Jueves, 27 de Noviembre de 2025

Eugenio de Ávila
Lunes, 18 de Enero de 2021
REPÚBLICO

El progre o la hipocresía del pequeño burgués de izquierdas

[Img #48505]El progre es un pequeño burgués que vive como tal, pero quiere solucionar los problemas del obrero  reflexionando en su amplia vivienda, ubicada en el centro de la ciudad y urbanizaciones bien; dotada de calefacción central, buenas vistas, claridad, ascensor y todas las comodidades propias de la vida burguesa, a la que también le gustaría acceder al proletariado.  El trabajador pasa de revoluciones. Su ambición es convertirse en un burgués en una sociedad de hombres libres e iguales. Las dictaduras del proletariado, para los intelectuales.

El progre vota a partidos que parecen de izquierdas, incluso a Unidas Podemos. Ya no es progresista elegir al PSOE, una formación que carece de diputados, senadores y altos cargos que tengan callos en las manos, aunque quizá sí los guarden en la epidermis del alma.

El progre, cuando escribe en español, para parecer más avanzado, deja negro sobre blanco, verbirgracia: Girona, Ourense, Lleida o A Coruña. En eso consiste su progresismo, que también construye con odio a la derecha, que es una ideología sin ideología; a cualquiera de sus líderes, fuera Aznar, Rajoy o ahora Casado, incluso antes de que tomen alguna medida. Se les juzga no por lo que hacen, sino porque militan en un partido sin alma, en una formación que no es de izquierdas.

Al progre le satisface el cine de Almodóvar, director  en la cumbre de la cursilería, de radionovelas en color y en la gran pantalla. Pero como el cineasta manchego pone a parir a todo lo que huela a derecha, se le quiere, se le adora, se le idolatra y se le conceden óscares.  También le encantan escritores, pintores, artistas que se hayan confesado de la siniestra. Pero les repele cualquier autor liberal, conservador, que no sea de izquierdas.

El progre considera facha al que no piensa como él, al que se confiesa patriota, que no nacionalista; al que critica las políticas del PSOE y las ideas de Pablo Iglesias. El progre, sin saberlo, es muy conservador, porque suele ser funcionario, persona, hombre o mujer, que, acabada la carrera o el bachillerato, superior o elemental, opositó para conseguir una plaza en el Estado para toda la vida, con la que aseguraba su economía durante décadas. No conozco nada tan reaccionario como el dinero. De hecho, los revolucionarios, desde la Revolución Francesa, el asignado,  hasta la dictadura soviética, buscaron acabar con monedas y papel.

El progre nunca dejará su herencia, su patrimonio, al Estado, ente al que adora, como comunistas y fascistas, sino a su familia, esposa, si la tiene, e hijos. Guarda su dinero en los bancos que más interés le ofrecen, aunque crea, y podría tener razón, que son lo peor de lo peor. Pero es lo que hay.

El progre es el máximo ejemplo de la falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre la teoría y la praxis, entre lo que predica y practica. La prensa local sería el mejor ejemplo del fatuo progresismo: cobista de los que mandan, lo fueron de Vázquez, de Martínez-Maíllo y de María Teresa Martín Pozo, que les “regalaron” dinero público para que todo fuera bien, para que el balance anual de sus cuentas empresariales saliera sin números rojos.  Pero, en secreto, los criticaban y votaban al PSOE o IU. Y les trae sin cuidado la ética y la estética. Ahora manda Ciudadanos, pues coba, aunque no se deja, no le gusta, para Francisco José Requejo, al que ningunearon cuando un simple concejal, a él y a su partido. Y a Francisco Guarido, como maneja dinero, pues a darle cancha y evitar toda crítica y, por supuesto, al PSOE, que ocupa La Moncloa.

Pero el néctar del progresismo lo hallaremos en los políticos. Analice el lector cualquier programa electoral. No lo arroje a la basura de papel y cartón. Consérvelo. Y, cuando le vuelvan a llamar cual rebaño al redil de las urnas, cotéjelo, compare las promesas con la realidad, las palabras con los hechos. Todo es mentira. Todo es hipocresía.

De jovencito, leí, con interés los Evangelios. De su lectura, esencialmente, extraje que Jesús de Nazaret solo condenaba a los ricos y a los hipócritas. Poco más que añadir. Yo, por supuesto, no soy progre. Ni me gusta la derecha, ni me encanta la izquierda. No creo en Dios ni en los hombres, excepción hecha de mis amigos. Me he convertido en un misántropo.  Como ser humano que soy, también me odio un poco. Quizá sea un fascista y no lo sepa.

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

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