CON LOS CINCO SENTIDOS
Una tarde en el teatro
La función empezaba a las ocho de la tarde, pero ya casi era de noche, una de las últimas tardes de otoño en esas en las que el sol quiere ganarle la batalla a la luna pero ya no puede porque las fuerzas lo vencen y le entra un profundo sueño…
Estabas apoyado en la pared con tu entrada mientras yo miraba distraída el cartel de la obra que se representaba ese día, ambos íbamos solos a ver “La casa de Bernarda Alba”, de Lorca. Desgarradora obra de teatro que hay que tener cuerpo y ganas para ir a ver sin más compañía que la de uno mismo…Pero adoro el teatro y mi amor y admiración sin límites por Lorca me condujeron hasta allí más sola que la una, después de tomar unos vinos con algunas amigas, para ver un drama en toda regla, duro como la piedra más dura con la que te hayas topado jamás.
Nos miramos, como buscando algo de complicidad en nuestra soledad y nos fuimos acercando, poco a poco, el uno hacia el otro de camino al patio de butacas. Las entradas no estaban numeradas y como había sitio libre, te sentaste a mi lado. Me temblaban las piernas. Me llamo…te llamas...Poco más y empezó la representación. Adoramos a Lorca y aquí estábamos, juntos, sintiendo el calor del otro, la emoción del otro y el codo del otro cada vez más cerca de nuestros cuerpos. En un momento de descuido me agarraste la cara y me besaste, a oscuras y a bocajarro. Fue un beso dulce, pero lleno de pasión, inesperado, deseado. Ni una palabra.
La función acabó y se encendieron las luces. Desapareciste como por arte de magia y jamás te he vuelto a ver, sólo sé tu nombre y que adoras a Lorca. Y que me besaste esa tarde en el teatro.
Nélida L. del Estal Sastre
La función empezaba a las ocho de la tarde, pero ya casi era de noche, una de las últimas tardes de otoño en esas en las que el sol quiere ganarle la batalla a la luna pero ya no puede porque las fuerzas lo vencen y le entra un profundo sueño…
Estabas apoyado en la pared con tu entrada mientras yo miraba distraída el cartel de la obra que se representaba ese día, ambos íbamos solos a ver “La casa de Bernarda Alba”, de Lorca. Desgarradora obra de teatro que hay que tener cuerpo y ganas para ir a ver sin más compañía que la de uno mismo…Pero adoro el teatro y mi amor y admiración sin límites por Lorca me condujeron hasta allí más sola que la una, después de tomar unos vinos con algunas amigas, para ver un drama en toda regla, duro como la piedra más dura con la que te hayas topado jamás.
Nos miramos, como buscando algo de complicidad en nuestra soledad y nos fuimos acercando, poco a poco, el uno hacia el otro de camino al patio de butacas. Las entradas no estaban numeradas y como había sitio libre, te sentaste a mi lado. Me temblaban las piernas. Me llamo…te llamas...Poco más y empezó la representación. Adoramos a Lorca y aquí estábamos, juntos, sintiendo el calor del otro, la emoción del otro y el codo del otro cada vez más cerca de nuestros cuerpos. En un momento de descuido me agarraste la cara y me besaste, a oscuras y a bocajarro. Fue un beso dulce, pero lleno de pasión, inesperado, deseado. Ni una palabra.
La función acabó y se encendieron las luces. Desapareciste como por arte de magia y jamás te he vuelto a ver, sólo sé tu nombre y que adoras a Lorca. Y que me besaste esa tarde en el teatro.
Nélida L. del Estal Sastre





























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