Viernes, 28 de Noviembre de 2025

Kebedo
Miércoles, 17 de Febrero de 2021
MI VECINA MARISOL

El asombroso paso de tocahuevos a hater

[Img #49782]Cuando tengo el placer de encontrarme con mi vecina Marisol, algunas veces, me da un poco de miedo porque suele venir con la escopeta cargada y, normalmente, con cartuchos llenos de razones. Y hoy le toca a los “tocahuevos”, actualmente más conocidos como “haters”, traducido “odiadores”.

 

Los tocahuevos de toda la vida, entre los que podemos incluir a los “cuñaos”, los ”enteraos”, los sabihondos  y, en general, todo aquel que se dedica a ningunear, menospreciar o intentar dejar en ridículo, normalmente sin éxito, a cualquier prójimo, ahora, por mor de los anglicismos, se llaman “haters”.

 

Los haters se han colado en nuestra vida a toda velocidad con la aparición de las redes sociales, sobre todo aquellas en las que el anonimato les protege de cualquier identificación y, por lo tanto, de cualquier respuesta más contundente, por decirlo de alguna manera suave.  Muchos “escribidores” de las redes sociales se creen con derecho a insultar, vilipendiar, injuriar o soltar cualquier barbaridad en ellas hasta que los responsables de las redes se lo impiden. Y los propietarios de las redes unas veces están más atentos que otras o caen en ese cajón de sastre que hemos llamado “Libertad de expresión”.

 

-Pero, es que no todo vale-, protesta mi vecina Marisol, -no se puede andar por ahí poniendo verde a la gente o contando intimidades sin que tenga consecuencias-, añade. Lo que antes criticábamos de la prensa amarilla ahora se ha multiplicado y generalizado con la aparición de las redes sociales y lo de la libertad de expresión se está convirtiendo en un coladero, más bien un embudo en el que, dependiendo por donde se mire, unas veces cabe todo y otras, nada.

 

Pero en una democracia  imperfecta como es la nuestra, y no quiero caer en la tontería que acaba de soltar Pablo Iglesias, no está claro el límite entre el insulto punible y la libertad de expresión. Y quizá tenga que ser así, aunque todos, creo yo, tenemos claros cuáles son los extremos y no tan claro dónde está la línea que no se debe rebasar. La legislación, como en otras muchas cosas, va muy por detrás de la vida real y va aprendiendo de la misma todo aquello que pueda ser susceptible de considerarse delito.

 

-No me refería a esos haters-, replica mi vecina, -me refería a los tocahuevos famosos, como Donald Trump, por ejemplo-.

Efectivamente, el señor Trump, desde que llegó a la Casa Blanca, ha sido uno de los mayores dinamiteros contra todo y contra todos los que podían molestarle o hacerle sombra. Y le ha dado igual a quien dirigía sus pullas.

 

Pero tenemos otros más cercanos. El Señor Casado lleva una temporada, más concretamente desde que Rajoy salió por pies después de la moción de censura, que no se aguante ni a sí mismo. Un partido político que ya es un clásico y que quiere echar raíces no puede hacer oposición con el insulto y la trola permanente. Y digo oposición porque Casado aún no ha asimilado que está en la oposición, que el PP ahora no gobierna y tiene que aguantarse y adaptarse. Y en lugar de acercarse a la moderación, a la colaboración y a la crítica constructiva, se ha pasado a los odiadores, tipo Abascal, y se pasa la vida intentando hacer ver que los de enfrente son “y tú más”. 

 

El PP, con el señor Casado al frente, acaba de darse un estacazo en Cataluña de los de no te menees. Desde el “reinado” en el PP catalán de Alicia Sánchez Camacho, en el que los azules alcanzaron 19 escaños en 2012, la caída ha ido en picado y eso va coincidiendo con el liderazgo del Señor Rajoy y, posteriormente, con la aparición de Casado.

 

-El hostiazo ha sido impresionante-, dice mi vecina.

-¡Esa lengua, Marisol!-, le reprende su amiga Concepción, ya sabéis, la eficiente funcionaria, que no dice nunca palabrotas.

 

Pero es cierto, el batacazo ha sido enorme y lo gracioso del caso es que Casado ha culpado de su fracaso, por este orden y en fila india, al Señor Bárcenas y sus maniobras orquestales en la caja B, al presidente Sánchez y a toda su hermosura, a los medios de comunicación por “darle aire” al asunto Gürtel, a la pandemia y, el colmo, a los votantes por quedarse en casa. Bueno, en esto último coincide con la Señora Arrimadas, los únicos que se han quedado en casa y no han ido a votar han sido los simpatizantes del PP y de Ciudadanos. Es decir, Casado haciendo de hater, más bien de tocahuevos a la española.

 

Pero todo está arreglado, batacazo incluido, el señor Casado vende la sede del PP, en Génova, 13 y ya está. Buscan otra ubicación, otra casa sin fantasmas ni cadáveres en los armarios y se acabó el problema, ya no hay Gürtel, ni Kitchen, ni comisiones, ni caja B, ni pecadillos veniales, ¡se acabó!. ¿Quién da más?.

 

-Pero no es el único, que Pablo Iglesias también las suelta morrocotudas-, dice mi vecina.

-¿A qué te refieres?-, le `pregunto.

Y me recuerda que el comportamiento del vicepresidente segundo deja mucho que desear, pues no para de tirar petardos dentro del mismo gobierno. -Con amigos como esos, no hacen falta enemigos-, continúa Marisol. En efecto las salidas tono del Señor Iglesia en los últimos tiempos, más bien parecen las del líder de la oposición que las de un socio de gobierno. Es decir, “un tocahuevos” en toda regla.

-¿Y qué decir de la “derechona” extrema, como son Abascal y Cía., no merecen mención en éste insigne apartado de “haters”?-, le pregunto yo a mi vecina.

-Pues claro, pero es que estos lo llevan siendo desde que llegaron, para desgracia de todos, y se aprovechan de la democracia que ellos mismos no respetarían si estuviesen al mando. Ellos eliminarían de un plumazo a todos los “tocahuevos” que le hicieran la menor crítica u observación. No se conformarían con una simple contestación, son que darían un paso más, ese paso que ya cruza la raya y que se convierte en agresión y que no tienen ningún reparo en mostrarnos en cuanto tiene oportunidad-. No se corta un pelo Marisol.   

 

También tiene reparto para el PSOE y Sánchez. –Tengo que reconocer-, insiste Marisol, -que no está en plan “tocahuevos”, puede mentir, puede prometer y promete, puede no cumplir con lo prometido, incluso justificarlo, pero no es “hater”, no insulta, no vitupera, no maldice, simplemente hace lo que se le pone en los huevos-

 

-¡Vaya día que tenemos hoy!-, le recrimina Concepción. Y se van las dos, cogiditas del brazo, a terminarse las flores de carnaval que habían cocinado.

Kebedo.  

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