Amar con el seso

Hay quien confunde el amor con el sexo, el sexo con el amor, y la cópula como la ambrosía de la pasión. No concibo el amor sin sexo. Solo el poeta necesita amar sin ser amado, sentir la muerte sin morirse del todo, para escribir sus versos. No miento: prefiero que me amen a amar. Ahora bien, cuando me canso, pongo todo de mi parte para que me abandonen, me dejen, se vayan. No sé decir adiós a una mujer que me ama.

Entre los hombres, hay más sexo que amor. La mayor parte de sus relaciones solo buscan su satisfacción sexual, placer, hedonismo. Los varones lo tergiversamos todo cuando anhelamos, queremos, deseamos a una fémina. He querido poco, pero he amado con intensidad. Hubo en mi carrera erótica damas prohibidas, relaciones sancionadas por la sociedad, pecado para las religiones. Nunca desprecié la belleza. La recogí, la sentí, la metabolicé. Amé con arte, como si cada cópula fuera como escribir una estrofa que rimase con el deleite. Se ama distinto cuando solo hay sexo. El amor no se olvida. El sexo fenece con la primera calada del  cigarrillo, aún entre las sábanas húmedas del lecho o en los asientos de tu automóvil. Si has amado, el coito es eterno. Nunca finaliza. Se prolonga en el tiempo, porque lo guarda la memoria en su cofre hermético de recuerdos.

A mi edad, doctor en placeres, licenciado en sexo sin seso, se ama, paradojas de la naturaleza, con más fuerza, en profundidad. El seso se convierte en tu sexo para besar los labios del alma de la mujer que amas, la inteligencia mima, el talento acaricia, la sensibilidad te conduce al nirvana del divino hedonismo, el pecado es bendición, el pecado es mística, el pecado se perdona y se castiga la castidad. Así la quise amar a ella.

Eugenio-Jesús de Ávila