NOCTURNOS
Ucronía de un amor o una pasión imposible
Gustas, atraes, se te desea, tanto que yo me enamoré de tu persona, ya no sé si de tu carne, de tu osamenta o de tu clase. Pero no te hiciste querer. No contagias pasión. Se te quiere, pero como a la nube que viene a paliar el sol en una tarde de verano. Cuando llega el ocaso, ya no ha lugar para anhelarla.
El amor se construye desde fuera hacia dentro. Si, cuando profundizas, no encuentras nada, buscas en otro cuerpo que contenga alma, sentimiento, esencias. Cierto que los hombres miramos la estética del edificio femenino como primer síntoma para sentirnos atraídos. Algunos varones, los más toscos, menos sensibles, se quedan con la fachada. Otros, como es mi caso, necesitamos conocer las alcobas que guarda dentro toda mujer, si son amplias, si confortables, si acogedoras, si dejan pasar la luz del talento.
Desde la primera vez que vi tu cara y adiviné tu cuerpo, me llamaste la atención. Después, pasado el tiempo, la adolescencia de tu feminidad se convirtió en madurez. No habías perdido belleza, más bien los años crearon otro tipo de hermosura en tu personalidad. Tu voz, tan delicada, casi de niña bien, me sedujo; tu carne me invitaba a mimarla, sus senos a regresar a mi etapa de bebé…todo en tu personalidad me seducía. Pasó el tiempo. No había más que me atrajese de ti. Porque encontré mucho vacío en tu interior, frustración también; distancia hacia todo lo que consideras inferior a ti, una especie de desprecio a todo aquel que carece de los valores con los que tú distingues a los hombres que quieran amarte. Y me alejé. Y te olvido con las palabras que escribo. Pasaste. No volveré a encontrarte en la estación de regreso a la verdad. Ucronía de una pasión. Lo que pudo ser amor y ya se sumerge en el recuerdo, hijo de la memoria.
Eugenio-Jesús de Ávila
Gustas, atraes, se te desea, tanto que yo me enamoré de tu persona, ya no sé si de tu carne, de tu osamenta o de tu clase. Pero no te hiciste querer. No contagias pasión. Se te quiere, pero como a la nube que viene a paliar el sol en una tarde de verano. Cuando llega el ocaso, ya no ha lugar para anhelarla.
El amor se construye desde fuera hacia dentro. Si, cuando profundizas, no encuentras nada, buscas en otro cuerpo que contenga alma, sentimiento, esencias. Cierto que los hombres miramos la estética del edificio femenino como primer síntoma para sentirnos atraídos. Algunos varones, los más toscos, menos sensibles, se quedan con la fachada. Otros, como es mi caso, necesitamos conocer las alcobas que guarda dentro toda mujer, si son amplias, si confortables, si acogedoras, si dejan pasar la luz del talento.
Desde la primera vez que vi tu cara y adiviné tu cuerpo, me llamaste la atención. Después, pasado el tiempo, la adolescencia de tu feminidad se convirtió en madurez. No habías perdido belleza, más bien los años crearon otro tipo de hermosura en tu personalidad. Tu voz, tan delicada, casi de niña bien, me sedujo; tu carne me invitaba a mimarla, sus senos a regresar a mi etapa de bebé…todo en tu personalidad me seducía. Pasó el tiempo. No había más que me atrajese de ti. Porque encontré mucho vacío en tu interior, frustración también; distancia hacia todo lo que consideras inferior a ti, una especie de desprecio a todo aquel que carece de los valores con los que tú distingues a los hombres que quieran amarte. Y me alejé. Y te olvido con las palabras que escribo. Pasaste. No volveré a encontrarte en la estación de regreso a la verdad. Ucronía de una pasión. Lo que pudo ser amor y ya se sumerge en el recuerdo, hijo de la memoria.
Eugenio-Jesús de Ávila

















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