PASIÓN POR ZAMORA
Zamora: la ciudad menguante
Hay peces que se ahogan y lágrimas que no se lloran. El prototipo de zamorano es una carpa que se ahogó en el miedo al poder, a la autoridad, mientras su llanto lo guarda en las barras de bares y cafeterías, en el lecho conyugal o en la mesa del comedor.
Nuestra ciudad no puede crecer, porque los caciques no lo desean: “Es mejor una ciudad pequeña, sin agobios, en la que todos nos conozcamos y la gente asume quiénes somos los que mandamos”, se dicen unos a otros. Nuestros políticos también te contagiaron de esta tacañería económica. Se conforman con que todo siga igual, con ciertas mejoras en el urbanismo, si es posible bajar los impuestos, adornos urbanos y…poco más. Zamora está bien como está, frase muy del gusto del inolvidable Rajoy, padre político de Martínez-Maíllo, y `personajes que no son de ayer ni de mañana, sino de nunca, de la cepa hispánica, en pensamiento machadiano; con mentes decimonónicas, retrógrados, frustrados, baludaques de la nada. .
Pero yo, como zamorano, no me conformo con que Zamora siga igual que siempre, celebrando los mismos acontecimientos: Semana Santa, la Navidad, la Concha, el Tránsito, todos relacionados con la religión, gran lacra de esta tierra. Con la fe no se progresa, más bien se viaja en el tiempo hacia el pretérito. Con la fe en las ideologías sucede algo parecido. Al ser religiones paganas, también miran siempre hacia el pasado: 1917 y sus dioses humanos.
Yo no creo en el futuro. Solo analizo el presente con la herramienta de la historia, de mi memoria, que nunca será histórica. Solo sé que hay una Zamora que ya no podrá ser, la que emigró, la que esos viejos caciques expulsaron de su tierra; una Zamora, ciudad y provincia, que vuelve a ser en agosto, en Semana Santa y en las fiestas navideñas, cuando los otros zamoranos regresan a su lugar de nacencia. Y ahora, por la pandemia vírica, ni eso.
Como pienso en grande, no en esta Zamora menguante, exijo a nuestros políticos que salga de la ciudad, de la provincia, que conozcan otras cercanas o de más allá, que copien para después proyectar lo visto, con personalidad, sobre esta tierra; que realicen un calendario de acontecimientos semanales, y si es imposible pensar en siete días, mensuales. Necesitamos llamar la atención del turismo inteligente, del turismo sensible, del turismo cultural. Démosle románico, pero también historia, como la del Cerco de Zamora, 1072; obras de teatro que se relacionen con ese acontecimiento histórico para ser representadas en determinadas fechas. Esa historia de Zamora, la acontecida en la fecha antes citada, reúne todos los ingredientes de una obra de teatro de Shakespeare, un Rey Lear, un Ricardo III; un Macbeth. Mérida ofrece teatro clásico; Zamora tiene que ofrecer medioevo. Está ahí. Lo tenemos entre las murallas. Hay argumentos que ofrecer para progresar.
Y exigir a las instituciones del Estado, Junta y Gobierno central, inversiones industriales. Ya está tardando lo de los terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril, de Monte La Reina llevo escribiendo mes sí mes también. Hay que viajar a Madrid, Bilbao, Barcelona para visitar a las patronales de aquellas ciudades y ofrecerles nuestros polígonos. No se hace política sentados en las mesas de la burocracia. Salgamos a vendernos, no como heteras, sino como ciudad y provincia con historia, con orgullo, con elegancia y honor. El conformismo político es otra forma de reacción. Si somos progresistas, demostrémoslo con los hechos. Los zamoranos ya estamos cansados de vivir en una ciudad menguante, acobardada y silente. No queremos ser como peces que se ahogan en el agua ni lágrimas que no se saben llorar. ¡Gritemos y peleemos! Y si los políticos no lo saben hacer, que el pueblo se lo demande.
Eugenio-Jesús de Ávila
Hay peces que se ahogan y lágrimas que no se lloran. El prototipo de zamorano es una carpa que se ahogó en el miedo al poder, a la autoridad, mientras su llanto lo guarda en las barras de bares y cafeterías, en el lecho conyugal o en la mesa del comedor.
Nuestra ciudad no puede crecer, porque los caciques no lo desean: “Es mejor una ciudad pequeña, sin agobios, en la que todos nos conozcamos y la gente asume quiénes somos los que mandamos”, se dicen unos a otros. Nuestros políticos también te contagiaron de esta tacañería económica. Se conforman con que todo siga igual, con ciertas mejoras en el urbanismo, si es posible bajar los impuestos, adornos urbanos y…poco más. Zamora está bien como está, frase muy del gusto del inolvidable Rajoy, padre político de Martínez-Maíllo, y `personajes que no son de ayer ni de mañana, sino de nunca, de la cepa hispánica, en pensamiento machadiano; con mentes decimonónicas, retrógrados, frustrados, baludaques de la nada. .
Pero yo, como zamorano, no me conformo con que Zamora siga igual que siempre, celebrando los mismos acontecimientos: Semana Santa, la Navidad, la Concha, el Tránsito, todos relacionados con la religión, gran lacra de esta tierra. Con la fe no se progresa, más bien se viaja en el tiempo hacia el pretérito. Con la fe en las ideologías sucede algo parecido. Al ser religiones paganas, también miran siempre hacia el pasado: 1917 y sus dioses humanos.
Yo no creo en el futuro. Solo analizo el presente con la herramienta de la historia, de mi memoria, que nunca será histórica. Solo sé que hay una Zamora que ya no podrá ser, la que emigró, la que esos viejos caciques expulsaron de su tierra; una Zamora, ciudad y provincia, que vuelve a ser en agosto, en Semana Santa y en las fiestas navideñas, cuando los otros zamoranos regresan a su lugar de nacencia. Y ahora, por la pandemia vírica, ni eso.
Como pienso en grande, no en esta Zamora menguante, exijo a nuestros políticos que salga de la ciudad, de la provincia, que conozcan otras cercanas o de más allá, que copien para después proyectar lo visto, con personalidad, sobre esta tierra; que realicen un calendario de acontecimientos semanales, y si es imposible pensar en siete días, mensuales. Necesitamos llamar la atención del turismo inteligente, del turismo sensible, del turismo cultural. Démosle románico, pero también historia, como la del Cerco de Zamora, 1072; obras de teatro que se relacionen con ese acontecimiento histórico para ser representadas en determinadas fechas. Esa historia de Zamora, la acontecida en la fecha antes citada, reúne todos los ingredientes de una obra de teatro de Shakespeare, un Rey Lear, un Ricardo III; un Macbeth. Mérida ofrece teatro clásico; Zamora tiene que ofrecer medioevo. Está ahí. Lo tenemos entre las murallas. Hay argumentos que ofrecer para progresar.
Y exigir a las instituciones del Estado, Junta y Gobierno central, inversiones industriales. Ya está tardando lo de los terrenos de Adif en la Estación del Ferrocarril, de Monte La Reina llevo escribiendo mes sí mes también. Hay que viajar a Madrid, Bilbao, Barcelona para visitar a las patronales de aquellas ciudades y ofrecerles nuestros polígonos. No se hace política sentados en las mesas de la burocracia. Salgamos a vendernos, no como heteras, sino como ciudad y provincia con historia, con orgullo, con elegancia y honor. El conformismo político es otra forma de reacción. Si somos progresistas, demostrémoslo con los hechos. Los zamoranos ya estamos cansados de vivir en una ciudad menguante, acobardada y silente. No queremos ser como peces que se ahogan en el agua ni lágrimas que no se saben llorar. ¡Gritemos y peleemos! Y si los políticos no lo saben hacer, que el pueblo se lo demande.
Eugenio-Jesús de Ávila
Uno que ya no espera nada. | Viernes, 01 de Enero de 2021 a las 13:15:01 horas
No desesperes Eugenio, nunca sucederá. Zamora tiene lo qie se merece, pues una sociedas estabulada en el fracaso y aborregada por el miedo, no merece nada. En Zamora solo importa lo social, lo aparente, la estupidez mundana, el chisme y la Semana Santa. No hay lideres validos, pues padecen de las condiciones citadas, solo hay emboscados e interesados personajillos que buscan el medio para medrar en lo personal. Politicos, Patronal, Camara, Zamoras 10,sindicatos y cuales quiera oganizaciones existentes se nutren de personajes de tercera y asi es imposible. Zamora ya ha muerto, no está en coma y no hace falta enterrarla, que quede como muestra de lo que es una sociedad acobardada por el miedo y pueblerina hasta las trancas. Sigamos en procesión hasta la catarsis final.
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