CON LOS CINCO SENTIDOS
¿Qué es la mediocridad?
Según la Real Academia de la Lengua, mediocre es, más o menos, esto: 1. De Calidad media, y 2. De poco mérito, tirando a malo.
Diana conseguida, definición perfecta, literal, aunque se le pueden añadir matices subjetivos dependiendo del mediocre con el que nos hayamos cruzado por el camino. Que conste que esto de hablar de los mediocres, esos seres, no hace que los demás seamos excelsas personas, cultivadas de las que te miran por encima del hombro como si lo demás fuera escoria o bazofia, no. Estáis muy equivocados amigos, son los mediocres los que miran y tratan así a los demás. Las personas a las que se presupone una inteligencia, un saber estar y una educación, por mínima que ésta sea, jamás tratarán a alguien como a un inferior, porque precisamente, estas personas educadas son humildes y cuentan entre sus bondades con una muy relevante, siempre están abiertos a aprender algo nuevo y, tengan la edad que tengan, el mundo les sigue asombrando día tras día, porque esa humildad adorna su manera de ser ante lo que les rodea.
He tenido el placer y el asco de conocer mediocres de toda condición y pelaje, que me han enseñado lo que jamás he de ser ni hacer a otras personas. Por eso, les doy las gracias, de manera absolutamente sincera, porque, al fin y a la postre, me han hecho mejor persona. Hay mediocres bastardos, que creen que son la culminación del macho ibérico en toda su magnificencia, que no admiten un no por respuesta porque piensan que son la perfección de la raza. Mediocres absurdos, que te hablan de temas que desconocen como si fueran entendidos en la materia y esto, sin pudor ni reparo algunos. Estos son dignos de estudio. Mediocres frívolos, que no saben de nada pero te cuentan de todo lo que menos te pueda llegar a interesar. A veces, me pregunto ¿por qué razón tengo amigos así? Creo que esta reflexión necesita de un análisis más profundo y profuso sobre mi propia condición. Algún día me pondré a ello con el tiempo suficiente como para analizar que no he tenido filtro para nadie, como no lo tengo en mi vida diaria. Y claro, sin filtro, esa vida con la que comparto hambre y sed, es un coladero de bacterias, patógenos y bichos malos, con o sin patitas, pero de los que te meten, si pueden y les dejas, el dedo en el ojo. Pues no he conocido chulazos deplorables o mosquitas muertas de las que te venden a la vuelta de la esquina, en cuanto desapareces de su radio de acción. Asco de gentuza.
Me consuela saber que, al menos, he sido objeto de comentarios a boquita de piñón silenciosa y envenenada. Me siento importante. Ja!
Como decía mi admirado Oscar Wilde en su archiconocida cita: "Que hablen mal de uno es espantoso, pero hay algo peor; que no hablen". Bajo esta premisa me planteo la enjundiosa cuestión: “que hablen de mí, aunque sea para mal”.
Que hablen de una, aunque sea para mal.
Nélida L. del Estal Sastre
Según la Real Academia de la Lengua, mediocre es, más o menos, esto: 1. De Calidad media, y 2. De poco mérito, tirando a malo.
Diana conseguida, definición perfecta, literal, aunque se le pueden añadir matices subjetivos dependiendo del mediocre con el que nos hayamos cruzado por el camino. Que conste que esto de hablar de los mediocres, esos seres, no hace que los demás seamos excelsas personas, cultivadas de las que te miran por encima del hombro como si lo demás fuera escoria o bazofia, no. Estáis muy equivocados amigos, son los mediocres los que miran y tratan así a los demás. Las personas a las que se presupone una inteligencia, un saber estar y una educación, por mínima que ésta sea, jamás tratarán a alguien como a un inferior, porque precisamente, estas personas educadas son humildes y cuentan entre sus bondades con una muy relevante, siempre están abiertos a aprender algo nuevo y, tengan la edad que tengan, el mundo les sigue asombrando día tras día, porque esa humildad adorna su manera de ser ante lo que les rodea.
He tenido el placer y el asco de conocer mediocres de toda condición y pelaje, que me han enseñado lo que jamás he de ser ni hacer a otras personas. Por eso, les doy las gracias, de manera absolutamente sincera, porque, al fin y a la postre, me han hecho mejor persona. Hay mediocres bastardos, que creen que son la culminación del macho ibérico en toda su magnificencia, que no admiten un no por respuesta porque piensan que son la perfección de la raza. Mediocres absurdos, que te hablan de temas que desconocen como si fueran entendidos en la materia y esto, sin pudor ni reparo algunos. Estos son dignos de estudio. Mediocres frívolos, que no saben de nada pero te cuentan de todo lo que menos te pueda llegar a interesar. A veces, me pregunto ¿por qué razón tengo amigos así? Creo que esta reflexión necesita de un análisis más profundo y profuso sobre mi propia condición. Algún día me pondré a ello con el tiempo suficiente como para analizar que no he tenido filtro para nadie, como no lo tengo en mi vida diaria. Y claro, sin filtro, esa vida con la que comparto hambre y sed, es un coladero de bacterias, patógenos y bichos malos, con o sin patitas, pero de los que te meten, si pueden y les dejas, el dedo en el ojo. Pues no he conocido chulazos deplorables o mosquitas muertas de las que te venden a la vuelta de la esquina, en cuanto desapareces de su radio de acción. Asco de gentuza.
Me consuela saber que, al menos, he sido objeto de comentarios a boquita de piñón silenciosa y envenenada. Me siento importante. Ja!
Como decía mi admirado Oscar Wilde en su archiconocida cita: "Que hablen mal de uno es espantoso, pero hay algo peor; que no hablen". Bajo esta premisa me planteo la enjundiosa cuestión: “que hablen de mí, aunque sea para mal”.
Que hablen de una, aunque sea para mal.
Nélida L. del Estal Sastre




























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