PASIÓN POR ZAMORA
El vía crucis de Zamora
Malos tiempos para la salud, para la libertad, para la lírica. Los políticos españoles –perdóneseme la generalización, porque acarrea injusticia-, han alcanzado la jerarquía de la estolidez, y los partidos a los que representan, casi todos reos de corrupción, aprovecharon el Covid-19 para quitarnos libertad, para encarcelar la democracia, para reducirla a una mascarada grotesca, a forma sin fondo, a casi nada. La democracia sería fiesta de la libertad, de la felicidad, del progreso. Pero nos han robado la alegría.
En Zamora, el primer amor y el primer beso, la primera madrugada, el primer cigarrillo, la primera copa y la primera juerga llegaban con la Semana Santa, que siempre fue la fiesta de la primavera, como la Navidad del invierno.
Los políticos se ríen de un pueblo que prefiere ver y oír las cuitas de Rociito, que pensar, porque duele, y no sirve, al parecer, para nada. Los políticos no saben por dónde se andan: solo saben prohibir. Verbigracia que usted vaya a Madrid a visitar a un hermano, a un amigo, a su amante o a su querido; pero permiten el paso a ciudadanos franceses y alemanes, donde los contagios cuadruplican a los que registra España. Esta pobre nación ya se parece a Cuba, donde españoles, italianos y americanos disfrutan de los placeres de la carne, de las viandas, de entrar y salir, mientras el cubano las pasa putas.
Y Zamora, sin su Semana de Pasión, se aburre, bosteza y agoniza. Un vía crucis. Y yo, sin poderte amar, me voy muriendo más deprisa.
Eugenio-Jesús de Ávila
Malos tiempos para la salud, para la libertad, para la lírica. Los políticos españoles –perdóneseme la generalización, porque acarrea injusticia-, han alcanzado la jerarquía de la estolidez, y los partidos a los que representan, casi todos reos de corrupción, aprovecharon el Covid-19 para quitarnos libertad, para encarcelar la democracia, para reducirla a una mascarada grotesca, a forma sin fondo, a casi nada. La democracia sería fiesta de la libertad, de la felicidad, del progreso. Pero nos han robado la alegría.
En Zamora, el primer amor y el primer beso, la primera madrugada, el primer cigarrillo, la primera copa y la primera juerga llegaban con la Semana Santa, que siempre fue la fiesta de la primavera, como la Navidad del invierno.
Los políticos se ríen de un pueblo que prefiere ver y oír las cuitas de Rociito, que pensar, porque duele, y no sirve, al parecer, para nada. Los políticos no saben por dónde se andan: solo saben prohibir. Verbigracia que usted vaya a Madrid a visitar a un hermano, a un amigo, a su amante o a su querido; pero permiten el paso a ciudadanos franceses y alemanes, donde los contagios cuadruplican a los que registra España. Esta pobre nación ya se parece a Cuba, donde españoles, italianos y americanos disfrutan de los placeres de la carne, de las viandas, de entrar y salir, mientras el cubano las pasa putas.
Y Zamora, sin su Semana de Pasión, se aburre, bosteza y agoniza. Un vía crucis. Y yo, sin poderte amar, me voy muriendo más deprisa.
Eugenio-Jesús de Ávila
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