PASIÓN POR ZAMORA
Zamora es como la nieve

Hay nieve negra como existe una izquierda reaccionaria. Oxímoron meteorológico y político. En Zamora nieva blanco sobre una tierra en blanco, moribunda, sin fuste, helada. Unidas Podemos lanzó todo tipo de diatribas contra Rajoy y su ejecutivo socialdemócrata –no hubo ministro de Hacienda como Montoro que subiera tanto los impuestos- cuando se subió la electricidad un 8 %. Ahora, cuando la factura que pagará el españolito medio alcanzará más de un 25 %, guardan silencio. Esta gente es nieve negra, izquierda reaccionaria. Siempre dije que hay gente de izquierda que ignora que es muy conservadora.
Zamora, vestida con hábito blanco, parece un monje blanco, un monje del Císter. Zamora no ha salido del medioevo. Aquí la austeridad de la gente común hasta duele. El silencio también forma parte de nuestras virtudes o nuestros defectos. Callamos cuando deberíamos gritar y voceamos a destiempo. En Zamora, como no hay otra cosa de la qué hablar, porque pensar duele y hay miedo, se saca lo del tiempo cada dos por tres o tres por cuatro, que son seis y 12, respectivamente. Lo nuestro sería criticar la subida de la luz con esta izquierda reaccionaria que desgobierna desde La Moncloa, cubierta de nieve mediocre, o a la Junta que nos perimetra con sus caprichos, propios de los niños mimados que la administran.
Si a Zamora hubiera que definirla por un fenómeno meteorológico, yo aplicaría el de que es una tierra nieve, porque cae en silencio, sin hacer ruido, con el cerebro en blanco, y, cuando sube la temperatura, se licúa y evapora con los primeros rayos del sol. Y, además, aquí nieva muy poco, como sin ganas, sin querer. Así somos los zamoranos: nos dan miedo casi hasta respirar o caminar, porque rompemos el silencio con los tacones al pisar los cascotes de la zona noble de la ciudad, piedras para la tortura del humilde paseante.
Zamora es una bonita fotografía, que siempre recordará el pasado. Zamora no avanza en el tiempo, porque es la ciudad pretérito. La nieve de hoy, fue la de siempre, la que precipitó cuando se construía la Catedral, la del Motín de la Trucha, la del 6 de enero de 1809, la de ayer, la de hoy y la de mañana. Zamora no cambia. Los zamoranos se mueren y cada vez nacerán menos entre la nieve que besa los húmedos labios del Duero.

Hay nieve negra como existe una izquierda reaccionaria. Oxímoron meteorológico y político. En Zamora nieva blanco sobre una tierra en blanco, moribunda, sin fuste, helada. Unidas Podemos lanzó todo tipo de diatribas contra Rajoy y su ejecutivo socialdemócrata –no hubo ministro de Hacienda como Montoro que subiera tanto los impuestos- cuando se subió la electricidad un 8 %. Ahora, cuando la factura que pagará el españolito medio alcanzará más de un 25 %, guardan silencio. Esta gente es nieve negra, izquierda reaccionaria. Siempre dije que hay gente de izquierda que ignora que es muy conservadora.
Zamora, vestida con hábito blanco, parece un monje blanco, un monje del Císter. Zamora no ha salido del medioevo. Aquí la austeridad de la gente común hasta duele. El silencio también forma parte de nuestras virtudes o nuestros defectos. Callamos cuando deberíamos gritar y voceamos a destiempo. En Zamora, como no hay otra cosa de la qué hablar, porque pensar duele y hay miedo, se saca lo del tiempo cada dos por tres o tres por cuatro, que son seis y 12, respectivamente. Lo nuestro sería criticar la subida de la luz con esta izquierda reaccionaria que desgobierna desde La Moncloa, cubierta de nieve mediocre, o a la Junta que nos perimetra con sus caprichos, propios de los niños mimados que la administran.
Si a Zamora hubiera que definirla por un fenómeno meteorológico, yo aplicaría el de que es una tierra nieve, porque cae en silencio, sin hacer ruido, con el cerebro en blanco, y, cuando sube la temperatura, se licúa y evapora con los primeros rayos del sol. Y, además, aquí nieva muy poco, como sin ganas, sin querer. Así somos los zamoranos: nos dan miedo casi hasta respirar o caminar, porque rompemos el silencio con los tacones al pisar los cascotes de la zona noble de la ciudad, piedras para la tortura del humilde paseante.
Zamora es una bonita fotografía, que siempre recordará el pasado. Zamora no avanza en el tiempo, porque es la ciudad pretérito. La nieve de hoy, fue la de siempre, la que precipitó cuando se construía la Catedral, la del Motín de la Trucha, la del 6 de enero de 1809, la de ayer, la de hoy y la de mañana. Zamora no cambia. Los zamoranos se mueren y cada vez nacerán menos entre la nieve que besa los húmedos labios del Duero.























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