CON LOS CINCO SENTIDOS
Oxímoron
Esta pandemia nos ha situado en una contradicción como seres humanos. En la cuadratura del círculo, en la mentira verdadera, en la vena sin sangre. Ha desfigurado el cerebro y lo ha diluido entre alcoholes baratos para llevar en el bolso de mano o en la mochila. El planeta se ha convertido en un gran “Todo a cien” pero a precio de Bulgari o Chanel.
Quiero que se me entienda, aunque tampoco lo pretendo. Mi actual estado de ánimo raya entre la anécdota existencial, el dormir, el escribir y el estar a las 20.00 horas en mi casa. No da para más. No me pidáis milagros, no existe en mi mente un Lourdes más que en su acepción de nombre femenino.
Ahora estamos todos en casita más tiempo, para amarnos más o para aborrecernos hasta el tedio más absoluto. Pero es que no hay opciones. No las hay. O te mueres de aburrimiento o te mueres. Literal.
Se me vienen a la memoria situaciones surrealistas. Me veo como a una persona radical gritando al televisor en la franja horaria de las noticias o en cualquier otra franja horaria. Enciendes ese aparato demoníaco y la Covid-19 lo satura todo. Satura hospitales, satura a médicos y pacientes, satura a familias enteras, satura a la madre que nos parió a todos y, como no se queda a gusto obstruyendo las cañerías vitales de nuestra existencia mortal, satura las mentes lúcidas y las mentes estúpidas. Que sature a las mentes lúcidas tiene un pase, es normal, pero saturar a una mente estúpida roza el paroxismo. Si los que tienen más o manos la cabeza en su sitio se las ven y se las desean para continuar con el día a día mal que bien, el gilipollas de libro, ese que lo es de cuna y en situaciones de normalidad, ahora aflora de manera más exuberante. Es como una flor que se abre a destiempo, cuando no toca ni se la espera. Aún no es primavera.
Dicen ciertos estudios que cuando pase todo esto que nos asola, el planeta tierra se convertirá en una suerte de “territorio comanche” a merced del desenfreno vital y la depravación sexual. No sé, yo ya nos veo así actualmente, porque jugarte el tipo y el tipo de los tuyos y de los “prójimos” estando la cosa como está, me impide imaginar un escenario incluso peor. Pero ya sabéis, todo es posible y susceptible de empeorar.
Somos un jodido oxímoron, un cenicero con una pegatina de “prohibido fumar”. Somos una soledad sonora, unos ángeles del infierno, unos picos de las curvas. En una calma tensa, como muertos vivientes, con nuestros altibajos, sin ir a ningún sitio. Tomando cerveza sin alcohol en nuestra terraza interior. Gritando a voces desde el destierro de nuestro hogar.
Somos un sí pero no. Una tragicomedia. Un ser humano. Principio del fin. Oxímoron.
Nélida L. del Estal Sastre
Esta pandemia nos ha situado en una contradicción como seres humanos. En la cuadratura del círculo, en la mentira verdadera, en la vena sin sangre. Ha desfigurado el cerebro y lo ha diluido entre alcoholes baratos para llevar en el bolso de mano o en la mochila. El planeta se ha convertido en un gran “Todo a cien” pero a precio de Bulgari o Chanel.
Quiero que se me entienda, aunque tampoco lo pretendo. Mi actual estado de ánimo raya entre la anécdota existencial, el dormir, el escribir y el estar a las 20.00 horas en mi casa. No da para más. No me pidáis milagros, no existe en mi mente un Lourdes más que en su acepción de nombre femenino.
Ahora estamos todos en casita más tiempo, para amarnos más o para aborrecernos hasta el tedio más absoluto. Pero es que no hay opciones. No las hay. O te mueres de aburrimiento o te mueres. Literal.
Se me vienen a la memoria situaciones surrealistas. Me veo como a una persona radical gritando al televisor en la franja horaria de las noticias o en cualquier otra franja horaria. Enciendes ese aparato demoníaco y la Covid-19 lo satura todo. Satura hospitales, satura a médicos y pacientes, satura a familias enteras, satura a la madre que nos parió a todos y, como no se queda a gusto obstruyendo las cañerías vitales de nuestra existencia mortal, satura las mentes lúcidas y las mentes estúpidas. Que sature a las mentes lúcidas tiene un pase, es normal, pero saturar a una mente estúpida roza el paroxismo. Si los que tienen más o manos la cabeza en su sitio se las ven y se las desean para continuar con el día a día mal que bien, el gilipollas de libro, ese que lo es de cuna y en situaciones de normalidad, ahora aflora de manera más exuberante. Es como una flor que se abre a destiempo, cuando no toca ni se la espera. Aún no es primavera.
Dicen ciertos estudios que cuando pase todo esto que nos asola, el planeta tierra se convertirá en una suerte de “territorio comanche” a merced del desenfreno vital y la depravación sexual. No sé, yo ya nos veo así actualmente, porque jugarte el tipo y el tipo de los tuyos y de los “prójimos” estando la cosa como está, me impide imaginar un escenario incluso peor. Pero ya sabéis, todo es posible y susceptible de empeorar.
Somos un jodido oxímoron, un cenicero con una pegatina de “prohibido fumar”. Somos una soledad sonora, unos ángeles del infierno, unos picos de las curvas. En una calma tensa, como muertos vivientes, con nuestros altibajos, sin ir a ningún sitio. Tomando cerveza sin alcohol en nuestra terraza interior. Gritando a voces desde el destierro de nuestro hogar.
Somos un sí pero no. Una tragicomedia. Un ser humano. Principio del fin. Oxímoron.
Nélida L. del Estal Sastre





























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.134