NOCTURNOS
Sosiego y hedonismo
Ataraxia y voluptuosidad. Calma y deleite para mayor claridad. Sí. Deseo el sosiego, la tranquilidad, la paz. Y el placer, el gozo, la sensualidad. No quiero sufrir por amor. Si noto que me enamoro de una mujer y no recibo ni una puta caricia, ni un mimo, ni un beso, dejó el campo de batalla como un desertor que huyera de las balas de la tristeza, de los cañonazos de la pena, de las bayonetas del dolor.
El amor me dio más momentos divinos que penas del infierno. No estoy preparado para que me derrote la pasión por una dama. La vida ya duele sin tomar partido. Si no puedo amar a quién deseo, querré a quién me dé beber cuando me muero de sed de amor. Anhelo un oasis femenino en el que sacie mi pasión, escribe poemas en su epidermis, humedezca el cráter de su ombligo, acaricie sus ingles y masajee sus piernas.
Ella lo tiene todo: belleza y talento. Pero yo no la tengo a ella. No quiero más que el patrimonio de su alma para heredar su cuerpo de diosa. La amo por fuera y del revés. La amo cruda y hervida. La quiero como la lluvia al río: mojarla, aumentar su caudal, desbordarla, ser su afluente de vida.
Esa dama me ha devuelto a la voluptuosidad. Pensarla me calma, pero alborota mi hombría. Amarla me descubre el hedonismo perfecto. Ella es un cielo sin muerte, un sexo con seso, una mujer casi perfecta. Gracias a ella, quiero vivir. Si no me ama, la amaré como si no existiera, con palabras como las que ahora he escrito, con versos que nunca conocerá, como un místico a su Dios.
Eugenio-Jesús de Ávila
Ataraxia y voluptuosidad. Calma y deleite para mayor claridad. Sí. Deseo el sosiego, la tranquilidad, la paz. Y el placer, el gozo, la sensualidad. No quiero sufrir por amor. Si noto que me enamoro de una mujer y no recibo ni una puta caricia, ni un mimo, ni un beso, dejó el campo de batalla como un desertor que huyera de las balas de la tristeza, de los cañonazos de la pena, de las bayonetas del dolor.
El amor me dio más momentos divinos que penas del infierno. No estoy preparado para que me derrote la pasión por una dama. La vida ya duele sin tomar partido. Si no puedo amar a quién deseo, querré a quién me dé beber cuando me muero de sed de amor. Anhelo un oasis femenino en el que sacie mi pasión, escribe poemas en su epidermis, humedezca el cráter de su ombligo, acaricie sus ingles y masajee sus piernas.
Ella lo tiene todo: belleza y talento. Pero yo no la tengo a ella. No quiero más que el patrimonio de su alma para heredar su cuerpo de diosa. La amo por fuera y del revés. La amo cruda y hervida. La quiero como la lluvia al río: mojarla, aumentar su caudal, desbordarla, ser su afluente de vida.
Esa dama me ha devuelto a la voluptuosidad. Pensarla me calma, pero alborota mi hombría. Amarla me descubre el hedonismo perfecto. Ella es un cielo sin muerte, un sexo con seso, una mujer casi perfecta. Gracias a ella, quiero vivir. Si no me ama, la amaré como si no existiera, con palabras como las que ahora he escrito, con versos que nunca conocerá, como un místico a su Dios.
Eugenio-Jesús de Ávila




















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122