Viernes, 28 de Noviembre de 2025

Eugenio de Ávila
Martes, 16 de Febrero de 2021
ZAMORANA

Coherencia y aprendizaje

[Img #49761]Me gusta la palabra congruencia porque es un vocablo que expresa coherencia, lógica, razonamiento, sensatez… y resulta fundamental ser una persona coherente, sobre todo para aplicarlo a la vida. Siempre he creído que hay que vivir de acuerdo a uno mismo, a sus propios ideales, al destino que se marque cada cual siendo acorde con el camino que le lleve a la culminación de ese propósito. Es lícito cambiar cuando la decisión no responde a nuestras expectativas o aparece en el horizonte una nueva versión que consideremos más acorde con el momento en que nos encontremos; entonces, se varía y ya está, sin perjudicar a nadie, con la certeza de que cambiar, modificar o rectificar es lícito; ya lo decía Bertrand Russell: “Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar”; así pues, lo importante no es equivocarse, sino enmendar, seguir adelante, y no tirar la toalla y aparcarse en una esquina.

 

¿Por qué inicio así este artículo? Pues supongo que debido a la propia meditación que, cuando ya se tiene una edad se hace con mayor frecuencia, y a la observación que tanto practico a diario. Me gusta reparar en la gente, escudriñar sus comportamientos, entender sus decisiones, aprender de lo bueno y malo de cada uno. Si tengo amigos y conozco sus vidas, suelo analizarlas por si pueden servir de ayuda a la hora de examinar la mía; de este modo me doy cuenta de las infinitas posibilidades que hay en este mundo admirable en que vivimos.

 

Si pensar es algo mágico, cultivarse es algo prodigioso; pasar por esta existencia observando a los demás resulta, al menos para mí, fundamental. En ocasiones se aprende de un comportamiento, de un silencio adecuado, de palabras medidas y justas dichas a tiempo, de una sonrisa como respuesta para cerrar una conversación banal, del significado de esa mano generosa que te acaricia mientras te ve pensativo y con la mirada vacía; aprendo de quienes vacilan, de los que saben frenar una discusión con dos palabras certeras sin ofender a nadie, de los que cambian de opinión, de quienes se equivocan y saben rectificar, de los que exigen a los demás tanto como a sí mismos… aprendo de todo porque todas las circunstancias posibles son fuente de aprendizaje, como proclamaba Galileo: “Nunca he encontrado una persona tan ignorante de la que no pueda aprender algo”.

 

Además, el hecho de aprender está al alcance de todos, nos rodea, nos persigue, nos guía. A veces me asomo a la ventana y desde ese punto tan estratégico como curioso, observo cada persona que pasa, lo que hacen, la forma de caminar, de ir solos o acompañados, de comportarse al saludar a algún conocido, la manera de hablar, de hacer aspavientos o de contenerse en sus manifestaciones; y esa mirada indiscreta es la misma que penetra en el interior de balcones y ventanas desde donde se aprecian formas de vida muy diferentes: hay quienes viven de cara a la galería, en terrazas abiertas,  acristaladas pero sin temor a que se les observe, incluso provocando un escaparatismo que me induce a pensar que les gusta esa forma de exhibirse de la que hacen gala; otros se asoman de vez en cuando para respirar un poco de aire fresco apresurándose a cerrar cortinas para defender su guarida…

 

Asimismo, resulta apasionante aprender y adquirir referencias de vidas ajenas mediante la lectura de textos o biografías sobre gente que ha pasado por este mundo con sus luces y sus sombras, porque siempre es posible sacar algo de provecho e instruirse con sus actos. Leer es sumergirse en mundos paralelos sin salir de casa, es viajar con la imaginación a países que nunca visitaremos, soñar con amores o aventuras que, de otro modo, no viviríamos; leer es -como cualquier otra manifestación artística: teatro, poesía, música, pintura…etc.- elevar el espíritu alcanzando cotas de placer inimaginables, al mismo tiempo que nos enriquece mente y espíritu para crecer y, de algún modo, ser un poco más felices.

 

Mª Soledad Martín Turiño

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