CON LOS CINCO SENTIDOS
Las miradas infinitas
Tienes que buscar en el lenguaje y en el brillo de mis ojos la verdadera interpretación de mi alma. Mira cómo se orientan hacia ti, cómo buscan tu aprobación y ese extraño y fascinante magnetismo que nos amarra cuando se cruzan con la estela de tus ojos. Es como si estuviera varada en mitad de un océano embravecido, en una barcaza sin remos y, de repente, tus ojos fueran el faro que me guiara hacia puerto seguro. Tu puerto. Tus ojos.
Búscame en la gestualidad de mis manos, en el tono de mi voz, en la carcajada más abierta o en la más tierna y pícara sonrisa femenina que consigas provocarme. En si me sonrojo ante un comentario tuyo o no sólo busco el contacto de las miradas, sino también, el roce de tus manos. No me hallarás en un mensaje de texto porque no podrás oírme y oír al otro da testimonio fehaciente de su estado de ánimo, de si su boca proyecta una curva ascendente para celebrar, o una descendente porque tuvo un mal día. Todo lo que sea dicho de manera no presencial, cuerpo a cuerpo, es susceptible de tantas interpretaciones como circunstancias acompañen a la persona que escribe pero no ve, que lee pero no aspira el perfume del ser que se acopla a sus desvelos aunque no quiera. No puede evitarlo.
Por eso, mírame a la cara, háblame frente a frente, cógeme de la mano y siente el latido azorado de mi corazón y esa respiración entrecortada que me caracteriza y que ya forma parte tatuada a fuego de todo mi ser. Agárrame del cuello con suavidad y acércalo a tus labios, para que, finalmente, esos labios tuyos se encuentren con los míos en perfecta comunión. Si me miras y te miro, si me hablas y te hablo, no hay equívocos. No los hay. Tu cuerpo y el mío se buscan de manera inexorable, tu mente y la mía se alían cuando se reconocen.
Nos convertimos en personas diferentes, siendo las mismas, cuando nos alejamos, cuando dejamos que todo lo que nos rodea contamine la burbuja de oxígeno vital que creamos juntos.
Mírame a los ojos y te darás cuenta de que no pueden dejar de buscar los tuyos, beber de ellos y alimentarse para crecer más y más. Son los espejos delatores de mi alma y mi alma es transparente y fluye. Fluyamos pues, seamos nosotros siempre. Cuéntame cómo te sientes y lo que esperas, si estás triste o te duele la vida. Mírame a los ojos, que intentaré curarte. Mírame.
Nélida L. del Estal Sastre
Tienes que buscar en el lenguaje y en el brillo de mis ojos la verdadera interpretación de mi alma. Mira cómo se orientan hacia ti, cómo buscan tu aprobación y ese extraño y fascinante magnetismo que nos amarra cuando se cruzan con la estela de tus ojos. Es como si estuviera varada en mitad de un océano embravecido, en una barcaza sin remos y, de repente, tus ojos fueran el faro que me guiara hacia puerto seguro. Tu puerto. Tus ojos.
Búscame en la gestualidad de mis manos, en el tono de mi voz, en la carcajada más abierta o en la más tierna y pícara sonrisa femenina que consigas provocarme. En si me sonrojo ante un comentario tuyo o no sólo busco el contacto de las miradas, sino también, el roce de tus manos. No me hallarás en un mensaje de texto porque no podrás oírme y oír al otro da testimonio fehaciente de su estado de ánimo, de si su boca proyecta una curva ascendente para celebrar, o una descendente porque tuvo un mal día. Todo lo que sea dicho de manera no presencial, cuerpo a cuerpo, es susceptible de tantas interpretaciones como circunstancias acompañen a la persona que escribe pero no ve, que lee pero no aspira el perfume del ser que se acopla a sus desvelos aunque no quiera. No puede evitarlo.
Por eso, mírame a la cara, háblame frente a frente, cógeme de la mano y siente el latido azorado de mi corazón y esa respiración entrecortada que me caracteriza y que ya forma parte tatuada a fuego de todo mi ser. Agárrame del cuello con suavidad y acércalo a tus labios, para que, finalmente, esos labios tuyos se encuentren con los míos en perfecta comunión. Si me miras y te miro, si me hablas y te hablo, no hay equívocos. No los hay. Tu cuerpo y el mío se buscan de manera inexorable, tu mente y la mía se alían cuando se reconocen.
Nos convertimos en personas diferentes, siendo las mismas, cuando nos alejamos, cuando dejamos que todo lo que nos rodea contamine la burbuja de oxígeno vital que creamos juntos.
Mírame a los ojos y te darás cuenta de que no pueden dejar de buscar los tuyos, beber de ellos y alimentarse para crecer más y más. Son los espejos delatores de mi alma y mi alma es transparente y fluye. Fluyamos pues, seamos nosotros siempre. Cuéntame cómo te sientes y lo que esperas, si estás triste o te duele la vida. Mírame a los ojos, que intentaré curarte. Mírame.
Nélida L. del Estal Sastre































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