pesca. Es una película apacible que te devuelve esa sensación de estar en paz con la naturaleza aunque los demonios internos te mantengan alejado mucho tiempo del olor del río, del rumor de su transcurso por los meandros, del sonido de las hojas de los árboles que lo circundan, de los trinos de los pájaros que se posan en las ramas… Si me preguntas si esta modalidad de pesca es un deporte, mi respuesta es un sí rotundo. Es algo más profundo.
Hay respeto, hay cuidado, hay armonía con la naturaleza, no se mata por matar, no se daña, no se muestra ninguna supremacía del hombre sobre el pez, sino una suerte de admiración por la belleza y por dejar las cosas como dios quiso entenderlas, si es que dios existe. P.D. La fotografía que ilustra mi artículo de hoy no es otra que la de mi amigo José Nieto, con una de esas bellezas en sus manos, a las que deposita con mimo en las aguas. Gracias por descubrirme este fascinante mundo.
Nélida L. Del Estal Sastre




















Antonio N. | Miércoles, 11 de Noviembre de 2020 a las 23:11:58 horas
Tus letras son como la mosca artesanal que emplean esos deportistas, te atraen, tan bellas, hasta que, al probarlas, te hacen cautivo. Una vez disfrutadas, te dejan libre para volver a la vida real que, como el río, sigue su curso.
Gracias, Nélida.
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