Amores imposibles

Le miré a los ojos y la vi por dentro. Apenas llevaba carmín ni colorete en los labios del alma; tampoco rímel en sus pestañas. Y me enamoré. Si algún día la beso, lo haré del revés, desde su interior, para que fluya mi pasión al exterior, a la vida. Hay mujeres que llevan el alma por fuera. No todos los hombres la contemplan.  Solo ven la arquitectura de la carne sobre la osamenta. Se conforman con la fachada. Yo no amo si no se deja ver su esencia, aquel atractivo que hace a una mujer diferente.

Ella es fiel. Yo, no. Ella enamora por su pulcritud, elegancia, clase. Yo ya carezco de atractivo. Lo perdí cuando Cronos me dio una verónica en el albero del tiempo.  Ahora me enamoro sin pedir nada a cambio. Lo doy todo, pero no se me pide nada. Y sigo deambulando por la pasión. No busco, no ruego. Dejé mi capacidad de seducción y me atractivo colgados del perchero del pretérito. Si una dama me ama, la amo. Si no muestra interés por mi persona, me alejo. No le doy guerra. Jamás combatiré para perder. Si entro en guerra erótica, lo será para vencer, para dejar el campo de batalla lleno de cadáveres de desamor, manchar de sangre enamorada mi peto y mi espaldar y regresar a mi corazón con el peto de mi pasión teñido de rojo.

Nunca tomaré lo que no se me concede. Podría amarte, en silencio, pero jamás recurriré a la mentira para deshonrar tu honestidad.  Amar a la dama que desea, sueña  y anhela a otro varón, solo conduce al ridículo, a convertirte en el payaso de las bofetadas, a ser el bufón de un erotismo imposible.

Eugenio-Jesús de Ávila