NOCTURNOS
Porque no puedo tenerte
"No puedo necesitarte, porque no puedo tenerte". Frase que Robert Kincaid (Clint Easwood) pronuncia durante una conversación con su amante, una mujer casada, prohibida, Francesca Johnson (Meryl Streep), en una escena de la mejor película sobre el amor imposible jamás filmada: "Los puentes de Madison".
Yo también he podido enamorarme de una mujer que nunca me amará. Le he dicho a mis sentimientos que la olviden, que no me torturen con su recuerdo, que no hubo nada entre ella y yo, solo palabras, hermosas las pronunciadas por mí, y nada más. Nací para amar, pero nunca a esa dama.
Pero si Carlota es un amor prohibido, la amaré a través de cada letra que escriba. Haré de las vocales caricias y cada consonante llevará una carga invisible de ternura, y, cuando formen palabras, surgirán besos en sus labios, y las oraciones se transformarán en lujuria enamorada. Y artículos como el que ahora escribo anhelarán convertirse en cópulas, en éxtasis, en orgasmos y erupción del volcán por el que emerge la lava de mi seso a tu sexo, de mi cerebro a tu gineceo.
Si tú, Carlota, me hubieses necesitado, hubiera sido tuyo. No me habría importado olvidarme de mi último yo para integrarme en ese espacio que existe entre tu carne y tu alma para sentirme parte de ti, esa mujer a la que más deseé amar. Escribiré, no lo dudes, todos los días que me conceda Cronos, para amarte, para alcanzar el nirvana a través de la sintaxis, mi única forma de eyacular la pasión transformada en palabras. Nadie despertaría el deseo en tus senos, en el valle de tus ingles, como los verbos que eyacula mi cerebro.
Si un día, tú, Carlota, me necesitases, podrías tenerme. Nadie te amaría con tanto seso como el mío.
Eugenio-Jesús de Ávila
"No puedo necesitarte, porque no puedo tenerte". Frase que Robert Kincaid (Clint Easwood) pronuncia durante una conversación con su amante, una mujer casada, prohibida, Francesca Johnson (Meryl Streep), en una escena de la mejor película sobre el amor imposible jamás filmada: "Los puentes de Madison".
Yo también he podido enamorarme de una mujer que nunca me amará. Le he dicho a mis sentimientos que la olviden, que no me torturen con su recuerdo, que no hubo nada entre ella y yo, solo palabras, hermosas las pronunciadas por mí, y nada más. Nací para amar, pero nunca a esa dama.
Pero si Carlota es un amor prohibido, la amaré a través de cada letra que escriba. Haré de las vocales caricias y cada consonante llevará una carga invisible de ternura, y, cuando formen palabras, surgirán besos en sus labios, y las oraciones se transformarán en lujuria enamorada. Y artículos como el que ahora escribo anhelarán convertirse en cópulas, en éxtasis, en orgasmos y erupción del volcán por el que emerge la lava de mi seso a tu sexo, de mi cerebro a tu gineceo.
Si tú, Carlota, me hubieses necesitado, hubiera sido tuyo. No me habría importado olvidarme de mi último yo para integrarme en ese espacio que existe entre tu carne y tu alma para sentirme parte de ti, esa mujer a la que más deseé amar. Escribiré, no lo dudes, todos los días que me conceda Cronos, para amarte, para alcanzar el nirvana a través de la sintaxis, mi única forma de eyacular la pasión transformada en palabras. Nadie despertaría el deseo en tus senos, en el valle de tus ingles, como los verbos que eyacula mi cerebro.
Si un día, tú, Carlota, me necesitases, podrías tenerme. Nadie te amaría con tanto seso como el mío.
Eugenio-Jesús de Ávila


















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