Martes, 23 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Miércoles, 31 de Marzo de 2021
RECUERDOS DE LA PASIÓN: CRISTO DE LAS INJURIAS

Silencio: hablar sin palabras

[Img #51397]Apenas un niño, mi familia me hizo cofrade del Cristo de las Injurias. Entonces, era un cándido ser humano que creía, sin saber lo qué es la vida, en el prójimo, la muerte, la injusticia, en ser un buen cristiano; que creía sin preguntar, sin inquirir lo que significaba acompañar a un cristo, cubierto con un caperuz de terciopelo rojo. Pasado el tiempo, consideré que me convertiría en un hipócrita si continuaba cumpliendo con la tradición una vez perdida la fe.

 

He conocido gente que se ha pasado la vida guardando silencio, aunque nunca dejaran de hablar. Hay voces que son muy calladas, que apenas se escuchan en el templo del poder. Hay personas que nunca ocuparon puestos importantes en la jerarquía social zamorana; hombres y mujeres que, desde que les enseñaron las primeras palabras, les obligaron a guardar silencio, porque ellos no eran nada, apenas carne de cañón, carne de obrero, sangre de trabajo, sudor seco, lágrimas sin pañuelo.

 


Y esta ciudad, tan callada, donde siempre hablan los mismos, los que piensan por los demás, dedica apenas tres horas del Miércoles Santo al silencio, pero a un silencio que se derrama en incienso y cera, después de haber injuriado al prójimo, al empleado, al inferior socialmente el resto del año."¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas, que os parecéis a sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, mas, por dentro, llenos de huesos de muertos y de toda clase de inmundicia! De modo que también vosotros externamente parecéis honestos a los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía y simulación”. Jesús de Nazaret, el Hijo del Hombre, crucificado cada vez que yo critico, descalifico, insulto, persigo, exploto a un semejante, a otro ser nacido para la muerte.

 

Y yo, que me coloqué túnica, estameña blanca y caperuz de terciopelo rojo, cuando era niño, un cándido ser humano, y continué cumpliendo con la tradición cada ocaso de Miércoles Santo ya adulto, mientras antes y después de acompañar al Cristo de las Injurias, engañé, mentí, calumnié, juzgué y me molesto que me juzgasen. Yo fui un hipócrita, un fariseo, un escriba, un celote, un romano... sí, un sepulcro blanqueado. Sí, yo hubiera pedido que el Galileo fuese condenado a la pena capital en la Jerusalén del Evangelio.

 

Y, como yo, todos los que, creyéndose católicos, apostólicos y romanos, guardaron silencio cuando el inocente fue perseguido, injuriado, condenado, humillado. Yo, hipócrita, me cubría el rostro con un caperuz de terciopelo carmesí y ceñía al cuerpo una túnica de estameña blanca al atardecer del cualquier Miércoles Santo.

Eugenio-Jesús de Ávila

 

 

Comentarios Comentar esta noticia
Comentar esta noticia

Normas de participación

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.

La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad

Normas de Participación

Política de privacidad

Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.122

Todavía no hay comentarios

Quizás también te interese...

El Día de Zamora

Ir al contenido
Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.