NOCTURNOS
Yo no busco, encuentro
Nunca busqué el amor. Se me cruzó en el camino. Cuando sucedió, lo acompañé en la senda que conduce hacia la nada. Mientras llegaba el final, intenté hacer feliz a quién conmigo caminó.
Si me apasiona una mujer, me pierdo a mí mismo; no me necesito, me doy. Y no temo el dolor que causa amar con tanta fuerza. Nunca hice nada a medias. O todo o nada. Los mediocres eligen la tibieza, el gris, el sirimiri, la brisa. Yo siempre prefería el fuego o el hielo, el negro o el blanco, el viento o la calma. A la vida se viene a gozar. Si sufres, se debe a que quisiste amar a la mujer más extraordinaria, al deseo de sentir toda manifestación de arte en las arterías del alma, a mejorarte como ser humano.
Sí, nunca esperé al amor. Pero me lo encontré cuando me acompañaba la soledad, con sus amigas la apatía y la abulia. Solo me quedaba tiempo para irme muriendo, pero muy despacito, para envejecer lentamente mientras jugaba con las fotografías de mi memoria a recordará cómo era y escribir mi testamento literario, legado de fracaso y abatimiento al que di forma con palabras.
Me enamoré del amor cuando la pasión se me había convertido en nube, en cúmulo de nimbo. Me deslumbró esa mujer cuando me negaba a querer, cuando anhelaba encariñarme conmigo mismo antes de que me visitaran las parcas. Ella posee el néctar de todas las flores que más me deleitaron, la voz femenina más perfumada, el rostro de una madona de Sanzio, los senos de Agnes Sorel, la favorita de Carlos VII de Francia; una mirada que te hiere, una forma de andar que se diría que levita, unos muslos que envidia cualquier jeans, un pecado mortal en un cuerpo de mujer. He descrito lo que se ve, lo que no puede ignorarse, lo que provoca. Pero, desde su otro yo, el que esconde su belleza, surgen ideas propias, talento, clase, elegancia y genio.
Yo no buscaba el amor, pero me encontró, cuando ya carecía de tiempo para acunarlo, mimarlo, acurrucarlo y gozarlo. ¡Tarde llega la dicha al que ignora el deleite de amar sin ser amado, el dolor de la pasión no suturada, el placer de dar sin recibir!
Eugenio-Jesús de Ávila
Nunca busqué el amor. Se me cruzó en el camino. Cuando sucedió, lo acompañé en la senda que conduce hacia la nada. Mientras llegaba el final, intenté hacer feliz a quién conmigo caminó.
Si me apasiona una mujer, me pierdo a mí mismo; no me necesito, me doy. Y no temo el dolor que causa amar con tanta fuerza. Nunca hice nada a medias. O todo o nada. Los mediocres eligen la tibieza, el gris, el sirimiri, la brisa. Yo siempre prefería el fuego o el hielo, el negro o el blanco, el viento o la calma. A la vida se viene a gozar. Si sufres, se debe a que quisiste amar a la mujer más extraordinaria, al deseo de sentir toda manifestación de arte en las arterías del alma, a mejorarte como ser humano.
Sí, nunca esperé al amor. Pero me lo encontré cuando me acompañaba la soledad, con sus amigas la apatía y la abulia. Solo me quedaba tiempo para irme muriendo, pero muy despacito, para envejecer lentamente mientras jugaba con las fotografías de mi memoria a recordará cómo era y escribir mi testamento literario, legado de fracaso y abatimiento al que di forma con palabras.
Me enamoré del amor cuando la pasión se me había convertido en nube, en cúmulo de nimbo. Me deslumbró esa mujer cuando me negaba a querer, cuando anhelaba encariñarme conmigo mismo antes de que me visitaran las parcas. Ella posee el néctar de todas las flores que más me deleitaron, la voz femenina más perfumada, el rostro de una madona de Sanzio, los senos de Agnes Sorel, la favorita de Carlos VII de Francia; una mirada que te hiere, una forma de andar que se diría que levita, unos muslos que envidia cualquier jeans, un pecado mortal en un cuerpo de mujer. He descrito lo que se ve, lo que no puede ignorarse, lo que provoca. Pero, desde su otro yo, el que esconde su belleza, surgen ideas propias, talento, clase, elegancia y genio.
Yo no buscaba el amor, pero me encontró, cuando ya carecía de tiempo para acunarlo, mimarlo, acurrucarlo y gozarlo. ¡Tarde llega la dicha al que ignora el deleite de amar sin ser amado, el dolor de la pasión no suturada, el placer de dar sin recibir!
Eugenio-Jesús de Ávila

















Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122