Otro tipo de sexo

Cuando la copula entre un hombre y una mujer solo entiende y  busca el placer, concluido el deleite, no queda nada, ni las palabras, ni el recuerdo, ni ningún sentimiento superior. Cuando la cópula entre un caballero y una dama rubrica ternura, sensibilidad, comunión de almas, después del éxtasis, descubres la esencia del amor, el néctar de los sentimientos.

El hombre me parece un animal hedonista. Solo se mueve por el placer. Sin orgasmos en el cuerpo a cuerpo con una mujer, el ser humano habría desaparecido de la faz de la tierra. La mujer, aún sin deleite, crearía vida con dolor. Entre el regocijo y tormento, una fémina construye futuro, perpetúa el género humano, estira la vida, expande el universo.

Durante la adolescencia y parte de su madurez, el varón necesita conocer más y más mujeres; las quiere, las amaría, las cataría a todas. Pero no siente a ninguna en la profundidad de su universo masculino. Romeo se ama a sí mismo en Julieta. Pero depositaría amor en cualquier otra jovencita que no apellidara Capuleto. El hombre es honesto, en su acepción sexual, porque no le queda otro remedio. No sabe querer. No sabe amar. Cree que ama, cree que quiere. Cuestión de fe. Solo se desea a sí mismo, solo busca la fruición que procura penetrar en la intimidad femenina.

Hay varones a los que, consumida la juventud, en la prórroga de la madurez, todavía les mueve, les guía, les conduce la satisfacción sexual. No evolucionaron sus cerebros. Se quedaron en la época del onanismo. Más arrugas en la piel y menos talento en sus mentes. A más inteligencia, el seso esculpe la estatua del mejor sexo. A escaso genio, solo abunda el sexo por el sexo, el placer efímero y eyacular tedio en otro cuerpo.

Yo he querido amar con todo mi seso erecto. Yo he deseé crear arte con el amor. Yo la elegí a ella. Esa mujer prefirió otro tipo de sexo.

Eugenio-Jesús de Ávila