LA COLUMNA DE DOÑA ELVIRA
La abundancia de la “hipocresía leve”
![[Img #49551]](https://eldiadezamora.es/upload/images/02_2021/3336_yo-opi-nueva.jpg)
¿Y si hacemos una columna en forma de verso en vez de prosa?
¡Oh, qué cosa más hermosa!
Aunque, aun así,
seguiré con mi cometido:
la creación de un escrito que trate sobre la hipocresía de la sociedad.
¡Qué cosa tan abundante en la vida del ser humano!
¡Hipócritas todos!
¡Hipócritas muchos!
¡Hipócrita yo!
que aun yo misma quiero ir de digna hablando de ello,
cometo fallos,
como buen ser humano soy.
Aunque, he de decir que concretamente voy a tratar una hipocresía leve; aquella que no tiene maldad alguna. La que ocurre por el mero hecho de ser seres humanos. De vivir. De existir.
Quiero utilizar el término de “hipocresía leve”, como sinónimo a las contradicciones que nosotros mismos nos hacemos en diversos aspectos de la vida cotidiana, muchas veces sin darnos cuenta. Cuando hacemos algo que anteriormente hemos pensado no hacer, es un ejemplo de ello. Si me tuviera que poner en un ejemplo yo misma diría que soy una “hipócrita leve” cuando trato en un artículo que no hay que abusar de las “nuevas” tecnologías, ya que nos pueden controlar lo que hacemos y decimos; y yo misma uso el móvil y hago click en las distintas condiciones que aparecen en las redes sociales.
Un caso más “romántico” del término anteriormente definido es cuando se trata del amor. El amor todo lo puede. Vence frente a cualquier huracán; frente a cualquier volcán en llama viva que puede arrasar cualquier cosa. Cualquier cosa a excepción del amor. La hipocresía leve puede tener muchos apéndices en ese caso, ya que, como seres humanos con corazón y alma, nos enamoramos. Nos enamoramos, muchas veces, de lo que no es posible; ya sea bien una persona, o un objetivo al que nos agarramos con toda la fuerza posible para llegar al alcanzarlo. Cerramos tanto el puño por el ansia de tenerlo, que finalmente terminamos por aplastarlo. ¡Qué tristeza! Nos enamoramos de lo que sea: tanto tangible, como intangible. Cuando ocurre este acto tan humano - como es la creación del fuego- cometemos errores; o nos contradecimos. Es esa famosa frase: “- ¿A qué hago caso, a la cabeza o al corazón? – Ay, amigo, el corazón tiene razones que la razón desconoce.” Aquí nos encontramos en un tira y afloja en el que se contrapone la razón, la cabeza, que tira con fuerza- algunas y tristes veces- hacia un lado; y el corazón hacia el otro. (- ¡Qué pena cuando esto ocurre!). En este caso pensamos una cosa y hacemos otra: bien porque ha ganado el combate el corazón a la cabeza; o bien por el simple hecho de que al ser seres humanos cometimos muchas de las llamadas “hipocresías leves”. Decimos “A” y hacemos “B”; decimos “queso”, pero luego queremos “tomate”… Contradicciones humanas que forman parte de nuestra existencia. Y no hay ningún ser humano que se salve de ello.
Ay, y como dije en las primeras líneas: ¡Hipócrita yo!, ya que comencé este escrito queriendo transmitir la idea en verso; pero en prosa me quedé.
Aunque, no importa ya eso.
Ya que aspiro a un mundo lleno de “hipocresía leve”;
y con menos “hipócritas”,
hablando en términos de RAE.
![[Img #49551]](https://eldiadezamora.es/upload/images/02_2021/3336_yo-opi-nueva.jpg)
¿Y si hacemos una columna en forma de verso en vez de prosa?
¡Oh, qué cosa más hermosa!
Aunque, aun así,
seguiré con mi cometido:
la creación de un escrito que trate sobre la hipocresía de la sociedad.
¡Qué cosa tan abundante en la vida del ser humano!
¡Hipócritas todos!
¡Hipócritas muchos!
¡Hipócrita yo!
que aun yo misma quiero ir de digna hablando de ello,
cometo fallos,
como buen ser humano soy.
Aunque, he de decir que concretamente voy a tratar una hipocresía leve; aquella que no tiene maldad alguna. La que ocurre por el mero hecho de ser seres humanos. De vivir. De existir.
Quiero utilizar el término de “hipocresía leve”, como sinónimo a las contradicciones que nosotros mismos nos hacemos en diversos aspectos de la vida cotidiana, muchas veces sin darnos cuenta. Cuando hacemos algo que anteriormente hemos pensado no hacer, es un ejemplo de ello. Si me tuviera que poner en un ejemplo yo misma diría que soy una “hipócrita leve” cuando trato en un artículo que no hay que abusar de las “nuevas” tecnologías, ya que nos pueden controlar lo que hacemos y decimos; y yo misma uso el móvil y hago click en las distintas condiciones que aparecen en las redes sociales.
Un caso más “romántico” del término anteriormente definido es cuando se trata del amor. El amor todo lo puede. Vence frente a cualquier huracán; frente a cualquier volcán en llama viva que puede arrasar cualquier cosa. Cualquier cosa a excepción del amor. La hipocresía leve puede tener muchos apéndices en ese caso, ya que, como seres humanos con corazón y alma, nos enamoramos. Nos enamoramos, muchas veces, de lo que no es posible; ya sea bien una persona, o un objetivo al que nos agarramos con toda la fuerza posible para llegar al alcanzarlo. Cerramos tanto el puño por el ansia de tenerlo, que finalmente terminamos por aplastarlo. ¡Qué tristeza! Nos enamoramos de lo que sea: tanto tangible, como intangible. Cuando ocurre este acto tan humano - como es la creación del fuego- cometemos errores; o nos contradecimos. Es esa famosa frase: “- ¿A qué hago caso, a la cabeza o al corazón? – Ay, amigo, el corazón tiene razones que la razón desconoce.” Aquí nos encontramos en un tira y afloja en el que se contrapone la razón, la cabeza, que tira con fuerza- algunas y tristes veces- hacia un lado; y el corazón hacia el otro. (- ¡Qué pena cuando esto ocurre!). En este caso pensamos una cosa y hacemos otra: bien porque ha ganado el combate el corazón a la cabeza; o bien por el simple hecho de que al ser seres humanos cometimos muchas de las llamadas “hipocresías leves”. Decimos “A” y hacemos “B”; decimos “queso”, pero luego queremos “tomate”… Contradicciones humanas que forman parte de nuestra existencia. Y no hay ningún ser humano que se salve de ello.
Ay, y como dije en las primeras líneas: ¡Hipócrita yo!, ya que comencé este escrito queriendo transmitir la idea en verso; pero en prosa me quedé.
Aunque, no importa ya eso.
Ya que aspiro a un mundo lleno de “hipocresía leve”;
y con menos “hipócritas”,
hablando en términos de RAE.



























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