PELÍCULAS
Woody Allen: A propósito de nada
Ya he manifestado desde estas mismas páginas la influencia y enseñanzas que he recibido de Woody Allen, desde sus comienzos, ya considerado maestro del cine, hasta el momento que saltó el affaire en el entorno del movimiento “me too”, sobre presuntos abusos sexuales bajo la preponderancia profesional sobre las actrices de sus películas, y/o abusos a menores, en la persona de sus hijos. En este momento, con el “movimiento” ya consolidado, WA fue acusado por su ex-musa y ex-compañera, Mia Farrow, de haber seducido a su hija adoptiva, Soon-Yi, hasta conseguir que abandonase a su madre y se fuese a vivir con él.
También lo acusó de haber abusado de sus propios hijos tenidos con Mia, ya fueran biológicos, ( Ronan), o adoptados, (Moses y Dylan).
En este contexto, y tal vez no pudiendo, ni debiendo, ser de otro modo, fue apartado por un juez de sus hijos. Y no lo hizo sobre Soon-Yi, puesto que ya era mayor de edad. Desde luego, en el primer momento, y mientras no se “aclarase” la acusación y lo realmente ocurrido, mi opinión es que hay que defender a la mujer presuntamente agredida y, desde luego, a los menores. Por supuesto. Sin lugar, ni espacio, a la duda.
A partir de este momento, y manteniendo las medidas cautelares, se ha de desarrollar con toda celeridad las investigaciones necesarias y pertinentes hasta esclarecer y demostrar, ahora sí, sin ningún genero de dudas, la culpabilidad del acusado. En el caso de que no sea, o pueda ser demostrado, juzgado y sentenciado…debe prevalecer la “presunción de inocencia”. Solamente hay, bajo mi opinión, un delito igual de abominable que los aquí citados: que una persona, (habitualmente mujer), acuse a otra, (habitualmente hombre), de violación y abuso de menores, por el motivo que sea, (despecho, venganza, intención de hacer daño…), SIENDO MENTIRA.
Los supuestos hechos, deleznables en si mismos, denunciados por Mia debieron ocurrir en 1992. Un año después, tras un informe de una clínica especializada, certificando la no existencia de los abusos denunciados, el Juez del caso, (Elliott Wilk), sentenció que no había habido, (y por lo tanto no había condena), abusos sexuales.
Hasta aquí la que hubiera debido ser la historia completa de un hecho tan atroz, —siendo verídicos— como los citados, argumentados con una denuncia falsa. Pero los Estados Unidos, casi siempre para mal, son otra cosa. De este modo el juez, tras dictar la sentencia mencionada, la acompañó de un comentario en el sentido de que “… estaba menos seguro que el equipo de la <<ClínicaYale-New Haven>> de que no había evidencia concluyente del abuso sexual…” y, a renglón seguido a la sentencia, calificó la conducta de Allen con Dylan como “…extremadamente inapropiada… aunque no sexual.” Lo que, de facto, se convirtió en un juicio con “dos sentencias”; y, como no podía ser de otro modo, cada cual tomó la que creía más plausible… o acorde a sus intereses… o forma de pensar… afecciones, etc.
Allen vio como no se estrenó su última película y desapareció la financiación para ninguna otra y era acusado desde el “movimiento Me Too”, basándose en la “segunda sentencia”. Durante todo este tiempo, el sentenciado inocente, pese a todos los ataques citados, mantuvo un silencio tan respetuoso como ejemplar.
El tiempo fue pasando inexorablemente, (como hace siempre), a la vez que se fueron “asentando los acontecimientos” y haciendo desaparecer los comentarios, tanto propios como de terceros. Unos por haber sido prácticamente inexistentes en plena vorágine, lo que ahora los hubiera convertido en innecesarios. Los otros, que habían alcanzado unas cotas ya insuperables… los hubiese convertido en “”necedad”. Por lo tanto, las cosas fueron ocupando el lugar que nunca debieron abandonar: se estrenó su película; volvió a poder escribir, filmar y estrenar su película anual, al tiempo que consolidaba su relación personal con Soon Yi, ya convertida en la más larga y estable de las muchas que mantuvo WA, habiendo llegado al cuarto de siglo. Se casaron, ella inició una carrera como actriz y adoptaron a dos niñas que ya son universitarias.
Solamente en el año 2020, 28 años después de “todo”, se permite publicar su autobiografía, “A propósito de nada”, en la que repasa su niñez, sus comienzo en su relación inextinguible con New York… y con el cine. Dichas relaciones las va compartiendo, según nos cuenta, con varias mujeres, muchas de ellas convertidas en musas en sus películas. Incluida Mia Farrow. Su tono “respetuosamente irreverente, cómico, didáctico, conciso…” presente en todas su películas, se repite y mantiene en su último libro: no hay una manifestación desairada, altisonante, lesiva a ninguna de las personas que han pasado por su vida. Las acusaciones que cree tener que hacer, —básicamente sobre Mía y su acusación falsa—, las ha hecho. Todas son desde la verdad argumentada con testimonios y pruebas realizadas por profesionales. Nunca mediante términos altisonantes y/o fuera de lugar.
No pretendo asignarme en defensor de Woody Allen. Menos de ser el primero. Pero creo que tampoco hay tantas declaraciones, tantos artículos en este sentido. No se lo debía a él. No lo necesita. Me lo debía a mí mismo.
Espero y deseo que “ya” volvamos a hablar y comentar “solo” de la llega de su estreno periódico… de su nueva aportación… su nueva forma de hacernos reír de algún personaje, (normalmente el suyo), para sentir un agradable desasosiego al salir de la sala, y empezar a comprender… que nos hemos reído de… nosotros mismos… puesto que ese personaje…esa actitud… ese acontecimiento… perfectamente podría ser nuestro. Al día siguiente ya comprendemos que, una vez más, la personalidad expuesta en la obra que terminamos de ver con tanto deleite… es la nuestra.
Gonzalo Julián
Ya he manifestado desde estas mismas páginas la influencia y enseñanzas que he recibido de Woody Allen, desde sus comienzos, ya considerado maestro del cine, hasta el momento que saltó el affaire en el entorno del movimiento “me too”, sobre presuntos abusos sexuales bajo la preponderancia profesional sobre las actrices de sus películas, y/o abusos a menores, en la persona de sus hijos. En este momento, con el “movimiento” ya consolidado, WA fue acusado por su ex-musa y ex-compañera, Mia Farrow, de haber seducido a su hija adoptiva, Soon-Yi, hasta conseguir que abandonase a su madre y se fuese a vivir con él.
También lo acusó de haber abusado de sus propios hijos tenidos con Mia, ya fueran biológicos, ( Ronan), o adoptados, (Moses y Dylan).
En este contexto, y tal vez no pudiendo, ni debiendo, ser de otro modo, fue apartado por un juez de sus hijos. Y no lo hizo sobre Soon-Yi, puesto que ya era mayor de edad. Desde luego, en el primer momento, y mientras no se “aclarase” la acusación y lo realmente ocurrido, mi opinión es que hay que defender a la mujer presuntamente agredida y, desde luego, a los menores. Por supuesto. Sin lugar, ni espacio, a la duda.
A partir de este momento, y manteniendo las medidas cautelares, se ha de desarrollar con toda celeridad las investigaciones necesarias y pertinentes hasta esclarecer y demostrar, ahora sí, sin ningún genero de dudas, la culpabilidad del acusado. En el caso de que no sea, o pueda ser demostrado, juzgado y sentenciado…debe prevalecer la “presunción de inocencia”. Solamente hay, bajo mi opinión, un delito igual de abominable que los aquí citados: que una persona, (habitualmente mujer), acuse a otra, (habitualmente hombre), de violación y abuso de menores, por el motivo que sea, (despecho, venganza, intención de hacer daño…), SIENDO MENTIRA.
Los supuestos hechos, deleznables en si mismos, denunciados por Mia debieron ocurrir en 1992. Un año después, tras un informe de una clínica especializada, certificando la no existencia de los abusos denunciados, el Juez del caso, (Elliott Wilk), sentenció que no había habido, (y por lo tanto no había condena), abusos sexuales.
Hasta aquí la que hubiera debido ser la historia completa de un hecho tan atroz, —siendo verídicos— como los citados, argumentados con una denuncia falsa. Pero los Estados Unidos, casi siempre para mal, son otra cosa. De este modo el juez, tras dictar la sentencia mencionada, la acompañó de un comentario en el sentido de que “… estaba menos seguro que el equipo de la <<ClínicaYale-New Haven>> de que no había evidencia concluyente del abuso sexual…” y, a renglón seguido a la sentencia, calificó la conducta de Allen con Dylan como “…extremadamente inapropiada… aunque no sexual.” Lo que, de facto, se convirtió en un juicio con “dos sentencias”; y, como no podía ser de otro modo, cada cual tomó la que creía más plausible… o acorde a sus intereses… o forma de pensar… afecciones, etc.
Allen vio como no se estrenó su última película y desapareció la financiación para ninguna otra y era acusado desde el “movimiento Me Too”, basándose en la “segunda sentencia”. Durante todo este tiempo, el sentenciado inocente, pese a todos los ataques citados, mantuvo un silencio tan respetuoso como ejemplar.
El tiempo fue pasando inexorablemente, (como hace siempre), a la vez que se fueron “asentando los acontecimientos” y haciendo desaparecer los comentarios, tanto propios como de terceros. Unos por haber sido prácticamente inexistentes en plena vorágine, lo que ahora los hubiera convertido en innecesarios. Los otros, que habían alcanzado unas cotas ya insuperables… los hubiese convertido en “”necedad”. Por lo tanto, las cosas fueron ocupando el lugar que nunca debieron abandonar: se estrenó su película; volvió a poder escribir, filmar y estrenar su película anual, al tiempo que consolidaba su relación personal con Soon Yi, ya convertida en la más larga y estable de las muchas que mantuvo WA, habiendo llegado al cuarto de siglo. Se casaron, ella inició una carrera como actriz y adoptaron a dos niñas que ya son universitarias.
Solamente en el año 2020, 28 años después de “todo”, se permite publicar su autobiografía, “A propósito de nada”, en la que repasa su niñez, sus comienzo en su relación inextinguible con New York… y con el cine. Dichas relaciones las va compartiendo, según nos cuenta, con varias mujeres, muchas de ellas convertidas en musas en sus películas. Incluida Mia Farrow. Su tono “respetuosamente irreverente, cómico, didáctico, conciso…” presente en todas su películas, se repite y mantiene en su último libro: no hay una manifestación desairada, altisonante, lesiva a ninguna de las personas que han pasado por su vida. Las acusaciones que cree tener que hacer, —básicamente sobre Mía y su acusación falsa—, las ha hecho. Todas son desde la verdad argumentada con testimonios y pruebas realizadas por profesionales. Nunca mediante términos altisonantes y/o fuera de lugar.
No pretendo asignarme en defensor de Woody Allen. Menos de ser el primero. Pero creo que tampoco hay tantas declaraciones, tantos artículos en este sentido. No se lo debía a él. No lo necesita. Me lo debía a mí mismo.
Espero y deseo que “ya” volvamos a hablar y comentar “solo” de la llega de su estreno periódico… de su nueva aportación… su nueva forma de hacernos reír de algún personaje, (normalmente el suyo), para sentir un agradable desasosiego al salir de la sala, y empezar a comprender… que nos hemos reído de… nosotros mismos… puesto que ese personaje…esa actitud… ese acontecimiento… perfectamente podría ser nuestro. Al día siguiente ya comprendemos que, una vez más, la personalidad expuesta en la obra que terminamos de ver con tanto deleite… es la nuestra.
Gonzalo Julián



























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