Viernes, 26 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Lunes, 11 de Enero de 2021
NOCTURNOS

La mujer es el agua que calma mi sed

[Img #48151]Supondrás que prefiero escribir y reflexionar sobre el amor y sus circunstancias, sobre el amor y sus cuitas, sobre el amor y su placer, que hacer el amor con la mujer que amo. Te equivocas. Escribo tanto sobre ese sentimiento humano porque, después de décadas de buscarlo, encontrarlo, de cuando en cuando; analizarlo, pensarlo y dejarlo en libertad, sigue siendo un misterio para mi inteligencia. Quizá mi talento no llega a su esencia, o pudiera ser que, cuando lo encontré, ha poco tiempo, se transformó en una nube de verano, que descargó su granizo sobre mi alma y se fue a otros páramos masculinos a dejar sombra y lluvia.

 

Cuando era joven, no pensaba en el enigma del amor. Ni tan si quiera me lo planteaba. Amaba. Eso creía entonces. Después he sabido que solo buscaba placer en cuerpos femeninos. El hombre, durante su juventud y parte de su madurez, no es otra cosa una fábrica de esperma. Factura el producto y poco le importa qué clienta lo adquiera. El macho de nuestra especie es un ser muy primario. Tiene dos cabezas. Y solo suele utilizar una.

 

He conocido, conozco, me trato con hombres de mi edad que muestran las mismas perversiones sexuales que en sus años mozos. El hombre es un animal hedonista. Si no encuentra placer, desprecia. Siempre juega a ganar. Valora a la mujer por su aspecto externo. Después, si es inculta, grosera, tediosa, le da igual. Solo le vale como objeto de placer. Hay excepciones. Las de aquellos que también nos mostramos hipnotizados por la belleza de una dama, pero, si después no hay nada detrás de su sexo, nos olvidamos.

 

Mi mundo es femenino. Si Dios existiera, que me da a mí que no, sería un ser femenino. Los varones me suelen aburrir, me dan ansiedad, me deprimen. Las mujeres suelen ser tan inteligentes que me obligan a buscar dentro de las circunvalaciones de mi cerebro respuestas a las cuestiones que plantean. Si después de un debate, una conversación, unas risas surgidas del talento, yaces con esa señorita, encontrarás la razón de vivir, una causa para no convertirte en nada, solo en polvo enamorado.

 

La mujer es el agua que necesitamos beber para vivir. Carlota es el agua que calma mi sed. Si nuestra vida consiste en atravesar un desierto de dunas masculinas, donde ni tan si quiera nos encontraremos un oasis femenino, la vida es como una muerte que ve, pero que no siente, que huele mal, que no merece el castigo de vivirla.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

 

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