HABLEMOS
Alianza patriótica, necesidad y alternativa
Carlos Domínguez
Poco duró el entusiasmo de algunos por las ideas de patria y patriotismo, después de sugerir la necesidad de una alianza “patriótica”, en abierto contraste con las políticas del rajoyismo. Otros, por cierto, hicieron bandera desde el comienzo de tales valores, en lo que radica su ventaja a los ojos de la ciudadanía.
España demanda una Alianza patriótica, organizada como fuerza cívica y sociopolítica opuesta a quienes, resucitando un frentismo de izquierdas, aspiran a arruinar este país y la convivencia, para dejar en herencia a nuestros hijos una sociedad convulsa, además de carente de horizontes. Y naturalmente de libertad. Alianza patriótica porque, para el ciudadano común, para la inmensa mayoría de españoles ajenos a alharacas, utopías o ensoñaciones sectarias, la verdadera patria significa paz, trabajo, libertad y el bienestar del día a día. Nada que ver, pues, con el progresismo y sus folclóricas ideologías.
En nuestra maltratada nación es prioritaria una movilización, incluso una campaña de hueste y alcázar, a fin de evitar un previsible desastre. Dentro de la legalidad, pero alianza y movilización decidida contra la irresponsabilidad de aquellos que buscan hacer de esta sociedad una especie de laboratorio, de campo de prácticas si no de tiro para experimentos ideológicos e ingenierías sociales a imponer por facciones de arribistas, cuando no simplemente aprovechados. Y todavía peor, con frecuencia iletrados que toman sus delirios por un nuevo credo mesiánico. Alianza conservadora, cívica y democrática, encaminada a desterrar los fantasmas de un revisionismo que ha cobrado tintes alarmantes, amenazando con una fractura social de consecuencias funestas. Pues cualquiera sabe que exhumar, sacar o no los restos de Franco de una basílica de la cual nadie se acordaba, era y es lo de menos. Salvo a partidarios de un peligroso revanchismo, ello nada importa a la ciudadanía desde un mínimo de cordura y sensatez.
Pero acaso esa indiferencia se ha convertido en coartada de una izquierda involucionista, empeñada en volver al búnker de la guerra civil; o sea, al conflicto, al odio de clases y la memoria trágica para una mayoría razonable que, con independencia de etiquetas ideológicas, es depositaria de un envidiable sentido común. Ante las alianzas de un PSOE subordinado por Sánchez al proyecto totalitario de comunistas y separatistas, se impone la unidad de la derecha conservadora, incluida la partitocrática. ¿O es que la aspiración del PP es heredar, como hiciera Rajoy, el desbarajuste del sanchismo, la pandemia y la ruina económica, para apoyar su oferta y programa electoral en la promesa anodina de una gestión eficaz?
Poco duró el entusiasmo de algunos por las ideas de patria y patriotismo, después de sugerir la necesidad de una alianza “patriótica”, en abierto contraste con las políticas del rajoyismo. Otros, por cierto, hicieron bandera desde el comienzo de tales valores, en lo que radica su ventaja a los ojos de la ciudadanía.
España demanda una Alianza patriótica, organizada como fuerza cívica y sociopolítica opuesta a quienes, resucitando un frentismo de izquierdas, aspiran a arruinar este país y la convivencia, para dejar en herencia a nuestros hijos una sociedad convulsa, además de carente de horizontes. Y naturalmente de libertad. Alianza patriótica porque, para el ciudadano común, para la inmensa mayoría de españoles ajenos a alharacas, utopías o ensoñaciones sectarias, la verdadera patria significa paz, trabajo, libertad y el bienestar del día a día. Nada que ver, pues, con el progresismo y sus folclóricas ideologías.
En nuestra maltratada nación es prioritaria una movilización, incluso una campaña de hueste y alcázar, a fin de evitar un previsible desastre. Dentro de la legalidad, pero alianza y movilización decidida contra la irresponsabilidad de aquellos que buscan hacer de esta sociedad una especie de laboratorio, de campo de prácticas si no de tiro para experimentos ideológicos e ingenierías sociales a imponer por facciones de arribistas, cuando no simplemente aprovechados. Y todavía peor, con frecuencia iletrados que toman sus delirios por un nuevo credo mesiánico. Alianza conservadora, cívica y democrática, encaminada a desterrar los fantasmas de un revisionismo que ha cobrado tintes alarmantes, amenazando con una fractura social de consecuencias funestas. Pues cualquiera sabe que exhumar, sacar o no los restos de Franco de una basílica de la cual nadie se acordaba, era y es lo de menos. Salvo a partidarios de un peligroso revanchismo, ello nada importa a la ciudadanía desde un mínimo de cordura y sensatez.
Pero acaso esa indiferencia se ha convertido en coartada de una izquierda involucionista, empeñada en volver al búnker de la guerra civil; o sea, al conflicto, al odio de clases y la memoria trágica para una mayoría razonable que, con independencia de etiquetas ideológicas, es depositaria de un envidiable sentido común. Ante las alianzas de un PSOE subordinado por Sánchez al proyecto totalitario de comunistas y separatistas, se impone la unidad de la derecha conservadora, incluida la partitocrática. ¿O es que la aspiración del PP es heredar, como hiciera Rajoy, el desbarajuste del sanchismo, la pandemia y la ruina económica, para apoyar su oferta y programa electoral en la promesa anodina de una gestión eficaz?




























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