Miércoles, 26 de Noviembre de 2025

Eugenio de Ávila
Miércoles, 20 de Enero de 2021
CONFESIONES ÍNTIMAS

Soy un mal periodista

[Img #48624]Aquí, en esta Zamora que agoniza, existe una sutil diferencia entre ser considerado un buen periodista o un mal profesional, entre bendición y la maldición. El genio es aquel que abraza al poder, al que sea, ya PP, en la Diputación, ora Izquierda Unida, en el Ayuntamiento. Se define como canalla al que critica a los que administran las instituciones, partidos políticos, empresarios, etc. El poder castiga al malo. ¿Cómo? Se le ignora en el reparto, pesebre periodístico, de la publicidad institucional. Si un medio de comunicación, como el que yo edito y dirijo, se atreve a mantener una línea editorial al que ordena y manda, se le ignora. Ni un euro a ese horrible periodista. Pero sí eres maestro en la coba, el peloteo, una especie de reptil, recibirán los parabienes y los dineros de la institución correspondiente. Así está Zamora.

 

A un servidor todavía no ha nacido nadie que le obligue a escribir al dictado, se me define como monstruo, “rojo” o “facha”, nauseabundo y pésimo periodista, viejo y desfasado, torpe, analfabeto, malandrín y con escasa clase en el porte y en el vestir.

 

En nuestra ciudad y provincia, se puede vivir bastante bien del periodismo, de un digital, del amarillismo. Yo siempre supe qué hacer para transformar mi medio de comunicación en un excelente negocio: no criticar a ningún político, considerar que todos son buenos, guapos/as, inteligente, honrados, cultos; asistir a las ruedas de prensa y no preguntar nada y si cuestiono algo, que sea algo sin importancia, que no obligue al protagonista a pensar, que no se enoje. Y, si es posible, dedicarme a crear una especie de El Caso, recibiendo información confidencial del poder.

 

Al respecto, recuerdo ahora el incidente de tráfico de Rosa Valdeón. Aquí hubo cómplices políticos y periodísticos. La que fuera alcaldesa y vicepresidenta de la Junta de  Castilla y León lo sabe y lo ha comentado. Aquí todo el mundo “tragó” con la versión oficial, la política y la de casi todos los medios de comunicación… menos El Día de Zamora que logró entrevistar, en rigurosa exclusiva, al chófer del tráiler que protagonizo el suceso. La sinceridad de ese profesional de la carretera lo cambió todo. Pues, a raíz de aquella noticia, El Día de Zamora fue el mal, y los medios falaces, el bien. Cada cual obtiene un premio. A nosotros, se nos castiga; mientras se premia la mentira, a los corifeos del poder, a los que viven de la publicidad pública en una ciudad agonizante, acobardada, pusilánime.

 

Zamora ha llegado a este estado económico y demográfico –ya no somos ni 171.000 los que vivimos en nuestra geografía provincial- porque no ha habido una prensa que le cantará las 40 al poder cuando metiera la pata o la mano -recuerden que Zamora vivió casos de corrupción que alcanzaron el ámbito nacional- y también hubiera loado sus buenas acciones. Pero, desde ha tiempo, más desde la crisis generalizada de la economía española, en la gobernanza de ese presidente nefasto, el tal Zapatero, la prensa fue abducida por el poder político, con especial énfasis en provincias tan liliputienses como la nuestra.

 

Después, los periodistas expresarán su enojo con el célebre lema: “Sin prensa libre, no hay democracia”. Nos jodió. Por supuesto que no existe ese sistema de libertades. Que se lo exijan a sus editores, a sus capitalistas, a los que pagan. Ellos sí son los responsables de ocultar la verdad y bendecir la mentira.

 

Por lo tanto, considero lógico que a un servidor se le considere el peor de los periodistas zamoranos, un iletrado, ignorante e inculto; la hez de la profesión. Eso sí, duermo muy bien desde hace mucho tiempo. Solo me quita el sueño una mujer. Recuerdo, no obstante, de Kapusciski, que quizá me defina: "Las malas personas no pueden ser buenos periodistas".

 

Eugenio-Jesús de Ávila

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