NOCTURNOS
Amar y ser amado
Venimos a la vida a gozar, a que nos amen y amar. Si quieres sin que te quieran y mantienes pasión por esa mujer u ese hombre, te morirás más deprisa, sufrirás sin ninguna razón, porque tú eres la persona más importante, a la que más debes querer, mimar, cuidar. Si te desprecias a ti mismo, nunca podrás amar a otra persona. Hay que amar a quien te ama. Hay que ignorar a quien te obvia. La belleza fría siempre es muy fea.
Yo sé cómo amar. Sé qué tengo que hacer para que una mujer se sienta bien a mi lado. Escucharla siempre. Nunca jamás despreciarla. Extraer el néctar de su flor. Adorarla. Valorar su profesión. Loar su cultura. Disfrutar de su conversación. Acompañarla en la derrota. Aconsejarla en el triunfo. Advertirla del peligro. No ser más que ella, y, de vez en cuando, incluso menos; es más, darle la razón, aunque no la tenga.
Amo a la fémina culta, profunda, inteligente, hermosa, sensible. No quiero talento femenino que desprecie el genio masculino. Me encanta que me admire la que quiere ser mi pareja, pero que también me critica, me censure, sea clara con lo que le disgusta de mi persona, de mi profesión, de mi comportamiento.
Una mujer debe poseer el suficiente talento para apreciar que su chico, su hombre, su amante, también dispone de un capital intelectual importante, de una cultura superior, de una sensibilidad exquisita.
Eugenio-Jesús de Ávila
Venimos a la vida a gozar, a que nos amen y amar. Si quieres sin que te quieran y mantienes pasión por esa mujer u ese hombre, te morirás más deprisa, sufrirás sin ninguna razón, porque tú eres la persona más importante, a la que más debes querer, mimar, cuidar. Si te desprecias a ti mismo, nunca podrás amar a otra persona. Hay que amar a quien te ama. Hay que ignorar a quien te obvia. La belleza fría siempre es muy fea.
Yo sé cómo amar. Sé qué tengo que hacer para que una mujer se sienta bien a mi lado. Escucharla siempre. Nunca jamás despreciarla. Extraer el néctar de su flor. Adorarla. Valorar su profesión. Loar su cultura. Disfrutar de su conversación. Acompañarla en la derrota. Aconsejarla en el triunfo. Advertirla del peligro. No ser más que ella, y, de vez en cuando, incluso menos; es más, darle la razón, aunque no la tenga.
Amo a la fémina culta, profunda, inteligente, hermosa, sensible. No quiero talento femenino que desprecie el genio masculino. Me encanta que me admire la que quiere ser mi pareja, pero que también me critica, me censure, sea clara con lo que le disgusta de mi persona, de mi profesión, de mi comportamiento.
Una mujer debe poseer el suficiente talento para apreciar que su chico, su hombre, su amante, también dispone de un capital intelectual importante, de una cultura superior, de una sensibilidad exquisita.
Eugenio-Jesús de Ávila




















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