Domingo, 16 de Noviembre de 2025

Eugenio de Ávila
Domingo, 27 de Diciembre de 2020
COSAS MÍAS

La anormalidad de Zamora

[Img #47499]Ha tiempo, durante los dos años que laboré en TVE, en Castilla y León, conocí a un periodista que después trabajó conmigo en el centenario El Correo de Zamora, después comprado por el gran capital foráneo que redujo la cabecera del que fue el periódico de todos los zamoranos a una especie de garabato. Cuando mi compañero llevaba un tiempo en la redacción del periódico, me comentó: “Eugenio, que poca gente normal conozco! A tal confesión, respondí: “Fernando, las personas con las que tratan son normales. Sucede que tú y yo no lo somos. La normalidad manda. Nosotros pasamos, escuchamos, reflexionamos, guardamos silencio y escribimos”.

Zamora es también una ciudad anormal. Desde la llegada de la democracia, un sistema que todavía, después de más de 40 años, carece de la suficiente calidad para imponerse a la vulgaridad política imperante en gobiernos centrales y autonómicos, nuestra ciudad y provincia ha ido a menos. Por supuesto que se han realizado acciones positivas durante todo este tiempo, que se ha invertido mucho dinero público, con diferente suerte, con elegancia mínima casi siempre, sin clase, pero, en general, el resto de las ciudades y las provincias de esta anormal autonomía, ahistórica si se quiere, avanzaron, mientras aquí retrocedimos, como demuestran los parámetros económicos y demográficos. Con Zamora no se han ejercido principios esenciales como la igualdad y la fraternidad. A esta desgraciada tierra nunca llegó el dinero que Europa destinó para que hubiese un desarrollo armónico de las nueves provincias de Castilla y León. Se quedó  en el camino, se fue a Valladolid y Burgos, los dos grandes emporios castellanos.

Zamora, pues, padece, pues, su anormalidad, frente a la normalidad del resto de España. Ya he escrito sobre las causas de su retraso económico y, por ende, derrota demográfica. Nosotros, los zamoranos, seguimos obedeciendo, sin rechistar, a todo el que gobierna, sucedió durante la dictadura franquista y después con gobiernos socialistas y populares y ahora con esta mezcolanza de progres burgueses que gustan jugar a la revolución, un  juguete Jeyper para niños bien, que nunca carecieron de nada, para niños funcionarios, para niños bien, para pijiprogres.

La pandemia vírica, que se solapará con la económica, ha hundido, si cabe, todavía más a la economía zamorana. Muchos autónomos y pequeños empresarios pasarán a formar parte del proletariado en el paro, sin empleo, sin nada. Aquí también llegará la vacuna contra este coronavirus. Ahora bien, la vacuna que necesita el zamorano se llama rebeldía, fe en sus potencialidades, fuerza para romper con esa cadena hecha de eslabones del metal  de la cobardía, capacidad para criticar al poder, valentía para desoír al poder político, esperanza para avanzar hacia el futuro sin ataduras ideológicas.

Mientras no nos vacunemos, Zamora seguirá siendo una anormalidad económica y demográfica en Castilla y León y en España. La muerte es muy vulgar. Siempre hay un principio y un fin para todo quisque, también para dictadores y caciques. Nuestra tierra se halla más cerca del fin sin haber tenido un principio.

Porque esta canalla nos ha acostumbrado a la normalidad del mendigo, a la normalidad del hambriento, a la normalidad del pobre, a la normalidad de la apatía, a la normalidad del humillado. Lo anormal quedó para los privilegiados, para los cobistas, para la prensa sumisa y alquilada al mejor postor, para la antiespaña, para los independentistas, para los caciques, para los partidos políticos y sus vicarios. No va más. La anormalidad de Zamora quizá sea un legado de la histórica.

Eugenio-Jesús de Ávila

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