Viernes, 19 de Diciembre de 2025

Eugenio de Ávila
Jueves, 15 de Abril de 2021
NOCTURNOS

Amor y ego

[Img #51932]He reflexionado mucho sobre lo que la gente del común entiende por amor. Sostengo que ese sentimiento se interpreta mal, se traduce incorrectamente. Tengo para mí que el amor no es más que el egoísmo exacerbado. Nadie quiere a nadie. Hay excepciones. Después me adentro en ese campo. Nos queremos en otro cuerpo, en el que buscamos nuestra propia satisfacción. Si amaramos, como debe entenderse conjugar ese verbo, admitiríamos que nuestra pareja, hombre o mujer, renunciase a nosotros, a usted o a mí, a esa o aquel, porque se le acabó el amor o se enamoró de otra persona. Pero, cuando eso sucede, nos volvemos agresivos, insultamos, calumniamos, nos indignamos. ¿Por qué? Pues porque nos queremos tanto que no toleramos que nos dejen por otro u otra, o que nuestra personalidad aburra y cause tedio a quien, al parecer, tanto nos quiso en un momento determinado de nuestra vida.

 

El amor, de verdad, verbigracia, el que yo presencié entre mis padres, el que todavía vive mi madre, después de fallecer su marido, su querido Antonio, su hombre durante más de 65 años, nunca termina, no tiene fin, se prolonga más allá de la desaparición de uno de los amantes. El polvo enamorado del inmenso Quevedo. El amor pequeño, el vulgar, el de los mediocres, se apaga, se diluye, se termina. El egoísmo devora el sentimiento del amor.

 

Yo no sé si amé. Sí sé que me amaron, porque damas se olvidaron de sí mismas para volcarse en mí. Obtuvo inmenso cariño, recogí ternura, me toleraron falta de educación, coqueteos, gilipolleces, tonterías, propias de un seductor altivo. Me lo dieron todo. No supe apreciarlo. Ahora, amo, con intensidad. Ella lo sabe. Mi amor ya no es egoísta. Cuando estoy tan cerca de ella que huelo el perfume de su alma, ya no soy yo. Me pierdo en su espacio, me solapo a su espíritu, disfruto de su presencia, siento placer inmenso cuando la veo gozar con viandas, cuando sonríe, cuando ríe con fuera. Mi ego se diluye. Mi yo solo quiere tú, amor, seas feliz. Y, si un día, te aburro, que te despidas con un tierno adiós. Nunca odiaré a la mujer que tanto amé, que tanto me apasionó.

 

Eugenio-Jesús de Ávila

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