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Redacción
Viernes, 12 de Febrero de 2021
HABLEMOS

Miseria del pensamiento político

Carlos Domínguez

[Img #49581]Bajo disfraz de la nueva ortodoxia en forma de corrección política, voceros y publicistas del totalitarismo pregonan las excelencias del llamado socialismo del siglo XXI, verdadera escombrera en el aspecto doctrinal, añadido al propiamente político. Que el Sartre comunista, y poco después la inteligencia francesa fascinada por las excentricidades posmodernas, en realidad tardomarxistas, del estructuralismo o el mal llamado pensamiento débil, fueran un fraude, es algo que nadie a día de hoy osaría cuestionar. Ni siquiera los propios, en su caduca y rancia admiración por las “boutades” revolucionarias del sesenta y ocho, materializadas en la infinita vulgaridad que caracteriza actualmente a las ideologías de moda, con su inconsistencia doctrinal más allá del tópico y el puro lugar común.

 

Pese a todo, entre aquel escenario y el pauperismo intelectual de quienes se exhiben mediáticamente como “teóricos” del nuevo socialismo, en la versión bananera y chavista de una Venezuela a merced del Maduro del pajarito o del mejunje milagrero de cualquier curandería caraqueña, hay un abismo. Ir de Althusser, Derrida, Lacan o incluso Garaudy, a las luminarias bolivarianas con ínfulas doctorales o simplemente becarias, es ejercicio que prueba la degradación de la intelectualidad y el pensamiento político de nuestra época.

 

Mas, por otro lado, la simple comparación delata la inanidad, la oceánica mediocridad en que se halla instalada desde hace décadas la cultura española, incapaz de ponerse al día en lo que se refiere a las grandes corrientes de la ciencia y el saber. Sin duda, dejando a un lado mérito y logros de una erudición tan denostada por la legión de arribistas de carné y militancia que, desde mediados de los cincuenta, tomaron al asalto y como feudo propio la Universidad española, el franquismo resultó un páramo, un erial para lo uno y lo otro. Quizá porque el supuesto esplendor de las dos consabidas generaciones, al igual que el atribuido gratuitamente a la intelectualidad de obediencia republicana, nunca fue tal, más allá del sectarismo ideológico y político del que sus miembros hicieron gala.

 

A fin de cuentas, al margen de unas hábiles dotes de conferenciante y publicista, Ortega, lo mismo que Joaquín Costa en su momento, filosóficamente tampoco fue para tanto. El primero en perjuicio de Zubiri, de igual manera que el falso mito lorquiano, por lo estrictamente poético y literario, lo fue todavía más en el de un siempre soberbio y magistral Gerardo Diego.

 

 

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