NOCTURNOS
Consejos para amar sin sufrir
Si no quieres sufrir como un gilipollas, no ames a quien pasa de ti, te olvida cuando dobla la esquina por otro gachó que la invita a tomar un vino con un buen queso y a pasear en su automóvil descapotable. Tampoco se trata de amar porque toca, de amar porque sí, de amar a cualquiera. Se dijo que si no puedes amar a la mujer que quieres, ama a la que esté contigo. No es eso.
Estos consejos, un tanto chabacanos, te los ofrece un hombre que se enamoró- ¡y de qué manera¡- de una mujer que me presta escasa atención, de la que nunca recibí un elogio, ni físico, ni intelectual; de la que solo disfruté, a su manera, cuando lo creyó conveniente. Yo, que fui puro orgullo, que me jacté de haber sido amado por damas prohibidas, por señoritas hermosas, unas con más talento, otras con un mínimo de inteligencia, ahora me pagan, ley del equilibrio, con la misma moneda.
Me he convertido en lo que se define como “desecho de tienta”, cuando todavía, la gente que no está al día, me califica de seductor impenitente. No. Mentira. Penitencia es haber conocido, tratado, escuchado y disfrutado de la compañía de una fémina tan hermosa, envidiada por Atenea y Venus, y no enamorarla, no yacer con ella en el lecho del tiempo. Había ahorrado mucho amor para regalárselo. Solo requería ternura, una miaja de atención, unos mimos infantiles con carácter sensual y poco más. Estoy solo, mujer, esperándote en una esquina del tiempo.
Sigo, al cabo de los años, esperando que mi deseo se transforme en realidad. Lo dicho. Me estoy haciendo muy mayor, mientras mi talento se pierde escribiendo cartas de amor a una dama de cuyo nombre no quiero acordarme...de momento.
Eugenio-Jesús de Ávila
Si no quieres sufrir como un gilipollas, no ames a quien pasa de ti, te olvida cuando dobla la esquina por otro gachó que la invita a tomar un vino con un buen queso y a pasear en su automóvil descapotable. Tampoco se trata de amar porque toca, de amar porque sí, de amar a cualquiera. Se dijo que si no puedes amar a la mujer que quieres, ama a la que esté contigo. No es eso.
Estos consejos, un tanto chabacanos, te los ofrece un hombre que se enamoró- ¡y de qué manera¡- de una mujer que me presta escasa atención, de la que nunca recibí un elogio, ni físico, ni intelectual; de la que solo disfruté, a su manera, cuando lo creyó conveniente. Yo, que fui puro orgullo, que me jacté de haber sido amado por damas prohibidas, por señoritas hermosas, unas con más talento, otras con un mínimo de inteligencia, ahora me pagan, ley del equilibrio, con la misma moneda.
Me he convertido en lo que se define como “desecho de tienta”, cuando todavía, la gente que no está al día, me califica de seductor impenitente. No. Mentira. Penitencia es haber conocido, tratado, escuchado y disfrutado de la compañía de una fémina tan hermosa, envidiada por Atenea y Venus, y no enamorarla, no yacer con ella en el lecho del tiempo. Había ahorrado mucho amor para regalárselo. Solo requería ternura, una miaja de atención, unos mimos infantiles con carácter sensual y poco más. Estoy solo, mujer, esperándote en una esquina del tiempo.
Sigo, al cabo de los años, esperando que mi deseo se transforme en realidad. Lo dicho. Me estoy haciendo muy mayor, mientras mi talento se pierde escribiendo cartas de amor a una dama de cuyo nombre no quiero acordarme...de momento.
Eugenio-Jesús de Ávila
















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