BLANCO Y NEGRO
¡Qué tendrán los ojos que dicen tanto de nosotros!
Los seres humanos somos una de las pocas especies de mamíferos en las que un cerebro relativamente grande se combina con una gran capacidad para procesar estímulos visuales. Nos pasamos el día prestando atención a las escenas que se van sucediendo ante nuestra mirada, imaginando imágenes concretas y juzgando inconscientemente el lenguaje no verbal de los demás. A menudo, se conoce por los ojos lo que uno lleva en el fondo del alma, su bondad o su mala disposición y si bien no es enteramente seguro, sí suele ser una señal bastante corriente. Por esto, uno de los primeros cuidados que hay que tener en cuanto a lo exterior, es el de componer los ojos y regular el modo de mirar.
Las miradas forman parte de la comunicación no verbal y nos enseñan muchas cosas de los demás. Pueden ser interpretadas de muchas maneras, pero también pueden transmitir muchos sentimientos y emociones. A mí, me cautivan las que irradian sencillez, transparencia y sorpresa. “En este mundo tan frenético no solemos detenernos a disfrutar de las pequeñas cosas que tiene la vida. Mirar a los ojos debe ser una de las experiencias más bonitas de nuestra existencia y muchas veces no nos tomamos el tiempo para hacerlo”. La mirada constituye una ayuda poderosa en la conversación porque los ojos pueden expresar prácticamente todas las emociones: alegría, tristeza, preocupación, estimación, respeto…
Los ojos, han sido inspiración de canciones y poemas y se han caracterizado por la belleza que le otorgan al rostro. Los cerramos si queremos apagar el mundo y los mantenemos muy abiertos cuando no queremos que nada se nos escape. Los maquillamos, los ocultamos tras gafas de sol, e incluso les cambiamos el color con unas lentillas. El lenguaje de los ojos es básicamente inconsciente. Casi ninguno de nosotros mantenemos constantemente el control sobre la forma de mirar. Además de lo que las miradas de por sí transmiten en cuanto a la calidez del ser humano, la observación de la zona de los ojos es otra buena herramienta para conocer a una persona. Cuando están bien marcados, definidos, y son acompañados de una mirada profunda y penetrante, estamos frente a alguien intuitivo, analítico y muy asertivo. Cuando nos encontramos con una mirada que nos enfrenta, no solo vemos unos ojos, sino la posible imagen que estamos dando mezclada con la información que nos revela la otra persona.
En definitiva, aquellas personas que tienen menos motivos para mentir (verbal o gestualmente) sobre sí mismas, son capaces de hacer que el contacto visual mutuo se prolongue más. Tienen una autoestima bien trabajada y la creencia de que lo que le podemos ofrecer a la otra persona servirá para el mutuo beneficio.
Desde el inicio de la vida, los ojos; esas dos luminosas esferas perfectamente situadas en nuestro rostro, han sido objeto de alabanzas a través de toda la historia de la humanidad. Son la luz del cuerpo, y uno de nuestros principales canales de contacto directo con el mundo y con el otro. ¿Qué tendrán que dicen tanto de nosotros?, ¿qué poder se ocultará bajo nuestros párpados que nos hace capaces de infundir confianza, generar rechazo o anunciar nuestro humor?, ¿qué extraño mecanismo hará que mediante nuestra mirada seamos capaces de convencer, de seducir, de rechazar. Cada vez abandonamos más la magia de comunicarnos a través de ellos; la mirada de una persona dice mucho de quién es ella. El tacto te da aproximación, cercanía. La voz, vibración, es sonido. Sin embargo, la mirada, muestra algo más: profundidad, misticismo. Un espejo del alma a través del que podemos llegar a saber lo que la persona está pensando.
© Emilia Casas Fernández.
Los seres humanos somos una de las pocas especies de mamíferos en las que un cerebro relativamente grande se combina con una gran capacidad para procesar estímulos visuales. Nos pasamos el día prestando atención a las escenas que se van sucediendo ante nuestra mirada, imaginando imágenes concretas y juzgando inconscientemente el lenguaje no verbal de los demás. A menudo, se conoce por los ojos lo que uno lleva en el fondo del alma, su bondad o su mala disposición y si bien no es enteramente seguro, sí suele ser una señal bastante corriente. Por esto, uno de los primeros cuidados que hay que tener en cuanto a lo exterior, es el de componer los ojos y regular el modo de mirar.
Las miradas forman parte de la comunicación no verbal y nos enseñan muchas cosas de los demás. Pueden ser interpretadas de muchas maneras, pero también pueden transmitir muchos sentimientos y emociones. A mí, me cautivan las que irradian sencillez, transparencia y sorpresa. “En este mundo tan frenético no solemos detenernos a disfrutar de las pequeñas cosas que tiene la vida. Mirar a los ojos debe ser una de las experiencias más bonitas de nuestra existencia y muchas veces no nos tomamos el tiempo para hacerlo”. La mirada constituye una ayuda poderosa en la conversación porque los ojos pueden expresar prácticamente todas las emociones: alegría, tristeza, preocupación, estimación, respeto…
Los ojos, han sido inspiración de canciones y poemas y se han caracterizado por la belleza que le otorgan al rostro. Los cerramos si queremos apagar el mundo y los mantenemos muy abiertos cuando no queremos que nada se nos escape. Los maquillamos, los ocultamos tras gafas de sol, e incluso les cambiamos el color con unas lentillas. El lenguaje de los ojos es básicamente inconsciente. Casi ninguno de nosotros mantenemos constantemente el control sobre la forma de mirar. Además de lo que las miradas de por sí transmiten en cuanto a la calidez del ser humano, la observación de la zona de los ojos es otra buena herramienta para conocer a una persona. Cuando están bien marcados, definidos, y son acompañados de una mirada profunda y penetrante, estamos frente a alguien intuitivo, analítico y muy asertivo. Cuando nos encontramos con una mirada que nos enfrenta, no solo vemos unos ojos, sino la posible imagen que estamos dando mezclada con la información que nos revela la otra persona.
En definitiva, aquellas personas que tienen menos motivos para mentir (verbal o gestualmente) sobre sí mismas, son capaces de hacer que el contacto visual mutuo se prolongue más. Tienen una autoestima bien trabajada y la creencia de que lo que le podemos ofrecer a la otra persona servirá para el mutuo beneficio.
Desde el inicio de la vida, los ojos; esas dos luminosas esferas perfectamente situadas en nuestro rostro, han sido objeto de alabanzas a través de toda la historia de la humanidad. Son la luz del cuerpo, y uno de nuestros principales canales de contacto directo con el mundo y con el otro. ¿Qué tendrán que dicen tanto de nosotros?, ¿qué poder se ocultará bajo nuestros párpados que nos hace capaces de infundir confianza, generar rechazo o anunciar nuestro humor?, ¿qué extraño mecanismo hará que mediante nuestra mirada seamos capaces de convencer, de seducir, de rechazar. Cada vez abandonamos más la magia de comunicarnos a través de ellos; la mirada de una persona dice mucho de quién es ella. El tacto te da aproximación, cercanía. La voz, vibración, es sonido. Sin embargo, la mirada, muestra algo más: profundidad, misticismo. Un espejo del alma a través del que podemos llegar a saber lo que la persona está pensando.
© Emilia Casas Fernández.



















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