ZAMORANA
Lo que asoma debajo de la nieve
La nieve se ha convertido en masa dura de hielo propenso al resbalón, e impide que la ciudad se mueva con normalidad; los coches no transitan, no llegan los servicios de limpieza y papeleras, contenedores de cartón, vidrio y ropa desparraman envases, papeles y cristales alrededor porque ya no caben en su lugar. La basura también ha sucumbido a su recogida y los cubos se mantienen en la calle ofrecie0ndo una lamentable imagen de descuido y suciedad a la que nadie está acostumbrado.
Lo que pone de manifiesto esta inesperada nevada y las consecuencias que ha conllevado, es que apenas nos fijamos en la cantidad de personas que cuidan a diario y en silencio de la buena marcha de la ciudad: limpieza, abastecimiento, control y seguridad. Cada mañana nos levantamos y el suelo aparece limpio de hojas y suciedad, los supermercados rebosantes de productos, las aceras y las vías perfectamente regadas, señalizadas y todo en orden; parece que algo tan simple como la normalidad no aparejara un trabajo esencial e invisible, que implica a aquellos que trabajan en la sombra, cuando llega la noche, aseando calles y plazas para que, cuando nos levantemos estén a nuestra disposición cuidadas e impolutas.
Muchas ciudades no están acostumbradas y cuando se desatan fenómenos atmosféricos tan naturales como puede ser una nevada o una lluvia persistente, sus efectos colapsan la vida de los ciudadanos: el metro se inunda y, por tanto, debe cerrarse con el consiguiente problema de movilidad que supone para miles de personas que utilizan este medio de transporte en sus desplazamientos habituales; los servicios públicos no dan abasto, ya sea para quitar la nieve acumulada o los desbordamientos de agua que saturan las bocas de riego de las calles vomitando el líquido excedente; resulta misión imposible acceder a servicios esenciales como hospitales, centros de salud e incluso puestos de trabajo cuando las furias naturales se desatan. Por otra parte, en este país tan proclive a la imprevisión, siempre suele pillarle el toro; los políticos se ven desbordados y encuentran una respuesta a los ciudadanos culpando -como siempre- a los otros, sean los que sean. Si esta nevada ya se anunció con tiempo, me pregunto:
- ¿Por qué se han originado tantos problemas?
- ¿Dónde estaba el plan de contingencia para solucionar las dificultades antes de que llegaran?
- ¿Acaso no padecemos una pandemia añadida, por lo que el acceso a hospitales, la movilidad de ambulancias y coches de policía debería ser una prioridad incuestionable?
- ¿Dónde estaban las máquinas quitanieves que, desde que empezó a nevar, dejó arterias importantes de las ciudades y coches estancados en autovías y radiales, y allí siguen todavía con el mismo acúmulo de nieve y cerradas a la circulación?
- ¿Qué político del gobierno ha dado la cara para responder a estas y otras cuestiones, asumiendo que, una vez más, no han sabido estar a la altura?
- ¿Sobre quién recaerá la responsabilidad de tantas personas enfermas que necesitan en estos días un servicio médico a domicilio o una ambulancia que no llega para trasladarles a un hospital con accesos cerrados? ¿Quién responde a su dolor, a su impotencia?
Otra prueba que los políticos no han superado, otro fracaso de un gobierno cuyo presidente solo sale de su cómodo palacio para aparecer en la foto un ratito y cubrir el expediente, mientras los ciudadanos arriman el hombro, a falta de máquinas, y quitan la nieve como pueden para dejar expeditas las salidas de los garajes por si puedan coger el coche e intentar llegar a sus trabajos. Los supermercados tienen las estanterías vacías debido a que no pueden suministrarles productos porque los camiones no pueden llegar hasta las tiendas y las ciudades están casi paralizadas.
En cuanto a los pueblos afectados, muchos de ellos aislados por la nieve, con habitantes mayores y/o viviendo solos, creo que están mejor atendidos ya que son pequeñas comunidades y los ayuntamientos más cercanos para poner en marcha soluciones debido a que conocen a sus ciudadanos; por otra parte, es proverbial la solidaridad entre los vecinos que se hace patente en situaciones de extrema necesidad como ésta que nos ocupa.
Sin embargo, las emergencias y las catástrofes están contempladas por el estado para que sea él a través de sus representantes políticos quienes las gestionen y resuelvan, máxime cuando algunas, como es el caso de esta gran nevada, han sido previstas con antelación por la Agencia Estatal de Meteorología del mismo modo que la OMS y la UE alertaron al gobierno de la gravedad de la pandemia que nos asolaría desde Enero, y en ambos casos la respuesta del gobierno Pedro-Pablo ha sido igual de deplorable e ineficaz
¿Sirve de algo que nos quejemos, que nos lamentemos de la penosa cadena de políticos que cubren su ineptitud con otra mayor, para vergüenza de quienes les observamos con estupefacción y asombro? ¿Les queda algo de decencia para hacerse a un lado o incluso para sonrojarse si reconocen lo que no están haciendo?
Como ya he manifestado en varias ocasiones, no es ésta la España que quiero ni éstos los políticos que me representan.
Mª Soledad Marín Turiño
La nieve se ha convertido en masa dura de hielo propenso al resbalón, e impide que la ciudad se mueva con normalidad; los coches no transitan, no llegan los servicios de limpieza y papeleras, contenedores de cartón, vidrio y ropa desparraman envases, papeles y cristales alrededor porque ya no caben en su lugar. La basura también ha sucumbido a su recogida y los cubos se mantienen en la calle ofrecie0ndo una lamentable imagen de descuido y suciedad a la que nadie está acostumbrado.
Lo que pone de manifiesto esta inesperada nevada y las consecuencias que ha conllevado, es que apenas nos fijamos en la cantidad de personas que cuidan a diario y en silencio de la buena marcha de la ciudad: limpieza, abastecimiento, control y seguridad. Cada mañana nos levantamos y el suelo aparece limpio de hojas y suciedad, los supermercados rebosantes de productos, las aceras y las vías perfectamente regadas, señalizadas y todo en orden; parece que algo tan simple como la normalidad no aparejara un trabajo esencial e invisible, que implica a aquellos que trabajan en la sombra, cuando llega la noche, aseando calles y plazas para que, cuando nos levantemos estén a nuestra disposición cuidadas e impolutas.
Muchas ciudades no están acostumbradas y cuando se desatan fenómenos atmosféricos tan naturales como puede ser una nevada o una lluvia persistente, sus efectos colapsan la vida de los ciudadanos: el metro se inunda y, por tanto, debe cerrarse con el consiguiente problema de movilidad que supone para miles de personas que utilizan este medio de transporte en sus desplazamientos habituales; los servicios públicos no dan abasto, ya sea para quitar la nieve acumulada o los desbordamientos de agua que saturan las bocas de riego de las calles vomitando el líquido excedente; resulta misión imposible acceder a servicios esenciales como hospitales, centros de salud e incluso puestos de trabajo cuando las furias naturales se desatan. Por otra parte, en este país tan proclive a la imprevisión, siempre suele pillarle el toro; los políticos se ven desbordados y encuentran una respuesta a los ciudadanos culpando -como siempre- a los otros, sean los que sean. Si esta nevada ya se anunció con tiempo, me pregunto:
- ¿Por qué se han originado tantos problemas?
- ¿Dónde estaba el plan de contingencia para solucionar las dificultades antes de que llegaran?
- ¿Acaso no padecemos una pandemia añadida, por lo que el acceso a hospitales, la movilidad de ambulancias y coches de policía debería ser una prioridad incuestionable?
- ¿Dónde estaban las máquinas quitanieves que, desde que empezó a nevar, dejó arterias importantes de las ciudades y coches estancados en autovías y radiales, y allí siguen todavía con el mismo acúmulo de nieve y cerradas a la circulación?
- ¿Qué político del gobierno ha dado la cara para responder a estas y otras cuestiones, asumiendo que, una vez más, no han sabido estar a la altura?
- ¿Sobre quién recaerá la responsabilidad de tantas personas enfermas que necesitan en estos días un servicio médico a domicilio o una ambulancia que no llega para trasladarles a un hospital con accesos cerrados? ¿Quién responde a su dolor, a su impotencia?
Otra prueba que los políticos no han superado, otro fracaso de un gobierno cuyo presidente solo sale de su cómodo palacio para aparecer en la foto un ratito y cubrir el expediente, mientras los ciudadanos arriman el hombro, a falta de máquinas, y quitan la nieve como pueden para dejar expeditas las salidas de los garajes por si puedan coger el coche e intentar llegar a sus trabajos. Los supermercados tienen las estanterías vacías debido a que no pueden suministrarles productos porque los camiones no pueden llegar hasta las tiendas y las ciudades están casi paralizadas.
En cuanto a los pueblos afectados, muchos de ellos aislados por la nieve, con habitantes mayores y/o viviendo solos, creo que están mejor atendidos ya que son pequeñas comunidades y los ayuntamientos más cercanos para poner en marcha soluciones debido a que conocen a sus ciudadanos; por otra parte, es proverbial la solidaridad entre los vecinos que se hace patente en situaciones de extrema necesidad como ésta que nos ocupa.
Sin embargo, las emergencias y las catástrofes están contempladas por el estado para que sea él a través de sus representantes políticos quienes las gestionen y resuelvan, máxime cuando algunas, como es el caso de esta gran nevada, han sido previstas con antelación por la Agencia Estatal de Meteorología del mismo modo que la OMS y la UE alertaron al gobierno de la gravedad de la pandemia que nos asolaría desde Enero, y en ambos casos la respuesta del gobierno Pedro-Pablo ha sido igual de deplorable e ineficaz
¿Sirve de algo que nos quejemos, que nos lamentemos de la penosa cadena de políticos que cubren su ineptitud con otra mayor, para vergüenza de quienes les observamos con estupefacción y asombro? ¿Les queda algo de decencia para hacerse a un lado o incluso para sonrojarse si reconocen lo que no están haciendo?
Como ya he manifestado en varias ocasiones, no es ésta la España que quiero ni éstos los políticos que me representan.
Mª Soledad Marín Turiño























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