ZAMORANOS
"Ti María”: símbolo del origen de Aliste, resumen de su presente
Ayer fui el invitado de una familia de San Juan del Rebollar. Me llevaron a recoger castañas y setas al castañar de la “Ti María”.
Mientras íbamos acercándonos, y sus descendientes me iban saludando y contando... el tiempo se paró ante mi, al llegar a sus castaños. Los castaños bicentenarios de la Ti María. Y, ante mi, pasó la vida, los hijos, nietos y, ya, bisnietos de esta mujer que conocí, pena de mí, el día de su funeral.
Pero ayer nos hablamos y me hizo entender que nos conocíamos desde mucho antes que se fuese. De que su familia recoge sus frutos, y como sus castaños, esparcen su semilla... por media España...
Esta mujer era Alistana, cuando serlo “costaba mucho”. Cuatro hijas y, al poco de nacer su hijo, fallece su marido. A ella, “no quedaba otra”, le tocó tirar por todos, por las tierras, por los cochinos que había que sacrificar por estas fechas... para tener “qué comer” en las venideras. En aquellos tiempos el frio no existía... porque no había otra cosa. Sin dar una voz más alta que otra, ya que ella era así... pero, además, había que guardar las fuerzas para el día siguiente... que de seguro iban a hacer falta.
Sus hijos recogieron el fruto, y lo hicieron germinar en lugares y entornos completamente distintos. Los castaños que de ellas salieron, todos, todas, se parecen y tienen algo de la Ti María. Marcelina recaló hasta hoy en el País Vasco. Allí nacieron sus hijos, que pugnan y buscan la forma de volver donde están las raíces del castaño que les dio la vida. María se dirigió a Barcelona; pero ella y su marido sí han encontrado y vencido lo que tantas veces no sabemos o podemos vencer. Ya pasan largas temporadas en su casa de San Juan. Merce decidió hacerlo en Zamora, donde ha visto nacer a sus hijos...y a sus nietos: cuarta generación de la Ti María.
Toña casó, vivió, trabajó, trajo al mundo a sus hijos, siguió trabajando... como su madre... como siempre hizo la Ti María, en su pueblo, y como siempre hará ella. Su hija, Vanesa, da un paso adelante en el caminar de la Ti María, su abuela, rigiendo la alcaldía de su pueblo, pedanias y cabecera, San Vitero.
Su único hijo, Ito, quien seguramente vino, entre otras muchas, muchas cosas, a ocupar el lugar masculino de la familia que en tan poco tiempo verían como quedaba vacío, con la muerte del marido y padre. Por suerte para él, para San Juan, para su familia... para mi... la energía que tiene este hombre, ha hecho que sea baluarte de la familia: él también viajó a infinidad de sitios; y volvió siempre. Al pueblo también. Nunca se fue... nunca se quedó. El mejor anfitrión y embajador de San Juan del Rebollar. Y lo hace “sin darse cuenta”: se deja llevar por el recuerdo de su madre, la Ti María.
Ayer fui el invitado de una familia de San Juan del Rebollar. Me llevaron a recoger castañas y setas al castañar de la “Ti María”.
Mientras íbamos acercándonos, y sus descendientes me iban saludando y contando... el tiempo se paró ante mi, al llegar a sus castaños. Los castaños bicentenarios de la Ti María. Y, ante mi, pasó la vida, los hijos, nietos y, ya, bisnietos de esta mujer que conocí, pena de mí, el día de su funeral.
Pero ayer nos hablamos y me hizo entender que nos conocíamos desde mucho antes que se fuese. De que su familia recoge sus frutos, y como sus castaños, esparcen su semilla... por media España...
Esta mujer era Alistana, cuando serlo “costaba mucho”. Cuatro hijas y, al poco de nacer su hijo, fallece su marido. A ella, “no quedaba otra”, le tocó tirar por todos, por las tierras, por los cochinos que había que sacrificar por estas fechas... para tener “qué comer” en las venideras. En aquellos tiempos el frio no existía... porque no había otra cosa. Sin dar una voz más alta que otra, ya que ella era así... pero, además, había que guardar las fuerzas para el día siguiente... que de seguro iban a hacer falta.
Sus hijos recogieron el fruto, y lo hicieron germinar en lugares y entornos completamente distintos. Los castaños que de ellas salieron, todos, todas, se parecen y tienen algo de la Ti María. Marcelina recaló hasta hoy en el País Vasco. Allí nacieron sus hijos, que pugnan y buscan la forma de volver donde están las raíces del castaño que les dio la vida. María se dirigió a Barcelona; pero ella y su marido sí han encontrado y vencido lo que tantas veces no sabemos o podemos vencer. Ya pasan largas temporadas en su casa de San Juan. Merce decidió hacerlo en Zamora, donde ha visto nacer a sus hijos...y a sus nietos: cuarta generación de la Ti María.
Toña casó, vivió, trabajó, trajo al mundo a sus hijos, siguió trabajando... como su madre... como siempre hizo la Ti María, en su pueblo, y como siempre hará ella. Su hija, Vanesa, da un paso adelante en el caminar de la Ti María, su abuela, rigiendo la alcaldía de su pueblo, pedanias y cabecera, San Vitero.
Su único hijo, Ito, quien seguramente vino, entre otras muchas, muchas cosas, a ocupar el lugar masculino de la familia que en tan poco tiempo verían como quedaba vacío, con la muerte del marido y padre. Por suerte para él, para San Juan, para su familia... para mi... la energía que tiene este hombre, ha hecho que sea baluarte de la familia: él también viajó a infinidad de sitios; y volvió siempre. Al pueblo también. Nunca se fue... nunca se quedó. El mejor anfitrión y embajador de San Juan del Rebollar. Y lo hace “sin darse cuenta”: se deja llevar por el recuerdo de su madre, la Ti María.




















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