El Quesos el Pastor no pudo con un Guernica bien armado (57-80)

Decir que las pupilas de Fran García perdieron el encuentro por un mal arbitraje, no sería justo, porque las vascas tienen un equipo superior, con 10 jugadoras que, como diría el entrenador asturiano al final del choque, te sacan un bloque de 5 y tienen en el banquillo a otras 5 iguales o mejores y eso, lógicamente, acaba pronto con la intensidad física de un equipo en cuadro -Liazarazu volvió a jugar hoy el partido completo- como lo es hoy el Zamarat, con Onokwuo fuera de servicio y Policari con problemas toda la semana, lo que lleva que estén disponibles casi al 100% 7 jugadoras y digo casi, porque a Vivians -la última incorporación- todavía no lo está, por mucho que reconozcamos su valía.

Así y todo, las propietarias del terreno aguantaron el envite del primer cuarto, poniéndose por delante en el marcador en algunos momentos (10-4) en el ecuador de ese periodo, momento en el que Mario López echó mano de su primer tiempo muerto para ajustar líneas, apretar al contrario con la desidia arbitral en la comparación entre ambos rivales y ante las protestas de Fran García, Técnica y a callar.

Con 17-22 comenzó el segundo cuarto, ya con el Guernica dueño del partido, mostrando por momentos el por qué de su cuarto puesto en Liga Endesa, pero la laxitud arbitral continuaba con la defensa vasca y se mostraba puntillosa con la naranja, cuando la gente presente veíamos innecesaria esa diferencia a la vista del potencial de ambas escuadras y es que no es nuevo que el arbitraje ha sufrido un retroceso, desde que en Liga Femenina Endesa, alguien tuvo la “brillante” idea de imponer el arbitraje a tres y la consiguiente formación a marchas forzadas de árbitros de inferior categoría para llegar a la nueva norma.

Tras reanudarse el partido tras el descanso, con 25 a 39 en el marcador, el Guernica siguió hurgando en la herida de las huestes de Carlos Baz, que no es otra que la apuntada al principio: aparte del presupuesto abismal entre ambas escuadras, las fuerzas mermadas de unas y la rotación constante de las otras, que iban haciendo callo en el espíritu de las más débiles, hasta llegar al final del tercer cuarto  (35-60) de un partido que había perdido ya toda la historia y terminaría con un 57-80, tras unos momentos estelares de las vascas con una exhibición de equipo compacto y jugadas memorizadas que tantas veces pidiera para su equipo el bueno de Fernández Juliá y que nunca logró.

Presumía, el entrenador vasco, de la gran presión hecha por su equipo para maniatar a las contrarias y a preguntas de este becario si esa presión la permitirían los árbitros ante equipos de mayor enjundia, me miró extrañado por la pregunta: “Si te refieres al arbitraje, ha sido perfecto”, pero no respondió a la pregunta que acababa de hacerle. Ahí lo dejo, que diría el otro.