Nélida L. Del Estal Sastre
Domingo, 29 de Noviembre de 2020
CON LOS CINCO SENTIDOS

Mi libertad

[Img #46417]Hace tiempo que no escribo sobre cómo me siento, porque he pasado por una fase de mi vida que no se la deseo a nadie a quien quiera mal, más que nada porque no albergo sentimientos tan abyectos dentro de mi ser por nadie (aunque existan personajes que merezcan mi total repulsión) y porque me resultaba más sencillo escribir sobre temas más livianos, que no me supongan una especie de catarsis existencial en la que parece que vomito parte de mi ser.

Quizá por eso me las den todas en el mismo carrillo y sea y me comporte de una manera tan estúpida que, incluso, ponga la otra mejilla para que también me la vapuleen y me la pongan colorada. En fin, que no sé si es exceso de bondad a la hora de creer en la gente que me rodea o es que, sencillamente,  soy algo masoquista en esto de aguantar a todo aquél que horada y daña la herida superficial que me provocan mis puntos flacos ante los demás porque son tan evidentes que no me da pudor mostrarlos, voy con la cara lavada en mi alma siempre, a veces eso atenaza a otros y da algo de miedo. A veces, incluso provoca rechazo de primeras, pero es lo que hay. 

     De todas formas, esa manera de ser, sincera y directa, casi a bocajarro, me ha hecho ver quiénes son mis verdaderos amigos y quiénes sólo unos hipócritas, cínicos y gentuza, que se han aprovechado de mi trabajo y de mi buena fe. Por eso y pese a eso, les doy las gracias, porque ahora soy libre para reconocerlos y mandarlos a cagar a la vía, frase que me gusta utilizar porque es donde debería defecar esta gente, viéndosele el trasero y sus miserias ante todo el personal que quiera disfrutar de semejante espectáculo infame y desagradable de ver, mientras un tren a toda velocidad los arrolla sin remisión. Eso porque no los podemos poner en una picota, aunque algunos lo merezcan y hayan hecho méritos para ser denostados y apartados de la vida social y de la privada de los que los conocemos, por malos y por dañinos. Ahí es nada. Lo tienen todo. Todo lo malo, obviamente. Todo mi desdén hacia ellos, sin distinción de géneros, que yo cuando digo “ellos” incluyo a ambos  sexos, lo que utilizan ahora ciertos sectores de la política, que se empecinan en decir “Señoras y señores, ellos y ellas” y toda esa palabrería barata de saldo de mercadillo de plagios malos y cutres salchicheros,  me parece de un absurdo inconmensurable, aparte de un gran desconocimiento de nuestra rica lengua castellana. “Ellos” incluye a todos, en genérico,  hombres y mujeres. Punto pelota. Basta ya de gilipolleces lingüísticas. “El hombre” es la especie humana, lo somos todos. De esta bobada hablaré otro día, que me desvío del camino. 

      Hay gente que juzga sin conocer, es el puñetero deporte nacional. ¡Qué fútbol ni que fútbol! No señores, el deporte nacional es hundir a todo aquél que nos pueda (aunque no quiera) hacer sombra. No sé porqué me sorprendo aún, debe de ser el pequeño resquicio que me queda de buenismo tonto. Hablar es gratis tanto si lo que dices es edificante, enjundioso e inteligente, como si se trata de una mierda más grande y prescindible que la que acaba de depositar una vaca ahíta de verdor de la pradera en un camino o senda rural. 

      Pero si cometes el inmenso error (que en mi caso, así lo he considerado hasta ahora) de mostrarte sin doblez, tal y como eres, te van a dar lo tuyo y lo de todos tus antepasados por los cuatro costados. Eso es así.  

   Ayer, antes de irme a dormir lo poco que consigo y mi mente me deja, un amigo al que admiro y aprecio con sinceridad puso una frase en su red social con la que me identifiqué porque consiguió dar justamente en el clavo que tengo enhiesto en mitad de mi corazón. Al leer esa frase, que ya conocía pero ayer despertó una sensación en mí de poder que ya iba necesitando, conseguí sacar varios centímetros de ese clavo a las bravas. Sangré, pero curó bien durante la velada. La frase a la que me refiero decía lo siguiente: “Ser libre no es para cualquiera. Hay que tener coraje de quedar mal con mucha gente, despedirse de otros tantos y estar listo para ser odiado”. 

   Pues bien, ya estoy lista. Cuando sales de un pozo en el que te han metido a presión, a empellones, sin más razón que la desinformación,  los malos entendidos y los dimes y diretes de quien no te conoce ni se ha molestado en hacerlo jamás, ya tienes patente de corso para ser más que nunca tú mismo. Y al que no le guste, que se vaya por donde vino a joder a otro. A mí ya no. Soy libre. Por fin. He conseguido que no me afecte casi nada. A cascarla toca.
 

Nélida L. del Estal Sastre 

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